Naruto había viajado tan rápido como se le había permitido, pero llegaba tarde.
Recibió la noticia del deceso de Oonoki con tristeza. Oonoki le era muy apreciado. De todos los kages, por mucho que tratara de demostrar lo contrario, era el que más se había preocupado por él. Era un viejo testarudo, al que, sin embargo, habían cambiado dos jóvenes kages y jinchuurikis. Era extraño, pero sentía la muerte de aquel anciano muy cercana. Oonoki era el mejor ejemplo de cómo nunca era demasiado tarde para enmendar el camino.
El día en que recibió su noticia, del puño y letra de Sakura, se encontraba todavía en sus aposentos. Estaba tumbado en la cama, sin dormir. Un frío sudor que nacía en la nunca le recorría toda la espalda. No sabía si dar crédito a lo que había soñado. No era la primera vez, pero tampoco sería la última.
Lo venía constatando desde hacía mucho tiempo. Poco después de ser nombrado Hokage aquel tipo de sueños habían aparecido, aunque no era muy recurrentes. Quizás una vez cada pocos meses, pero nada que tuviera que preocuparle y lo achacaba más al exceso de trabajo que a algo que no pudiera comprender. Sin embargo, a mediad que había pasado el tiempo, la frecuencia de aquel tipo de se fue incrementando y desde hacía unos meses eran diarios, tanto que Naruto estaba asustado. En más de una ocasión había perdido la noción de la realidad y había empezado a creer que se encontraba en ellos.
El mundo de los sueños era un mundo que pertenecía en su conjunto a todos los mortales quiénes se hacían de él individualmente. Naruto tenía la sensación que aquel mundo exclusivo del que sólo él era dueño, de aquel inabarcable mundo lleno de luces, colores, recuerdos y anhelos, ya no le pertenecía. El contenido de aquel tipo de sueños era muy variado. En ocasiones volvía a aparecer en aquel lugar que tanto tiempo atrás Hiraishin le mostrara, en el Nirvana.
Aquellos sueños eran agradables, pero Naruto les temía. Era como si le dijeran que debía abandonar a Sakura. Aquel gigantesco árbol que era una forma purificada del verdadero Juubi, una forma armónica, perfecta y grácil de aquel dios árbol que habían encerrado tanto tiempo atrás los mortales. Era todo un paraíso dedicado a la paz y a la contemplación. Naruto sentía que podía perderse ahí durante horas. Y era aquello lo que más temía. En alguna ocasión, en mitad de la jornada en su despacho se había quedado absorto, totalmente abducido por aquel mundo. Naruto había viajado voluntariamente en alguna ocasión junto a Sakura, sobre todo cuando sentía que su amada sufría en sueños, pero el problema radicaba en que había dejado de ser consciente de ello y no sabía cuándo entraba porque quería y cuando su mente viajaba libremente sin atender a su voluntad.
Frente a aquellos oníricos mensajes había otro tipo que le provocaban verdadera intranquilidad. A veces sólo era la voz de una mujer gritando, llorando, parecía estar sufriendo y al final escuchaba el llanto de un niño. La voz era la de Sakura. Ya había tenido aquel sueño poco antes de que Sakura fuera atacada por Nanaitsumi. ¿Significaba que estaba embarazada y que su hijo volvía a estar en peligro?
Junto a aquellos sueños en los que auguraba a Sakura un parto complicado que prometía la muerte para su esposa, había experimentado los más extraños y los que más le alertaban. Era como si viviera otra vida. No era dueño de su cuerpo, éste se movía conforme a la voluntad de otro. Hacía cosas de muy variada naturaleza. En ocasiones se sentaba a meditar y tras largos periodos de meditación, podía sentir cómo se odiaba a sí mismo y cómo tenía ganas de matarse. En otras ocasiones se dedicaba a entrenar. Sin embargo, hiciera lo que hiciera terminaba vomitando y escupiendo sangre.
La preocupación de Naruto había llegado a niveles máximos pocas semanas antes de partir de la capital. Se encontraba en su Despacho dando pequeños pasesos en círculo. En los últimos tiempos la obsesión de encontrar la cura que Sakura necesitaba había hecho que desarrollara aquella costumbre para poder reflexionar. No supo exactamente cómo pero perdió el equilibrio y cayó al suelo mientras que se convusionaba violentamente. Él sólo podía ver lo que sus ojos hechizados le decían que viera: sus sueños. Según supo después, Shizune fue la que le encontró y tuvo que suministrarle varios calmantes. Naruto le prohibió hablar de ello cuando aquellos ataques se repitieron hasta el punto de que el Hokage empezó a temer que aquello le sucediera en una misión de campo abierto, o delante de Sakura, o de sus alumnos.
Todavía no había salido de la cama cuando Kakashi golpeó a la puerta. Había acudido a su llamada para solucionar la difícil situación que se estaba desarrollando en la capital como consecuencia de la silenciosa pugna entre Shion y sus detractores. Naruto no respondió. Seguía conmocionado.
¿Era real lo que había visto? Aquella noche el sueño en el que vivía otra vida había ido a más. Se había comportado como hacía en otras ocasiones. Había llegado a una aldea y se había cebado con los hombres de aquel clan. Había matado a muchos antes de conseguir que se rindieran. Tras aquello había regresado a su refugio, que Naruto ya conocía demasiado bien y entonces, Naruto se había quitado la máscara para lavarse la cara. En el pequeño estanque se vio a sí mismo con los ojos cargados de lágrimas. Se quitó la túnica y entonces, sobre su pecho había una máscara, con siete rostros.
- Naruto, voy a entrar – dijo finalmente Kakashi.
Abrió la puerta.
- Ser mi sensei te ha dado demasiada confianza... - comentó.
- Es un priviligeio que tengo por haberte enseñado estos años – respondió. Luego sonrió a través de su máscara – Ni siquiera siendo el Hokage te gusta madrugar.
- No me costaría madrugar si durmiera bien – le dijo.
- ¿Qué ha sucedido?
Naruto se incorporó. Dudó. Kakashi aún no sabría nada. No quería preocupar a sus seres queridos, aunque intuía que su maestro empezaba a vislumbrar que algo le sucedería. Shizune la había advertido de que le sería imposible ocultarlo indefinidamente. Naruto sólo necesitaba arrglar ciertos asuntos. No podía preocupar a Sakura, o a Kakashi, o a sus alumnos por su estado de salud.
- ¿Cómo te encuentras hoy? – se interesó Kakashi.
Una de las pocas personas con las que había tenido el valor de sincerarse había sido con Kakashi-sensei. Había estado a su lado en sus mejores y en sus peores momentos. Kakashi le había dicho que había jurado ante la tumba del Yondaime que siempre estaría para él, algo que a Naruto le hacía sentirse querido. A la vista estaba que a pesar de las noches que había compartido con algunas mujeres – sí, porque a pesar de que era extraño, Kakashi también tenía ese tipo de necesidades – nunca se había comprometido.
- Igual que ayer.- "Mal, confundido, enfadado, frustrado" respondió desganado.
Naruto se levantó y comenzó a vestirse.
- Veo que bien... Siento interrumpir tu euforia, pero, ha llegado un mensaje de Sakura.
- ¡¿Está bien?! ¡¿Le ha ocurrido algo?! – preguntó alarmado.
- Está perfectamente, o, al menos, da a entender eso en su carta. Iba dirigida a ti. – Se la entregó - Me ahorraré la parte en las que expresa su deseo de volver a tenerte dentro de ella.
El Hokage la leyó:
- ¡Ey! Aquí no dice nada ÍNTIMO... ¡Oh!, espera,- exclamó al seguir leyendo - ¿Oonoki ha muerto? El Sandaime Tsuchikage ha muerto.
- Eso dice la carta. Se requiere de tu presencia para que acudas al funeral.
- Por supuesto que iré, aunque hoy... hoy tenía una reunión con el Señor Feudal.
Kakashi le estudió con la mirada. Naruto estaba algo mosqueado con aquel tema. Ni Sakura, ni Shikamaru ni Kakashi veían con buenos ojos la amistad que mantenía con el Señor Feudal. Ninguno de ellos se fiaba del líder del País del Fuego. Naruto no era ningún estúpido cómo para no saber que su amistad con el Señor Feudal estaba basada en el interés que sentía por él. Tener de su parte al Hokage de los Dos Soles aseguraba muchas de sus decisiones, pero lo que también interesaba a Naruto: mientras que mantuviera contento al Señor Feudal éste seguiría soportando económicamente a Konoha. Pero su amistad no sólo devengaba en aquel interés monetario. El Señor Feudal y Naruto estaban construyendo un nuevo y mejor mundo. Sakura siempre le recriminaba que ayudaba a consolidarse a un tirano autoritario, pero... ¿y si eso evitaba que aparecieran más Madaras, más Nanaitsumis? ¿No sería mejor la paz bajo la autoridad de un hombre justo al que él pudiera controlar que una libertad inestable?
- Siempre cuestionáis mis decisiones en lo referente al Señor Feudal, ¿por qué esa desconfianza?
- Konoha te seguirá a la muerte Naruto. No cuestionamos tus órdenes y tus decisiones. Las acataremos, sin embargo, de quién no nos fiamos es del Señor Feudal. ¿No resulta extraño que hace diez años estuviera al borde de la muerte y aún siga capeando el temporal? ¿No resulta extraño que causara tanto revuelo por el problema sucesorio y ahora sus partidarios intenten acabar con la vida de Shion?
- Él no es responasble de lo que piensen sus partidarios.
- Pero lo tolera.
- Son sus vasallos, debe respetarlo.
- ¿Y el Hokage? ¿Es su vasallo también?
Naruto le lanzó una mirada de reproche:
- ¿Insinuas que el Hokage no es independiente?
- No insinuó nada. Me pregunto si lo es. Naruto, ni el Sandaime, ni tu padre, ni Tsunade habían colaborado tanto con este... político como tú. Te estás metiendo en un campo peligroso. La política es un campo de batalla en el que sólo vencen los que no son honestos. Tú no puedes ganarles porque nunca jugarías usando sus reglas.
- ¿Un político dices?
- Sí, te estás convirtiendo en uno de ellos. Pasas más tiempo en esta ciudad que entre tus gentes. De no ser por tus alumnos no saldrías de este maldito palacio.
- Ahora es cuando más cerca estamos de construir la paz. Puede que tu amigo se buscara morir al iniciar la guerra, pero ni Sasuke, ni mi hijo, ni Sakura merecían sufrir tanto por culpa de Obito y similares como Nanaitsumi. Este es el único camino. Si nos hermanamos. Si desaparecen las fronteras no habrá más guerras. Eso es en lo que cree el Señor Feudal.
Kakashi no pareció molestarse al escuchar aquello, aunque miró para otro lado. Luego preguntó:
- ¿Y qué lugar habrá para los shinobis y su modo de vida?
- De eso me encargo yo.
El Hokage se vestió con la túnica blanca y llameante propia de su rango y le dijo a Kakashi.
- Encárgate de la custodia de Shion... y vigila a mis tres alumnos de cerca.
- Se hará cómo el Hokage ordene.
Iba a dejar la vuelta cuando reconoció que había sido muy duro con su maestro, con el único que le había estado apoyando durante todo el tiempo. No lo entendía. Ninguno de sus más cercanos amigos lo entendía. Shikamaru era inteligente, pero estaba obcecado por proteger al rey que le confió Asuma. Sakura seguía empeñada en ver las cosas de una manera idealista. Claro que no sería necesaria ninguna autoridad, pero si el hombre fuese bueno no existirían ninjas. Lo que más le dolía era que Kakashi no le comprendiera. Ambos habían perdido a sus mejores amigos en la guerra, él había perdido, de hecho, a su mejor amigo, a uno de sus alumnos y previamente a su maestro.
- Kakashi-sensei, yo... - dijo dándose la vuelta. Ya no estaba.
"Yo no estoy bien. No sé qué me pasa."
Naruto se dirigió hasta los aposentos del Señor del País del Fuego. Para su fastidio el Señor se encontraba dando despacho a asuntos de la Corte y no podía atenderle. En más de una ocasión le había hecho lo mismo. Al Señor Feudal le gustaba aparentar que estaba por encima del Hokage y podía hacerle esperar cuanto quisiera.
Se asomó a la ventana y pudo ver a Kakashi y a sus tres alumnos entrenando. Sintió nostalgia por los tiempos pasados. Así pasaron varias horas. El inicial entrenamiento de ver a Kakashi interactuar con sus discípulos pronto fue reemplazado por la persistente preocupación por Sakura, por la aldea y por sí mismo. ¿Qué significarían aquellos sueños?
Al mediodía las puertas se abrieron y salió el Señor Feudal acompañado de su pequeña corte de funcionarios, aduladores y conspiradores. Naruto había tenido que trabajar intensamente los días anteriores para desenmascarar a los que estaban contra él. Ahora la prisión era su nuevo hogar, aunque intuía que surgirían más. Lo más destacable de aquellos que oponían resistencia al Señor Feudal es que no eran de otros países pequeños, sino del propio País del Fuego. A todos menos a los propios habitantes del País les parecía bien la idea de crear una Confederación.
- Hokage-dono... Lamento haberos hecho esperar.
- No tenéis que disculparos, vuestra excelencia – "Es cierto, Naruto Uzumaki, hablas ya como un político" le dijo una malvada vocecilla en su interior. - ¿Qué asuntos teníais que tratar conmigo?
- ¡Ah!, ¡sí, sí! Ahora no me apetece continuar con este trabajo... He sido invitado al estreno de la obra teatral del gran Ietesu ink: el ninja que me clavó su katana.
- Majestad, lamento tener que insistir, pero hay asuntos que me reclaman lejos de la capital y me gustaría antes abordar esos asuntos que me indicabais que eran de gran importancia.
- ¡Ya lo tengo! ¿Por qué no me acompañáis? El pueblo siempre habla de vos y nunca os mostraréis en actos públicos. Acompañadme y demos solución a estos asuntos.
Naruto suspiró.
- Como propongáis. Aunque acudiré por mi cuenta. Tras la actuación partiré hacia Iwagakure para responder a los asuntos que me reclaman.
- Oh, sí, sí, perfecto. Os esperaré en el palco real.
- Esperadme allí, señoría.
El soberano se marchó. Naruto le imitó y decidió acudir a visitar a sus alumnos y a su maestro. No podía demorarse más. El viaje a Iwa le llevaría tiempo, incluso desde la Capital del País del Fuego. Si partía para después del mediodía, quizás, a medianoche se encontrara presentando sus respetos al Tsuchikage.
- ¡Naruto-sensei! – Exclamó Hikaru cuando le vio.
Los tres estaban entrenando en el jardín. Se encontraban realizando la difícil prueba de intentar caminar por el agua. Sora ya lo conseguía y ahora leía tumbado a la sombra de un árbol. Yuna estaba sentada tomando el sol. Hikaru tenían completamente la ropa mojada. Era el único de los tres que partía de cero en el estudio del control del chackra. Naruto recordó por un instante a Ebizou-sensei y a Jiraiya.
- ¿Alguna misión interesante?
- Para vosotros sí. Para mí no – respondió obligándose a sonreír, aunque no tenía ánimos.- He de partir a Iwagakure, por eso quiero que os quedéis junto con Kakashi. Los tres, pero en especial, tú, Hikaru, obedecedle más que a mí, él no tiene tanta paciencia con niños hiperactivos y bocazas.
- Es cierto, la que tenía se me agotó con el último.
- Si Kakashi ordena algo cumplidlo y no os lo cuestionéis.
- Sí, sensei – dijeron los tres.
- Kakashi-sensei, ¿puedes acompañarme, por favor?
- A las órdenes del Hokage, que siempre lo sabe todo.
"Vale, ésa me la he ganado" admitió.
- Vosotros tres – dijo una vez más antes de despedirse.
- ¡Que sí! ¡Nada de meternos en problemas! ¡Oído cocina!
Hikaru le arrancó una sonrisa.
- Tengo preparada para vosotros una sorpresa cuando vuelva – les prometió.
- Que sí, vete ya, ¡pesado!
Kakashi y él comenzaron a andar por el jardín, en dirección a la puerta principal. La vida en palacio, suntuosa y llena de comodidades, era una vida tranquila. Los jardineros se encargaban de mantener en perfecta armonía las posesiones del Señor, los mayordomos y criadas se encargan de que no faltara nada y había una pequeño grupo de bailarinas, músicos y demás artistas para entretenimiento de la corte.
- Sensei, perdóname.
- El Hokage no debe pedir perdón... al igual que no debe hacer nada para que se imponga tal obligación.
- No estoy pasando por un buen momento.
- Creía que tus problemas con Sakura ya los habías arreglado... Y sea como fuere, tienes responsabilidades más allá de tu matrimonio. Eso es ser Hokage, no sólo lucir un rostro de piedra en la gran montaña.
- Lo sé... Sensei tengo sueños extraños. No es por falta de sueño por lo que ando de un humor tan agrio. Esos sueños me perturban. Me intranquilizan.
Kakashi alzo una ceja, interesado mientras Naruto le explicaba qué le ocurría. Escuchaba serio, y en su rostro se iba dibujando la sombra de la preocupación.
- No quería molestaros con estas cosas, pero...
- Te ocurre desde hace mucho tiempo. Tenías que habérmelo dicho antes... ¿Dices que es como si vivieras otra vida y que en el sueño de anoche te pudiste ver a ti con la máscara de Nanaitsumi en el pecho?
- Sí. Esos sueños, en los que vivo como si fuera Nanaitsumi son muy reales. Puedo sentir como la ira o la locura me embarga. Siento que me odio a mi mismo... Pero sé que maté a Nanaitsumi. Lo comprobé. Nadie podría sobrevivir al Tayton Rasen Nitayo.
- Sí, yo estaba contigo cuando lo comprobamos... - Kakasi se quedó pensando.- Naruto, ¿tus padres qué te dijeron sobre el día en que naciste?
- Lo que hizo Obito, ¿por qué?
- Nada... Investigaré eso que me cuentas. Puede que Jiraiya-sama hubiera sabido la respuesta. Haré por averiguarlo. Aunque dudo que aquí pueda encontrar algo.
- ¿Qué crees que es?
- Hablaremos cuando regreses. Debo estar seguro antes. – Luego sonrió, si debajo de la tela era posible. - Ve, encuéntrate con Sakura y aprovechad que estaréis algunas noches solos.
Naruto no pudo evitar enrojecer de vergüenza. Seguía siendo incómodo que su sensei le diera consejos de aquella índole. Entonces, no supo bien por qué, como si algo le dijera que no le iba a volver a ver, por vez primera, Naruto abrazó a su maestro. Kakashi se sorprendió, pero correspondió su abrazo. No estaba bien visto que dos hombres se unieran en un abrazo, pero aquellos dos hombres habían vivido muchas aventuras juntas. El padre de uno enseñó al otro y éste había enseñado al hijo de su maestro.
- Naruto, yo creo en ti. Tu padre estaría orgulloso de ver el Hokage en que te has convertido – se despidió.
Unos soldados acompañaron a Naruto hasta el teatro donde le esperaba el Señor Feudal. La ciudad seguía viva como siempre, una ingente cantidad de personas que iban de un lado a otro sin fijarse en quienes caminaban junto a ellos. Aquel sitio era el ideal para perpetrar algún tipo de ataque. El gran problema del tamaño de la Ciudad Capital era precisamente aquél. El crimen era mucho más difícil de impedir y más cuando los asesinos eran ninjas.
El teatro era casi tan grande como el Templo del Sol donde siete años atrás se había casado oficialmente con Sakura. Estaba abarrotado. La gente salía y entraba de sus respectivas tribunas. Había un gran bullicio en el exterior, mientras que el interior estaba totalmente callado, atendiendo a la representación. Naruto se había entretenido más de la cuenta. Ya había comenzado la función.
Los guardias le escoltaron hasta el Palco Real. Éste estaba ocupado por el Señor Feudal que no paraba de abanicarse y por el resto de su corte. Le habían reservado un sitio junto al soberano.
La función avanzaba lentamente, pero Naruto tenía más la mente en Iwa y en Sakura que en aquel lugar. "No hay mejores sitios en el mundo que un teatro para despachar este tipo de asuntos" se quejó enfadado. Parecía que tuviera la intención de retenerle.
- Hokage-dono, te mandé llamar porque me gustaría que me informaras sobre cómo se desempeña la misión de espionaje en el este.
- Mis hombres llegaron hacen un par de días a la capital del País del Sol. No he recibido más informes.
- Comprendo.
Una de las actrices comenzó a interpretar parte de su diálogo mediante largas frases mitad entonadas mitad habladas. Era fácil de entender, aunque a Naruto le gustaba más el rap de Bee-oba-san.
- Me gustaría que intensificarais los esfuerzos de la Confederación.
- ¿A qué os referís?
- No sólo Konoha debería investigar qué sucede más allá del mar.
- El Hokage no puede obligar a los otros kages a enviar a sus efectivos. Mi poder no se extiende más allá de nuestras fronteras- le replicó Naruto.
- Creo recordar, estimado Hokage-dono, que Suna y Kiri ya formaban parte y que Iwa había pedido la incorporación a la Confederación de Naciones. Si es así, yo soy quien tiene potestad, ¿no?
- Sí, eso es cierto...
- Y si yo os mando que enviéis hombres de Kiri y de Suna, ¿no es mi voluntad como Líder la que se debe cumplir? ¿No dice acaso eso el pacto que firmamos todos los líderes civiles? ¿No queremos una integridad y una unión bajo mi mando? ¿A caso no es nuestro país el más rico y poderoso como para exigir más docilidad?
- No me cuestiono tales cosas. Yo lucho por la paz y la Confederación es el camino. Pero los kages son cinco y también... - se opuso Naruto – se estableció que nosotros cinco decidiríamos los asuntos militares y enviar equipos de espionaje es una decisión que corresponde a cada aldea.
El Señor del País del Fuego pareció contrariado. En ese momento, el giro dramático hizo que todos en la sala soltaran una exclamación.
- Sí, claro. No es mi intención posicionaros en contra de vuestros colegas, Hokage-dono.
- Ni yo digo que lo sea.
- Sin embargo, hace falta unidad de mando.
- Y esa potestad es del Yondaime Raikage. Él es el líder supremo de la Alianza Shinobi.
- ¿Aún sigue existiendo? Creía que la guerra había terminado.
- Que no haya motivos para pelear no quiere decir que no debamos mantenernos unidos.
- Excelente filosofía la vuestra, Hokage-dono... Me recordáis a las leyendas que hablan de Rikoudou Sennin.
- Alguna vez me lo han comentado.
- Ambos buscáis la paz y ninguno la encontraréis... si no trabajamos juntos y caemos en los mismos errores.
- ¿Errores? ¿Es que acaso conocisteis al Sabio? – bromeó Naruto.
Por un momento, el Señor del País del Fuego pareció estar muy serio. Luego se rio, con voz queda, casi sin energías, como habituaba.
- No, no, no. – Movió su abanico amaneradamente. – Lo poco que sé es por la rumorología que se puso de moda tras la Cuarta Gran Guerra Ninja... Se dice que el Sabio llegó a tener dos hijos, aunque algunos elevan este número a siete.
Los actores se fundieron en un tórrido abrazo. El guerrero partía a la guerra y la princesa temía no volver a verlo. Naruto no estaba entendiendo nada de aquella obra.
- El mayor de ellos heredó sus ojos y su poder para controlar la mente, sin embargo, el Sabio dejó su camino, su chackra y su voluntad al segundo. Ambos hermanos entraron en guerra y sus hijos, nietos y descendientes llegaron hasta nuestro tiempo guerreando. Se dice que el mayor de los hermanos era capaz de ver en el tiempo y que había desarrollado sus... ¿cómo llamáis los ninjas al poder para engañar la mente?
- Genjutsu – corraboró Naruto.
- Y que sus genjutsus habían burlado a la muerte. Se decía que controlaba el poder de la vida y de la muerte.
- Sí era hijo del Sabio, después de lo que he visto, no me parecería extraño.
- Pero no lo hacía empleando los ojos de su padre. Usarlos, dicen, le agotaba hasta tal punto que debía encamar durante meses. Su poder era ilimitado, propio de un dios, al contrario que su cuerpo mortal. Por ello desarrolló unas técnicas prohibidas, que nadie conoce, pero que le hicieron entrar en guerra con sus seis hermanos, dicen las otras leyendas.
- Sois muy instruido en leyendas.
- Tengo mis aficiones – reconoció.
- Será un placer escucharlas y que me adiestráis en su conocimiento.
- Por supuesto, vos mismo me lo pediréis – sonrió amablemente.
Naruto le sonrió, se acomodó e intentó disfrutar de aquella tediosa obra. El Señor del País del Fuego no volvió a dirigirse a él en aquellos términos, aunque sí que comentó los aspectos que más le divertían o que más le ensalzaban el apocado ánimo que le caracterizaba.
A mitad de tarde, tras tres actos, la representación terminó. Naruto se despidió de su regio amigo. Por desgracia, Sakura no llevaba ninguno de los kunais que había heredado del Yondaime Hokage. Tuvo que realizar el viaje por sí solo. No temía que ningún enemigo le atacara, sí que le asustaba la idea de perder el conocimiento como le había ocurrido en su despacho.
Se empleó a fondo. Por suerte, no había perdido su excelente forma física y había ganado en velocidad. Aquella distancia era imposible de recorrer normalmente en menos de una semana.
Había pasado casi la media noche cuando por fin avistó el paisaje tan característico de aquel país. Recorrió las galerías que sólo unos pocos extranjeros conocían y terminó adentrándose en Iwagakure, que no distaba mucho de cómo eran las otras aldeas.
Naruto relajó el paso y anduvo lentamente. Los guardianes, que estaban de luto, le saludaron respetuosamente al entrar dentro del recinto amurallado – cuya muralla eran las propias montañas – A lo lejos pudo ver a Sakura que caminaba rápidamente, como si buscara a alguien.
"Voy a darle una sorpresa, igual ya sabe que vengo". Naruto miró hacia otro lado sin perderla de vista, procurando chocarse con ella. La chica iba distraída buscando a alguien con la mirada.
- Perdón – se disculpó intentando sin reparar en él.
- Esperaba algo más efusivo, algo como: te he echado de manos, dattebayo.
- ¡Naruto! – exclamó sorprendida.
- Algo así, sí – Naruto le devolvió una gran sonrisa.
La besó y se abrazaron. Naruto disfrutó de aquel abrazo. ¡Cuánto la había echado de menos! También deseaba estar junto a ella en todo momento. De hecho, sólo cuando estaba junto a Sakura volvía a sentirse tan bien como antes.
- Parecía que estuvieras persiguiendo al mismísimo diablo, ¿qué hacías?
Ella reflexionó por un segundo antes de responder
- Me dijeron que venías y quería recibirte en persona. Alguien debe informarte de que tus colegas han llegado – Sakura apretó el puño. Aquello era una señal que tenían. No era de buen gusto golpear al Hokage en público. Cuando Naruto hacía algo que a Sakura no le gustaba ésta apretaba el puño y le sonreía. El castigo solía ser peor.
- Esta vez estoy justificado. Han ocurrido ciertos... sucesos en la Capital. Tuve que poner orden.
- ¿Algo grave?
- Sí... Política. Ya te pondré al día.
- Por eso has venido solo, o, tus tres alumnos están en la posada.
- He venido solo. Le encargué a Kakashi que me relevara en mis obligaciones en la capital. ¡Aunque antes tengo que hacer otra cosa que me muero de ganas por hacer, dattebayo!
Naruto la cogió con firmeza y antes de que se pudieran besar... Escucharon un gran ruido. Algo explotaba a lo lejos. Miraron al cielo. La muerte caía sobre ellos. El Palacio del Tsuchikage caía sobre toda la aldea y nadie podía evitarlo. Naruto cerró los ojos para liberar el chackra del Kurama, para adoptar su forma y amortiguar el golpe.
Sin embargo, sin ni siquiera ponerse en contacto con su amigo más íntimo, la vista se le nubló y cayó desmayado al suelo.
Escuchó cómo Sakura gritaba su nombre y le cogía entre sus brazos. Era demasiado tarde, la destrucción caía sobre ellos. A su paso no dejaba nada. Era igual que una gigantesca canica que aplastaba conforme rodaba a las insignificantes hormigas que eran ellos.
* * *
Una gran nube de polvo se levantaba. La roca que era el Palacio del Tsuchikage había saltado por los aires y al caer había destruido buena parte de la aldea. Había creado una cortina de polvo, muerte y sangre.
Naruto abrió los ojos y asustado gritó:
- ¡SAKURA-CHAN! ¿DÓNDE ESTÁS?
- ¡AQUÍ! – gritó.
El Hokage se puso en pie. Pudo ver cómo Sakura atendía a unas personas que estaban inconscientes, muy cerca de ellos. Por cada muerto había cinco heridos y Naruto veía muchos cadáveres. Echó a andar y se notó el tobillo lastimado y un par de costillas rotas.
- ¡No te muevas, a penas te he dado el tratamiento básico! Esperaba que el chackra de Kurama te ayudara.
- Tengo que ver al hijo del Tsuchikage.
- ¿Por qué?
- Porque acabo de soñar que liberaba al prisionero número once.
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Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)
AdventureTras la 4ª Gran Guerra Ninja, los grandes países comienzan a construir la paz. Sasuke, Tsunade y muchos más han caído en la última batalla. La historia comienza cuando Naruto es nombrado como Hokage en la llamada Plaza de la Paz, una gran construcci...