IX

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Marlene y Dorcas conversaron, minutos, tal vez horas, pero se sintieron como segundos cuando la luna comenzó a adornar el cielo acompañada de aquellos puntos blancos llamados estrellas.

—Me voy. —anunció en voz baja Marlene, cómo esperando no tener que decirlo. —Sirius de pedo sabe cocinar.

—¿Te llevo? —Dorcas solo quería estirar el tiempo que tenía para verla, ella podría ver aquellos azules ojos durante años.

La rubia asintió simplemente mientras sonreía para si misma y salieron de la casa en dirección al auto negro que se encontraba estacionado justo frente a la puerta.

Marlene se sentó, teniendo un flash de la noche en la que estaba ebria que la hizo sonrojarse. Dorcas rió levemente. —¿Que pasa, rubia?

—Por favor decime que no.

La morocha se permitió reír con mayor fuerza mientras arrancaba el auto.

—¿No qué?

—¿Te besé a fuerza?

Dorcas rió aún más fuerte al ver la vergüenza en la cara de la rubia.

—¿¡POR QUE NO DECÍS QUE NO!?

—Las buenas amistades no se inician mintiendo.

Un gemido de dolor salió de Marlene, haciendo que la morocha niegue con una sonrisa.

—Dios mío...

—La próxima que quieras besarme me podes decir no más.

Acto seguido, puso radio Disney, donde se encontraba sonando una canción de Harry Styles.

(***)

Marlene llegó bastante tarde al entrenamiento, quince minutos, para ser exactos, y allí estaba ella: Dorcas con un top blanco y una calza mal cortada del mismo color, sus trenzas estaban recogidas en una cola de caballo y sus ojos delineados.

—¡Dale hija! —gritaba Alejandro.

—Papá, cállate un toque, ya te dije que voy a ir y...

Marlene se paró junto a Ale. —¡Hola, perdón, tuve que...!

—Saltá la soga, yo te digo cuando parar.

Marlene nunca hizo nada tan rápido, saco la soga de cable de su mochila beige y empezó a saltar con fuerza, tanta que la parte trasera de las piernas quedaron rojas de todas las veces que erró y golpeó su piel.

—Basta, basta. —dijo Dorcas, frenandole la mano. —Te vas a cortar la pierna si seguís así.

Tanto el entrenador como la entrenada miraron a Dorcas.

—Yo le digo cuando frenar. —dijo Alejandro en voz alta, remarcando el “Yo”.

—Tu boxeadora estrella se va a lastimar entrenando, por tu culpa ¿A vos te parece, pa?

Marlene sentía que presenciaba una lucha de Titanes, viendo cómo los ojos negros de Dorcas chocaban con los ojos verdes de su padre.

Volvió a saltar la soga, llamando la atención de la morocha. Pero Mckinnon siguió saltando, a pesar de que sentía la pierna picandole de manera horrible por los golpes, a pesar de que su piel estaba sudando.

No sabía cuánto había pasado cuando Ale le dijo que podía parar. No sabía, pero fue un alivio para su cuerpo.

Aunque su cabeza le decía que sus piernas todavía funcionaban, su corazón latía apurado, pidiéndole un descanso.

Dorcas corrió a obligarla a sentarse, no fue fácil, pero Marlene terminó de cola al piso con la chica que era su nueva amiga obligandola a tomar agua.

—Ahora vas a pegarle a la bolsa ¿Querés que yo te ponga las vendas? —Marlene sólo asintió.

Las manos de Dorcas se sentían heladas sobre el brazo hirviendo de la rubia, la piel pálida contra la oscura, las mejillas y pecho, sonrojados por el esfuerzo, que aumentaban el tono rojo por la cercanía.

—Gracias por cuidarme...

—De nada, hermosa.

Ambas se miraron fijo, haciendo que la culpa y la ansiedad abandone su cuerpo, su mente.

Luego tocaron aproximadamente cuatro rounds de bolsa, (como advirtió Dorcas) donde Marlene solo oía su respiración pesada, ignorando a la gente a su al rededor, ignorando que estaba en un gimnasio y no en una habitación, solitaria, tal vez solo con Dorcas, tal vez con Dorcas solo en aquel bonito top blanco y...

Tuvo que cerrar sus ojos y respirar profundo para que su mente no se desvíe, pero al hacer aquello, la imagen fue más vivida. Gracias a que el universo se puso de su lado sonó la campana, diez segundos más, sonó otra vez, tres veces, y dejo caer sus brazos.

—Anda a elongar, rubia, avísame cuando te vayas.

Marlene asintió mientras caminaba a un rincón del gimnasio y elongaba sus músculos, pero (culpaba al universo) daba la casualidad que había quedado justo donde tenía un ángulo perfecto de Dorcas golpeando a un chico a penas centímetros más alto, más flaco y con la cara angular.

El chico soltó una risa de algo que la morocha dijo, ella sonrió un poco antes de golpearle el brazo. La rubia intentó no concentrarse en ella. Pero ella estaba en su mundo, hablando con su amigo, Barty, y disfrutando de su compañía.

—Eu, me tengo que ir a estudiar. —dijo la de trenzas dando un último golpe. —Otro día seguimos ¿Dale?

Barty asintió, contento, para él Dorcas era como una hermana mayor que lo comprendía y apoyaba en cualquier boludez.

—Cuidase doc.

—No fumes mucho.

Ambos se sonrieron y Dorcas salió del gimnasio seguida de Marlene, quien fue recogida por Lily y saludada con un beso en el cachete mientras comenzaba una conversación sobre el libro que la rubia le había regalado.

La morocha la vió alejándose, estaba hipnotizada por la forma en la que la otra se movía, por la forma en la que pasaba su mano a través de los mechones de su pelo para despeinarlo, casi como un tic nervioso. Dorcas quería conocer cada detalle de Marlene.

Entonces al llegar a su casa, la boxeadora tenía un mensaje en WhatsApp.

Dorcas M.: Querés salir un día de estos??

Casi inmediatamente respondió.

Marlene: El viernes a la tarde tengo tres horas entre escuela y entrenamiento te sirven?

N/A:

HOLA !!

No tengo mucho que decir ¿Cómo se sienten? ¿Les gusta este capítulo? ¿Que les gustaría leer?

Hablenme, me gusta leer sus comentarios<3

Les recuerdo que si encuentran un error, agradecería que me lo digan.

Saludos desde mí comedor oyendo discursos políticos ! XOXOXO

—JB

RING (Dorlene)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora