CAPITULO 7

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HADES

-De rodillas – Le digo a la mujer que tengo enfrente.

-Si. Mi dios – Responde la sumisa.

-Ahora chupa – Le agarro del cabello.

Comienzo a embestir, le follo la boca. Ella pasa la lengua por mi glande sacándome un jadeo, chupa y lame como si mi miembro fuera el bocadillo más exquisito que se haya comido. Yo la tengo del cabello indicándole como es que me gusta que me placer y como buena sumisa se deja guiar.

-Trágatelo completo – Soy consciente del tamaño de mi miembro, es grade y grueso. Aun así, la ínsito para que se lo coma todo.

La veo como le da una arcada, pero no deja de chupar, es una de las mejores sumisas que he tenido. Sabe cómo son las cosas conmigo, nunca me pide más de lo que estoy dispuesto a dar.

-Si te sigues portando bien. Voy a darte el mejor placer de tu vida – Le digo con voz áspera.

Cierro los ojos y a la cabeza se me viene la diosa de ojos azules – Maldita strega – Desde que la vi la primera vez en el salón de clases no he dejado de fantasear con ella.

No se imagina todas las cosas que quiero hacerle, las mil maneras que he pensado para follarmela y darle los mejores orgasmos de su vida. Tiene en la cabeza de que soy un mocoso, pero a este mocoso cuando le dé la oportunidad, le hará ver las estrellas. A mí me vale mierda si me lleva 8 años de diferencia de edad, está buena, rica, es una mamacita y quiero follarmela y ya está. Muero por hacerlo.

Desde que la besé en el salón de clases y después en el auto, antes de dejarla en su casa la tengo clavada en la cabeza, me tiene con la polla dura todo el tiempo, cada vez que la veo, me dan ganas de empotrarla en cualquier superficie y follarla.

Si sigo así creo que voy a morir por la explosión de mi polla.

Me fastidia que no haya caído, que siempre me menosprecie. Esa noche no me dio la puta gana de que el cabrón que esteba con ella se la llevara, no me dio la puta gana, ver como la tocaba, como pasaba sus asquerosas manos por el cuerpo que muero por hacer mío hizo que la sangre se me calentaba, no lo maté porque Phill no me lo permitió, si no, ya estuviera 3 metros bajo tierra. Esa strega va a ser mía y solo mía o me dejo de llamar Hades Lander.

Me divierte ver cómo quiere resistirse a las ganas que me tiene, pero tarde o temprano va a caer rendida a mis pies.

-¿Lo estoy haciendo bien mi dios? – Me dice la sumisa que tengo arrodillada.

-No te he dado permiso de hablar – Le digo embistiéndole la boca más duro.

Le saco jadeos, gemidos, pero esos no son los gemidos que quiero escuchar, esta no es la boca que me quiero follar, este no es el coño que me quiero comer, quiero picharle a toda hora, quiero comérmela toda, tengo fantasías con ella, ponerle esposas y correa y hacerla gritar mi nombre. Que nunca más pueda follarse a alguien más sin pensar en mí. Aunque después de que me la folle tampoco voy a dejar que alguien más la toque.

Lástima por ella, pero se ha convertido en la obsesión de una maldita bestia.

Vuelvo a cerrar los ojos y vuelven aparecer esos malditos cielos que tiene por ojos, ese cabello castaño, ese cuerpo que me tiene como un poseso. Gruñidos salen de mi boca, siento como mi cuerpo se tensa, aprieto mi mandíbula.

Levanto de golpe a la sumisa y la empotro contra el tocador que hay en la habitación. Su espalda queda contra mi pecho, busco la cuerda que tengo a la mano y se la amarro en las muñecas, la inclino cosa que su culo quede empinado, tomo su cabello y lo enredo en una de mis manos. La dejo inmovilizada y le lanzo el primer azote.

Mi locura es HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora