XVIII

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Hacia semanas que Marlene no revisaba que día era, simplemente tenía a Thiago o Dorcas organizando su vida. Sabía cuando salía y cuando entraba porque allí estaban ellos avisándole o llevándola.

Cuando entró al gimnasio sabía que hoy no tocaba boxeo, probablemente era domingo porque ni Dorcas ni Thiago la habían obligado a levantarse, también sabía que era muy temprano porque a penas estaba saliendo el sol.

voy a entrenar, te amo” decía la servilleta puesta en una mesada.

Estuvo horas entrenando, sus musculos se sentían tensos y sus piernas pesaban como el plomo, pero su mente se sentía libre. Dejó de pensar en Sirius que ya no la amaba, o en Dan que la esperaba en el trabajo, tampoco pensó en que Regulus no estaba cerca. Su cerebro se centraba en el dolor que le generaba cada movimiento.

Ese día no estaba Alejandro, estaba Gabriel, un hombre de treinta y tantos, alto y con un brazo lleno de tatuajes. Él bromeaba y emanaba amabilidad, Marlene se preguntó como sería que estuviera en el lugar de Alejandro.

Inmediatamente un pinchazo de culpa la distrajo haciendo que el brazo no rotara como debería. Gabriel lo notó, pero no le gritó como Alejandro haría.

Luego de dos rounds de escuela decidió hacer algo de bolsa, la ayudaría, aunque dudaba que sus musculos cansados se lo agradecieran.

Golpeaba viendo cómo la bolsa se movía por sus golpes, veía el guante tocar la superficie de cuero, veía todo, se sentía poderosa. Y por eso empezó a golpear más fuerte.

Recto, recto, gancho, cross, recto, movimiento, bloqueo, gancho y de repente su muñeca dolía.

Vos podés seguir murmuraba la voz en su cabeza. Así lo hizo.

La muñeca derecha le ardía como mil infiernos, pero ella podía seguir. Saltó hacia atras, esquivando la bolsa. Su pierna izquierda tiró.

El gimnasio le daba vueltas, su mano dolía, no podia sentir la pierna y estaba acalorada, a penas podía respirar pero siguió lanzando golpes.

Unas manos la atraparon cuando ella cayó, todo se volvió oscuro.

Hay algo hermoso en desmayarse y es que tu cerebro simplemente se reinicia, no hay hambre por no haber desayunado o no comer más que fruta, no hay sueño por desvelarse, no está ese dolor en el pecho y aún mejor: Al fin había dejado de sentir el dolor de sus musculos.

Cuando abrió los ojos estaba en un hospital, el estrés volvió a invadirla.

¿Acaso no podía morir de una vez por todas? Detestaba seguir teniendo obligaciones ¿Donde estaba aquella felicidad que todos le dijeron que viviría en su juventud?

—Mar. —Era la voz de James, los ojos azules se empañaron en lágrimas. Hacía semanas que no hablaba con él, o con Sirius.

—¿James? —Su propia voz le resultaba rasposa e incómoda, intentó carraspear para volver al tono normal.

—Si, hola, hola hermosa. —Unos brazos la rodearon. —No te debería haber dejado sola, Dios, yo tenía que cuidarte.

Marlene volvió a sentir culpa, era un sentimiento que ya le resultaba nauseabundamente familiar.

—No. Estoy bien.

Los ojos oscuros, cubiertos por el invisible vidrio de los lentes, miraron seriamente su rostro.

—Estuviste desmayada una hora y tenes la muñeca fisurada, no me digas que estás bien.

Solo ahí notó su muñeca vendada, una mueca atravesó su rostro.

—Mar... Sirius está afuera y...

—No. No. Que se vaya. —Intentó sonar fría, cortante, pero tenía demasiadas emociones en ese momento.

Una parte de su alma estaba furiosa con Sirius, él la había tratado y descrito como a una carga. Pero otra parte lo entendía, ella misma aceptaba que necesitaba a alguien cuidandola constantemente.

—Marlene. Él va a entrar porque lleva una hora ahí sentado, con las manos temblando y preguntando a cada doctor si estás bien. Si, es un imbécil, pero es como el hermano que nunca tuviste y sabés que se aman. —James sonó autoritario mientras abría la puerta.

Entonces la mente de Marlene divagó para no centrarse en Sirius ¿No deberíamos llamar a un médico para que venga a revisarme o...?

Como si lo hubiera invocado, un médico entró, seguido de Sirius.

—Marlene Mckinnon ¿Correcto? —Marlene asintió. —Bien, tras unos estudios concluimos que el desmayo se debió a varios motivos, anemia, deshidratación y falta de sueño ¿Desayunaste algo? —Negó. —Ya veo... Bien, voy a ver que te consigo para que comas y... Ah, tu muñeca, te fisuraste, lo ideal sería que no la muevas a si que no vas a poder boxear hasta que se cure. —Dicho esto el señor salió de la sala dejando a los tres amigos en silencio.

James los miró y salió casi corriendo, queria dejarlos solos, no soportaba más la separación de su grupo.

—Marlene...

—Si alguien más me nombra en lo que queda de hora me voy a inyectar aire en las venas. —susurró, intentando evitar lo inevitable.

Pero Sirius la conocía perfectamente. Se sentó a los pies de la camilla y miró aquel rostro tan familiar.

—No sos una carga. No sos mala. No sos irresponsable, simplemente sos demasiado responsable con cosas que no son tu responsabilidad. —Comenzó, con un suspiro dejó de mirar a su amiga para mirar el suelo. —Fui un reverendo tarado, vos mereces mucho más amor y yo, imbécil, estaba más concentrado en Remus y su atención que en que vos estabas en crisis.

La rubia miraba un punto fijo. Y su corazón se rompió un poco al comprender que ya no confiaba en Sirius.

—Bueno.

—Perdón, sé que estuve mal y sé que esto no lo arregla. —Sirius la miraba a los ojos con sus orbes plateadas repletas de lágrimas. —Quiero volver a ganarme tu amor y confianza porque siempre fuiste mi mejor amiga, mi hermana y ya me di cuenta que no fuí mucho mejor que tu hermano biológico.

Marlene tomó una profunda respiración.

—Okay.

Black suspiró, y tentativamente besó la frente de su amiga, ella no lo rechazó, él salió del cuarto mientras el médico volvía a ingresar con algo de comida.

N/A:

Les prometo que al partir de ahora las cosas van a empezar a mejorar. Prestenle atención a Gabriel que se va a hacer muy importante.

¿Que les pareció?

Saludos desde *ubicación no disponible*. XOXO.

—JB

RING (Dorlene)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora