DOREIGAKURE

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El sonido del látigo contra la carne se repetía constantemente.

"Bárbaros" pensó Yuki quien observaba desde la cornisa de un alto edificio. Nadie reparaba en un grupo ANBU de Konoha porque los esclavos no podían alzar la vista sin recibir como castigo el iracundo latigazo de su capataz.

Aquel equipo había sido forjado hacía poco menos de un mes, desde el mismo día en que los espías de la Confederación había alertado que más allá del mar, en el continente del este, la situación se agitaba. El Nanadaime Hokage había convocado a tres de sus mejores hombres y a su guardia personal, Yuki Tami. Para Yuki había sido la mejor recompensa a todos sus años de leal servicio a Naruto-sama.

Yuki llegó a Konoha el mismo día en que lo hizo Naruto tras el ataque de Shuha a la Ciudad Capital del País del Fuego, ataque en el que su esposa, Sakura-sama, había sido gravemente herida perdiendo a su hijo no nato del que tan sólo conocía su existencia la propia pareja. Sin embargo, Yuki no siempre había sido un shinobbi de Konoha.

Hubo un tiempo en que su bandana fuera la de Kusagakure, pero desde el mismo día en que murió su maestro se había convertido en un shinobi de Konoha, como siempre debió haber sido. Yuki nació en Kusagakure en el seno de una familia de exiliados, aunque por aquel tiempo no lo sabía. Era todavía un alumno de la Academia cuando su hermana desapareció en Konoha, en el examen de acceso a chunnin en el que murió el benévolo Sandaime Hokage. Por aquel entonces ya se encontraba solo y tras la pérdida de su hermana mayor tuvo que verse obligado a convertirse en el discípulo del líder de la aldea que le había visto nacer.

A medida que fue avanzando en su entrenamiento a Yuki se le fueron revelando ciertos aspectos de su pasado y el que más le había marcado fue el nombre de su madre. Sus ansias por encontrar entonces su identidad se incrementaron y su maestro, comprendiendo que era lo mejor para él, decidió adiestrarlo para que algún día pudiera conocer al último Uzumaki.

En mitad de su entrenamiento, Akatsuki declaró la guerra a todas las naciones civilizadas y en cuestión de meses, Yuki se vio sumido en la guerra. Kusagakure no participó activametne aunque si envió algunos escuadrones. Él tuvo la suerte de no acudir a aquel horror que fue el campo de batalla contra el odio, como siempre decía Naruto cuando hablaban.

Naruto era una gran persona. "Él es el único que puede ayudarte, yo mismo le pediré que te tome a su cargo. Konoha y Kusa son ahora aliadas. No me importa que te conviertas en un shinobi de Konoha si encuentras tu camino en la vida" le había dicho Hishidate-sensei poco antes de acudir a la boda del Hokage en la que luego había muerto. Su acceso a Konoha fue poco ortodoxo, pero en el momento en que Naruto ató cabos, vio el color de su pelo y éste le contó la verdad, lo aceptó como a un hermano.

Yuki sabía que quedaban pocos como ellos, casi ninguno, pero su sueño era reforjar su clan en Konoha y Naruto había accedido a ayudarle. Aunque en la visión que tenía Yuki de su clan Naruto se encontraba a la cabeza, como líder del clan. Mientras tanto serviría a Konoha y a su Hokage.

En todos aquellos años, desde que se había puesto al servicio de Konoha, Naruto y Yuki habían recuperado alguna de las famosas técnicas que en el pasado habían vanagloriado el nombre Uzumaki, aunque no era nada en comparación con lo que podían realizar los primeros Uzumakis. Una de las cosas que más le había gustado hacer junto a Naruto, además de convertirse en su protector personal y de su esposa, Sakura-sama, fue la de averiguar la historia de uno de los clanes ninja que más temido había sido en el pasado por sus legendarias técnicas de sellado. Naruto le había confesado que creía poder encontrar algo con lo que ayudar a Sakura. Por lo poco que sabía, se encontraba bajo algún tipo de genjutsu, aunque Naruto-sama nunca se mostraba muy dispuesto a dar explicaciones.

Todos sus compañeros del ANBU – Yuki había sido aceptado de buen grado al contar con la recomendación del Hokage – le habían hablado de Naruto como una persona muy divertida y que poco les recordaba a la idea que tenía de los otros Hokage. Naruto había sido un auténtico revolucionario. Había dado mayor autonomí al ANBU y se lo había entregado a uno de sus hombres de confianza a Yamato. Había acabado con la RAÍZ, que tanto daño había causado y además, una de las cosas que más le gustaba a las fuerzas especiales, se comportaba como uno más con ellos. Los otros Hokage los habían tratado como lo que eran, un instrumento más al servicio del poder. Naruto los trataba como amigos.

Sin embargo, Yuki no estaba de acuerdo con aquella perspectiva sobre Naruto. Naruto era un hombre que poco a poco se había ido volviendo más distante y más serio. Había emprendido numerosas reformas, sí. Trataba a sus hombres como iguales, también. Pero Yuki conocía suficientemente bien a las personas para averiguar cuándo alguien actuaba y cuándo no y Naruto era una persona fría y calculadora, como debía ser un líder.

Su carácter se había vuelto realmente distante y frío tras los trágicos acontecimientos de su boda. Aunque sólo cuando se encontraba con su esposa, Yuki comprobaba que sí había en Naruto espacio para ese carácter que todos recordaban. No sabía bien si se debía a todos sus problemas matrimoniales o algo más, pero el Nanadaime Hokage no era el mismo Naruto Uzumaki que había vencido a Akatsuki.

- Sai, tú estarás al cargo de esta expedición – comenzó a informales cuando les convocó – Te llevarás a Yuki Tami, a Shino Aburame y a Konohamaru Sarutobi contigo. Vuestra misión es de reconocimiento.
- A la orden, Naruto-sama – dijo Sai-Taicho.
- Los espías del Señor Feudal han informado de que hay cosas que no parecen funcionar como debieran – Naruto no les miraba a la cara, sus ojos se concentraban en otear el nublado paisaje que mostraba la gran cristalera de su despacho.- Según parece las naciones de aquella parte del mundo han unido a sus aldeas y clanes y preparan un ataque contra nosotros, por mandato de Hashin, según dicen.
- ¿Hashin? ¿No era el mismo dios al que rezaba Hidan de Akatsuki? – dijo Sai
- Sí, eso es. Solo de pensar qué podía hacer ese maldito loco cuando rezaba ya me provoca escalofríos. Vuestra misión es viajar hasta Doreigakure, parece ser el punto de encuentro de esa alianza. No creo que Hashin sea ningún dios. Sospecho que hay un hombre detrás de todo esto y su existencia amenaza nuestra paz. Por eso quiero que viajéis hasta allí y reunáis información.
- Entendido. ¿Alguna instrucción más?

Naruto se dio la vuelta y les sonrió:

- Volved sanos y salvos – Aunque aquella sonrisa no era sincera.

Habían salido de Konoha al poco tiempo, en mitad de la noche e intentando pasar desapercibidos. Para ello, Sai-taicho había convocado unas gigantescas alas con su nimpou con solo dibujarlas. El capitán era un hombre sereno, difícil de alterar, de pocas palabras pero de una eficiencia inhumana. Naruto solía confiarle importantes encargos cuando no le acompañaba como parte de su guardia personal. Era una persona extraña, de una gélida cortesía aunque haría cualquier cosa por Naruto y Sakura. Habían formado equipo en su juventud y era uno de los que más se alegraba de verlos juntos y de los que peor lo había pasado al ver cómo aquellos dos se distanciaban.

Volaron directamente durante varios días hasta que alcanzaron las costas del continente que se extendía más allá de las aguas. Habían sobrevolado el gran bosque del País del Fuego hasta llegar al Puente de Naruto, habían sobrepasado el castillo del País de las Olas y todos sus pueblos. Por lo que Yuki sabía, gracias a la intervención del equipo de Naruto cuando estos habían sido nada más que unos gennin, habían evitado que un magnate del rico y vecino País del Fuego siguiera extorsionando a los habitantes del pequeño país y habían permitido la construcción de un gran puente que unía la isla con el continente trayendo la riqueza y la prosperidad.

Por instrucción del capitán siguieron surcando las aguas. Pasaron el País del Remolino por encima y alejandosee bastante. Yuki sólo pudo ver la eterna niebla que cubría el que un día fue uno de los Países más temidos de todo el continente.

Se decía que el clan Uzumaki había liderado la aldea durante su historia, aunque no se sabía mucho de los poderes de este clan. Naruto y Yuki habían viajado en una ocasión hasta aquel lugar, aunque no habían conseguido superar la niebla. Sakura no recordaba cómo lo había conseguido. Aquella información – decía – parecía haberse nublado por obra de magia. Los marineros que les habían acompañado hasta allí decían que los Uzumaki vivían durante generaciones y que por eso aquellas aguas eran llamadas como el Mar del Tiempo. Yuki se preguntó si todos los Uzumaki gozarían de esa longevidad.

Sobrevolar la niebla era una fuente de tranquilidad pues no tenían que preocuparse de qué había entre aquella niebla. Las corrientes en aquel mar eran peligrosas. Numerosos torbellinos rodeaban la isla y era fácil caer en uno de ellos. Además, una niebla densa e intraspasable dificultaba el acceso por no decir de los traicioneros dientes de roca que le salían al mar y con los que en más de una ocasión habían hundido barcos específicamente construidos para asaltar la aldea. Parecía que los fundadores de la aldea habían tomado demasiadas precauciones. Eran unas aguas traicioneras y en las que solo unos locos se atreverían a entrar.

Además de la niebla, las corrientes y las afiladas esquirlas de roca que plagaban el camino, Sakura había escuchado hablar de un monstruo que poblaba aquellas aguas. Nadie sabía cómo era, sino que los antiguos shinobis habían invocado a aquella bestia para que protegiera sus aguas y lo que quisieran que escondiesen allí. También se decía que la niebla era cosa de los protectores de la misma. Era sorprendente la cantidad de leyendas que existía sobre la aldea de la que provenía Kushina Uzumaki, la madre de Naruto.

- ¿Qué protegía el Clan Uzumaki para tomarse tantas precauciones? – dijo Naruto impotente la vez que intentaron llegar hasta la isla y no lo consiguieron.
- No lo sé, Naruto-sama, aunque sí que sé que sus técnicas de sellado eran las mejores. Las que yo conozco no son nada en comparación con lo que podía hacer el menos poderoso de los Uzumaki, pero prometo hacer todo cuanto esté en mi mano.

Naruto se quedó mirando frustrado el agua. Yuki recordaba bien aquel viaje. Al principio, el Hokage se había mostrado realmente feliz. Le había confesado que esperaba encontrar la forma de acabar con la infelicidad de Sakura.

- Sakura llegó a saberlo – le dijo Naruto.
- ¿Cómo es eso posible? Quiero decir... ¿por qué ella lo sabe y usted no, Hokage-sama?
- Ella llegó hasta esta isla, sin embargo, alguien borró sus recuerdos. Por eso creo, que alguien quería hacernos daño.
- Ese alguien es... ¿Nanaitsumi?
- Era, acabé con él – dijo el Hokage con una voz fría, casi como un siseo.- Sí. Nanaitsumi estuvo tramando hacerle esto a Sakura. He estado meditándolo, esforzdándome hasta la saciedad por dar sentido a su retorcido plan y no se lo puedo encontrar. Entiendo que quisiera acabar conmigo. Yo era el Hokage, yo soy a quien más temía, pero atacó a Sakura-chan y fue a ella a la que la maldijo con esa maldita enfermedad que nos impide tener lo que más queremos.
- Yo puedo ayudarle a conseguirlo Naruto-sama.
- No es nada que tú puedas darnos, pero gracias Yuki... - comentó mirándole extrañado - Sin embargo, ahora ella sufre por mi culpa. Le prometí que estando conmigo nunca volvería a sufrir y no puedo cumplir mi promesa. Nunca he podido hacerlo. Si no podemos entrar en esta isla ni siquiera puedo probar lo que tenía esperanzas de utilizar.
- ¿Por qué querría Nanitsumi se dirigiría a atacar en particular a Sakura?
- No lo sé. Al principio pensé que era para hacerme daño a mí, pero... Se tomó demasiadas molestias. No la mató. Lo vi con mis propios ojos. Vi cómo la cogía con sus manos y cómo la golpeaba para matar a nuestro hijo. Se preocupó por qué no fuera capaz de volver a tener hijos. Es demasiado extraño, a no ser, que encierre otro propósito.
- ¿Cuál?
- Me gustaría saberlo. Y hasta que no consiga llegar a Uzushio, a la aldea de mi madre no podré saberlo.

Yuki siempre se había mostrado dispuesto a ayudar al Hokage. Aquella era la verdadera fuente de preocupaciones del mayor ninja que había conocido Konoha. Al principio, Naruto había consideradarle como un subordinado. Su relación había sido un tanto extraña. La única razón por la que el Hokage le había aceptado era su habilidad que tenía para el control de las técnicas de los Uzumaki. Sin embargo, su lealtad incondicional y su abnegación le habían ido ganjeando parte de la confianza del Nanadaime.

Hicieron un ato en su viaje al pasar por Kirigakure. Sai-taicho se dirigió directo a visitar a la Mizukage por orden expresa de Naruto-sama. Tras aquello reemprendieron la marcha. A diferencia de Uzushio, la niebla que cubría todo el País del Agua no era una niebla perversa. Era difícil decir que la niebla del País del Remolino tenía un carácter tan humano, pero parecía más cosa de magia que un fenómeno natural como si sucedía en Kiragakure.

Las aguas del océano se abrieron a ellos y a medida que dejaban atrás la peremne niebla, dejaban también atrás gran cantidad de islas que formaban pequeños archipiélagos conectados entre sí y que formaban parte del País del Agua.

Y por fin, llegaron hasta el País del Sol, lugar donde se asentaba Doreigakure. Doreigakure era tres veces más grande que la capital del País del Fuego, la ciudad más grande del continente. Sus calles podían tener varias decenas de kilómetros de distancia. Edificios gigantescos de piedra y madera construidos los unos sobre los otros sin seguir ninguna lógica aparente, las más nuevas y grandes sobre las más viejas y pequeñas, pero todas ellas construidas con el sudor y la sangre de los esclavos.

- No puedo creer que esto sea cierto – comentó Konohamaru.
- No es nuestro trabajo cuestionarnos esto. Siempre ha existido... y siempre lo hemos tolerado mientras no nos afectara a nosotros.

A Yuki aquello le asqueba. Pensaba en su hermana. ¿Y si a ella le hubiera ocurrido lo mismo? ¿Y si estuviera entre alguna de aquellas personas, o mejor dicho, aquellas cosas? Había animales mejor tratados que aquellos seres humanos. Era algo que enfadaba a Yuki. Por más que había estudiado las supuestas razones, no podía creer que ningún dios exigiera legiones de esclavos, si no, no podía ser un dios.

- Nos infiltraremos en el palacio del triarca Hatoru. Explicó Sai - La ciudad está gobernada por tres... ¿reyes? No sé si existe una palabra mejor. Hay tres que se reparten el control.
- Según ordenó Naruto – intervino Shino – sólo debemos concentrarnos en estudiar a este enemigo. Ya sabemos cuál es su mano de obra. Ahora hay que estudiar a sus líderes y a sus fuerzas.
- Sí. Shino, tú vendrás conmigo y realizaremos un reconocimiento aéreo. Yuki, tú irás con konohamaru. Infiltraos por donde consideréis necesario – Ordenó.
- Creo que el mejor sitio para ello, averigüé hace un rato, son las catacumbas. Según dijeron nuestros espías, debemos llegar al Palacio del Triarca por ellas, recorriendo las cloacas hasta dar con una especie de templo – se puso serio Konohamaru. Era el miembro más joven que había accedido a la carrera de ANBU. Siempre le gustaba hablar de Naruto como su hermano y Yuki sentía cierta envidia por ese sentimiento. A él le gustaría tener una relación así con su desaparecida hermana.
- Es una opción correcta. Id con cuidado. No estéis más de lo necesario. Nos reencontraremos en este punto al anochecer. Si no estáis aquí... puede que iniciemos una guerra.
- A la orden – dijeron casi a la par Yuki y Konohamaru.

Sai y Shino montaron en una de las águilas mientras que Konohamaru y Yuki se camuflaron y descendieron el edificio saltando aprovechando la propia construcción del mismo. Anduvieron durante más de una hora convertidos en dos harapientos mendigos más. Las calles estaban totalmente sucias. El olor a orín, a heces, a sexo, a vómito y a mierda lo inundaba todo. El aire era irrespirable debido a la gran contaminación y no era extraño encontrar cadáveres o moribundos a punto de unirse a los primeros.

Encontraron una boca de riego y se introdujeron en las alcantarillas.

Las catacumbas eran los restos de la primera ciudad. Durante sus más de mil años de historia, la ciudad se había ido remodelando, se había ido ganando terreno a la roca, construyendo canales para las aguas y la lava y creando los niveles que hoy en día daban lugar a ese caos de ciudad. Las catacumbas de la ciudad conectaban con los distintos niveles pues estaban construidos en las profundidades del suelo.

Estaban construidas en dos secciones: las antiguas y las modernas. Las modernas eran las que se encontraban conectadas con la gran cloaca de toda la ciudad, una red de cañerías y sistemas de depuración y evacuación de las aguas residuales. Eran una compleja red de túneles que cumplía con la función de alcantarillado y por la que fluían los distintos ríos de la gran bolsa de magma sobre la que se encontraba. No habían podido escoger un sitio mejor para erigir una ciudad.

Las antiguas estaban excavadas en la roca primigenia, eran los restos de la primera ciudad y les habían dicho que desde hacía milenios guardaban las almas de los muertos. Desde allí, se podría llegar incluso al Palacio del Triarca, aunque Konohamaru y Yuki sabían que no podrían conseguirlo a la primera y deberían avanzar hasta un punto cercano.

Se deslizaron a través una centena de metros a través de unas cañerías hasta la gran cloaca que conducía a las catacumbas. Konohamaru cayó en el agua, sucia y maloliente soltando una maldición. Yuki lo evito. El nieto del Sandaime Hokage se quitó de la cabeza lo que parecía una rata muerta, aunque era mucho más grande. Luego le mandó a Yuk que comenzaran a andar. Se internaron en la oscuridad de las cloacas, sucias, inmundas y aún más malolientes que la ciudad de las superficie con la única luz de referencia que se colaba por las alcantarillas.

Anduvieron por las sucias aguas de las cañerías. Konohamaru hizo de guía. Se le daba bien orientarse con un mapa, a diferencia de Yuki, que había perdido totalmente el sentido de la orientación. El joven jounnin le informó al cabo de un rato que pronto llegarían al nivel interno de las catacumbas, las que se encontraban debajo de la roca, lo que quería decir que aún les quedaba mucho camino por andar. Yuki memorizaba el camino para poder recordarlo si la próxima vez debían volver y Konohamaru no estaba presente.

Torcieron a la derecha y Konohamaru se cercioró de que todo iba bien. Nadie les seguía y no había ningún peligro evidente a la vista. Yuki cogió una pequeña piedra y la tiró. Tal y como intuyó, se activó una trampa. El peso de la piedra bastó para activar un antiguo mecanismo. Los cien metros siguientes se llenaron de afiladas estacas de hierro, seguramente oxidadas. Siguieron andando entre las punzantes estacas.

- Si mis instintos no me fallan, y tengo un olfato muy bueno, estamos cerca de la zona más antigua de las catacumbas.
- ¿Olfato?
- Huele a muerto que tira para atrás

Yuki no pudo ocultar una sonrisa. Luego se puso serio.

Tal y como había alertado, el aire estaba cargado. Un olor a humedad y a restos en descomposición lo anegaba todo. El calor de la roca que aceleraba la putrefacción combinado con la humedad natural de un lugar así volvía el aire casi irrespirable. La única ventaja era que las trampas de aquella zona estaban desactivadas y el sistema de iluminación estaba en perfectas condiciones. Debían encontrarse en las cámaras mortuorias de los más ricos, construidas en el centro de las catacumbas y bajo los barrios más ricos. Eran el eje de todas las catacumbas.

Iban dejando atrás las cámaras familiares. Los techos crecieron. Se levantaron varias decenas de metros sobre sus cabezas. En otros tiempos, no se trataba de un cementerio, sino de una ciudad viva.

En los quicios de las puertas había carteles que expresaban el nombre del clan al que pertenecían. Algunas estaban cerradas desde hacía milenios y las runas resultaban ilegibles, pues el clan había desaparecido y otras eran relativamente recientes y se encontraban bien conservadas. Dependiendo de la riqueza del clan y del oficio que desempeñaba en la sociedad estaban adornadas de una forma u otra.

Llegaron hasta la entrada a las catacumbas de lo que intuían como el centro de la ciudad. Se podía escuchar, incluso en la profundidad de la tierra, el sonido de miles de almas transitando por encima de sus cabezas. Unas escaleras de piedra conducían a un gran salón sobre el que se había levantado aquella parte de Doreigakure, el cual a su vez permitía acceder a las distintas secciones de los barrios ricos.

Tomaron unas escaleras y ascendieron hasta las catacumbas del nivel superior, las más cercanas a la superficie. Sólo sabían que tenían que llegar hasta el Palacio del Triarca, y éste estaba próximo al centro. Siguieron el recorrido de los mapas y dejaron atrás los panteones de las distintas familias nobles. Muchos de aquellos panteones familiares estaban abiertos.

Tomaron las galerías del este, aunque bien podrían haber dicho que era el sur o el norte, o el oeste. Yuki Estaba totalmente desorientado, pero al final encontraron el templo. Lo cierto era que sólo lo identificaron por posee el símbolo que le había costado la vida al tío de Konohamaru.

Allí, Yuki usó un kunai. Lo introdujo en la ranura de una puerta y empezó a mover la muñeca, buscando abrir la puerta. Finalmente ésta se abrió. El joven dio un salto hacia atrás. Un chorro de ácido cayó del techo. Era una trampa para evitar a los saqueadores. Cuando comprobaron que no quedaba ácido por caer, entraron y lo recorrieron.

Salieron a la parte superficial de aquel gran templo, fastuoso, gigantesco y también construido por esclavos. Comprobaron que no había nadie y se dirigieron al exterior, no sin antes dedicar unos momentos a contemplar la grandeza del templo. El interior del templo no era como ambos compañeros esperaban. En su centro se alzaba un púlpito de alabastro donde se había situado la figura del dios protegido por dos dragones de los cuales decían las leyendas que eran los restos auténticos de dos de aquellas criaturas. Las columnas que sustentaban el techo de piedra parecían grandes lanzas, aunque de una manufactura extraña, suntuosa y mágica. En el cielo estaba pintado el gran astro rey cuyos rayos se extendía por todo el cielo. En su interior se escuchaban los ecos de los cantos entonados por los sacerdotes, acompañados de los acordes de un gigantesco instrumento de tecla cuyo sonido salía a través de unos tubos y que estaba empotrado en la pared.

A partir de aquél momento comenzaba la auténtica misión de espionaje. Yuki había realizado trabajos parecidos, para Konohamaru, en cambio, era la primera vez que actuaba como espía.

- Estamos juntos en esto, compañero – le tranquilizó Yuki.
- Claro que sí, amigo – respondió serio, concentrándose.

Salieron del templo a hurtadillas. Se deslizaron por las sombras hasta el muro que formaba un recinto protegiendo el templo.

Salieron corriendo y saltaron hacia el tejado más próximo y Yuki guió la marcha por los tejados de las mansiones del ostentoso y palatino barrio hasta que se encontraron en el Palacio del Triarca. Yuki y Konohamaru se transformaron en dos siervos más y en un despiste de los capataces se vieron en el palacio.

Aquello no tenía nada que ver con lo que habían observado hasta el momento. Era un lugar enorme, gigantesco, de colosales proporciones, de granes paredes y cristaleras, un lugar majestuoso y fastuoso y todo aquello era quedarse corto.

Recorrieron sus pasillos durante buena parte de la tarde. Habían perdido toda esperanza de encontrar alguna información más suculenta cuando uno de los amos se acercó a ellos y sin siquiera mirarlos les ordenó:

- Se requiere de coperos en la sala de audiencias, corred, malditos halaganes.

Konohamaru y Yuki se miraro. Habían aprendido lo suficiente cómo para saber que aquellas órdenes, por descorteses que fueran, eran órdenes. El amo les guió por sus laberíntiscos pasillos hasta que dieron a parar a unas puertas de oro que estaban cerradas. El capataz les guió para que entraran por una puerta mucho más discreta.

La Sala de Audiencias estaba acogiendo a un pequeño, aunque no menos lujosos por ello, banquete, participaban casi una veintena de hombres. Yuki y Konohamau intercambiaron una mirada de complicidad. Habían dado en el clavo: aquellos hombres parecían ser los líderes de todos aquellos países.

- ... Entonces, ¿estamos preparados? – Preguntó uno en mitad de su conversación
- Llevamos años preparándonos – respondió el otro.
- Pero, ¿por qué ese Nanaitsumi no da la orden?
- Hace mucho que estamos preparados – añadió otro más.

Era difícil saber quién hablaba si se tenía que servir sake y no se podía mirar a los ojos a aquellos señores.

- Caballeros, Nanaitsumi nos ha prometido grandes riquezas. Estas tierras se están marchitando y la mano de obra comienza a escasear. Invandiendo las tierras de más allá, al oeste, conseguiremos traer paz y estabilidad...
- Y lo más interesante, dinero a nuestros bolsillos.

Todos rieron el chiste

- Por supuesto, pero, ¿en serio creéis que sirve a Hashin-sama?
- Si hace falta creerlo lo creerás, Shikito.
- ¿Pero por qué íbamos a creer lo que dice? Sólo sabemos de él que vive en la antigua necrópolis, refugiado en su palacio. Sólo sale para hacer los dioses saben qué cosas.
- Tu falta de fe, resulta molesta para nuestras expectativas.
- Saldremos reforzados de esta invasión.
- Pero, ¿cuándo comenzará?
- Cunado él lo ordene, pero si tantas ganas tienes, mejor que vayas a preguntárselo a su palacio... Inzu,- se dirigió al capataz - ¿no crees que estos esclavos han molestado mi presencia ya durante más tiempo necesario.
- Sí señor, vamos malditos perros, salid de aquí y no incomodéis a los amos.

Konohamaru y Yuki salieron. Inzu les siguió pero cuando cerró la puerta del servicio se encontró con que estos habían desaparecido. Ya tenían lo que habían venido a buscar.


* * *


Una gran nube de polvo se levantaba. La roca que era el Palacio del Tsuchikage había saltado por los aires y al caer había destruido buena parte de la aldea. Había creado una cortina de polvo, muerte y sangre.

Naruto abrió los ojos y asustado gritó:

- ¡SAKURA-CHAN! ¿DÓNDE ESTÁS?

Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora