EL MONJE, EL FANTASMA Y EL PEREGRINO

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El peregrino se despertó.

Abrió los ojos, lentamente. Estaba tumbado en un cómodo colchón. Ya no sentía el apabullante calor del desierto. Estaba en un lugar oscuro, bastante amplio, húmedo y con una temperatura algo baja. Estaba tapado con una manta y sentía la presión de unas vendas que habían sido colocadas en torno a la cabeza.'Le costó que sus ojos se adaptaran a la oscuridad del lugar, pero pronto empezó a distinguir las formas, no los colores, todo era negro oscuro, o como mucho negro claro.

"Un ninja tiene más sentidos aparte de sus ojos" pensó. Los cerró, no para dejar de emplear su vista, porque realmente la diferencia era nula, sino para concentrarse. El primero de los otros cinco sentidos en agudizarse fue el oído. Al principio sólo escuchó dos sonidos: uno grave e intermitente, el de su corazón; y otro agudo y constante, el de su sistema nervioso. Pronto dejó de escucharlos. Le llegó el sonido del silencio interrumpido por un continuo y espaciado goteo.

El olfato fue el siguiente. El olor a humedad y a cerrado lo impregnaba todo, aunque podía percibir un delicado aroma... Le parecía alguna de las hierbas que cultivaban en el País del Té. "A ella le relajaba tomar té rojo..." Esperaba que se encontrara bien. Estaban preparando té y el sonido de la tetera hirviendo le avisó de que ya estaba.

El viajero seguía con los ojos cerrados. No estaba solo.

Era un shinobi, uno de los mejores le había dicho su maestra hacía poco más de diez años, cuando se empeñó en abandonar su aldea para seguir una quimera. Al principio se había sentido orgulloso. Ese orgullo le había hecho querer conocer sus orígenes. Había estado apunto de morir en un sinfín de ocasiones, pero la última, la desesperada travesía por el desierto se había mostrado como la más cercana a la muerte.

Se concentró y empezó a reunir su chackra. Se llevó una gran sorpresa al notarlo totalmente recuperado. "O he pasado mucho tiempo aquí abajo o sorprendentemente ha crecido en poco tiempo". No era un experto en las habilidades sensoriales, pero conocía las técnicas básicas para poder sentir al enemigo. Pudo sentir dos chackras, ambos poderosos, aunque uno lleno de luz y otro algo más oscuro. Si tuviera que definir sus colores, uno sería dorado y el otro sería gris.

Pudo escuchar una puerta abrirse. Abrió los ojos y pudo ver la débil luz de un candil. Escuchó el sonido de un bastón al caminar. Pasos cortos y lentos. El sonido de una larga túnica arrastrar le indicó que podía tratarse de una persona muy pequeña. Se acercó hasta donde se encontra él y le alumbró con la luz del candil.

- ¡Oh, despertarte veo que has! Quieto quédate, el vendaje de tu cabeza cambiar debo. Recostarte no debes. Vamos, vamos.

El peregrino le hizo caso y se incorporó. Pudo contemplarle algo mejor. Era un anciano muy arrugado, casi parecía tener los ojos cerrados debido a los innumerables surcos que recorrían su rostro. Su vocecilla era agradable, aunque parecía muy cansada.

- ¿Tu nombre cuál es? –Le preguntó mientras que empezaba a quitarle la venda.
- Izumi... - respondió con voz queda. "Un shinobi no revela su nombre" Sin embargo, sintió la necesidad de decírselo. – Izumi Shion
- Encantado, alguien como tú hacía mucho que esperaba – le saludó. Cuando la venda se despegó de la carne y de la sangre seca, Izumi sintió un dolor en la frente. No pudo evitar quejarse – Agradecido debes estar a Naruto, él fue quien te encontró.
- ¿Eres Naruto? ¿Tenía entendido que era alguien más joven que yo? – le preguntó Izumi
- Oh, no, no, claro que no. Al hijo del Yondaime Hokage no referirme era mi itención. Mi discípulo y amigo, Naruto prefiere ser llamado.
- ¿Quién es en realidad?
- Sólo saberlo de él puedes.
- Ah... ¿Cuál es tu nombre, anciano? – le preguntó.
- Oh... Pues... Tanto hace que no lo uso que olvidado lo he, pero, Lloda Naruto me llama.
- ¿Lloda? ¿Cómo el bicho de las películas?
- ¿Qué una película es?
- Ya lo entiendo... Prefiero llamarte anciano.
- Verdad es. Muchos años vivido he.

El anciano puso una de sus manos encima y empezó a dejar fluir algo de su chackra. Izumi sintió el frío y seco tacto de la madera. Reparó en que su brazo era de madera, al menos, ese brazo, el otro parecía normal. La réplica de madera era tan perfecta que no lo parecía a simple vista.

- ¿Cuándo me encontrastéis? – quiso saber Izumi.
- Recordarlo me cuesta, pero bastante tiempo pasado ha. Un par de días... ¿o semanas?
- ¿Qué ocurrió?
- Según Naruto dijo: por un escorpió atacado fuiste. Los que moran en este desierto, más grande que los normales son. Haberlo sabido deberías. Esto entre tus aposentos encontramos – dijo sacando una pluma de una funda de tela, confeccionada con los jirones de su capa - ¿Sabes lo que es?

Izumi negó... Vagamente recordaba el rostro enmascarado de quien se la había entregado.

- Un arma de doble filo es. La vida concede a cualquiera. Una a cambio de otra. Un precio por utilizarlas se ha de pagar. Una pluma de Fennisuku. ¿De quién la recibiste?
- ¿Fennisuku? ¿El ave fénix de la leyenda de los cinco hermanos?
- ¡Oh! ¡Ver puedo que la conoces! ¡En efecto, en efecto!
- Pues he de daros las gracias, entonces – reconoció. "¿Así que intentaste matarme, maldito cabrón enmascarado?" pensó enfadado.
- Aceptar debemos – se rió – Para ti esta infusión preparado he. Beberla deberías. Bien te hará.

El anciano le pasó una taza de barro. Estaba caliente y olía muy bien. Al respirar aquel vapor aromática se acordó de ella, de cuánto la quería y de lo estúpido que había sido. Sólo esperaba no haberlo estropeado todo. Sin embargo, él dejo su aldea por una misión y ahora creía estar cerca de ello. No se trataba de una misión para su hogar, sino para él. Para encontrarse a sí mismo.

- ¿Dónde estamos? – dijo tras dar el primer sorbo.

El anciano se rió.

- Donde siempre querido has: en el lugar donde las respuestas hallar
- Eres bastante enigmático en tus respuestas – le respondió, algo molesto.
- Y tú bastante certero en tus cuestiones. En el Templo de Fennisuku estamos. En uno de los tres que quedan.
- Hace años que dejé de interesarme por ellos. Creía que estábamos en Tenshikamigakure.
- Vaya, hacía mucho que ese nombre mis oídos no escuchaba... Mucha es la distancia que de tal enclave nos separa, aunque poco falta para esta fase completar.
- ¿Fase, camino? He estado a punto de morir en el desierto. Llevo buscando esa ciudad durante un año tras haber pasado otros nueve dando vueltas por el mundo intentando dar con alguna pista sobre mis orígenes. Me hablas de fases y de caminos cuando acabo de despertar. Estoy confuso.
- No aguardar preocupación debes. Este té ayudarte debe.
- ¿Es algún tipo de droga?
- No, exactamente. No perjudicial. Aportarte beneficios sólo podrá el té de la verdad. Tres días tomándolo llevas. ¿Notado algo has?

Izumi se quedó pensando durante un rato. ¿Qué había sentido en esos tres días decía el anciano? Era la primera vez que le decía que llevaba tres días tomando esa bebida. No lo recordaba. Creía haberse despertado. Quizás hubiera estado delirante, en un estado de inconsciencia. O quizás le habían drogado y le habían hecho confundirse. Todo era más confuso de lo que parecía.

De repente empezó a recordar sus sueños. Sólo eran imágenes inconexas, sin sentido, aunque de repente entendió que escondían un mensaje. El té de la verdad debía incitar al subconsciente de realizar su trabajo. Todas las ideas y todos los recuerdos y experiencias propias como de sus ancestros parecían entremezclarse. Siempre le habían dicho que uno era uno y todos los que le habían precedido.

- Sueño, he tenido sueños – respondió finalmente.
- Sí, ¿aunque muy reales para ser sueños, quizás?
- ¿Qué es esta bebida, sabio anciano? – le preguntó.
- Té de la verdad. Ya no quedan las especias y las hojas necesarias para elaborarlo poder. Tiempo ha que desaparecieron, casi tanto como nuestro sol.
- Si bebo más de eso, ¿podré recordarlo?
- No es mi cometido responder a eso, aunque sí el tuyo decidir si beberlo.
Izumi bebió, no muy convencido.

- ¿Por qué me has ayudado tanto? – le preguntó.
- No, Izumi, el que ayudarnos nos ha tú eres. Pero antes, recordar debes, sólo así, la ruta empezar podrás. Ahora dormir debes. Vendré a buscarte cuando hayas terminado
- Terminado de qué...

Pero los ojos le pesaban y volvía a tener sueño. Mucho sueño... Cerró los ojos y se recostó. Escuchó cómo el anciano le decía unas ininteligibles palabras

Izumi comenzó a revivir toda su vida, desde el último momento hasta al primero.

Había vivido durante diez años buscando un sueño, un sueño que había descubierto que se llamaba Tenshikamigakure. La idea apareció en su cabeza a raíz de la muerte de su padre, quien, en último momento, le pidió que encontrara su pasado y recuperara su legado, la herencia de sus padres. Aquella idea arraigó en él y le obligó a abandonar su aldea, poco antes de que comenzara la Cuarta Gran Guerra Ninja.

Miles de buenos shinobis lucharon al amparo de una misma causa durante aquel sangriento conflicto portando un mismo emblema. Él perdió todo su honor. Todo el mundo le juzgó como un cobarde cuando abandonó el lugar en el que nació. Únicamente su maestra, la mujer a la que amaba, a la que ahora sabía que amaba, le entendió y le concedió el permiso. Nadie más supo de su misión.

Sólo contaba con una pista cuando dejó atrás la bruma que protegía su hogar: seguir al sol. Eso era lo que decía el lema de su clan. Nunca lo había entendido, pero su madre le había dicho que durante generaciones, los hombres del clan se habían preocupado por hacerlo, que era su principal consigna. El clan Shion había quedado bastante menguado tras las purgas del anterior líder, hasta el punto en el que él se había convertido en el último. El último de un clan con una misión imposible y un objetivo inalcanzable.

Mientras que Naruto, Sakura, Sasuke, los espíritus de los revividos Hokages y los supervivientes libraban la batalla final él se encaminó al oeste: siguiendo al sol que se ponía. Antes de acabar la que pensaba una misión que no podía se eterna llegaron noticias del campo de batalla que había dejado a sus espaldas: la Alianza Shinobi había vencido, aunque había pagado un gran precio para lograr su triunfo.

Incansable, Izumi viajó hasta los confines del mundo y sólo pudo ser testigo del fin del mundo. Un gran horizonte sobre el que se elevaban nubes blancas fue lo único que encontró cuando la tierra terminó, tras haber pasado por valles, montañas, desiertos, eriales, bosques, ríos, largos, pantanos, ciénagas, ciudades, castillos, aldeas y un sinfín más de lugares. Llegó al fin del mundo y la respuesta a su búsqueda fue sencilla. Nada.

Empleó en aquella empresa más de dos años de su vida. Durante un tiempo se dio por vencido y reemprendió el camino de vuelta al hogar. No siguió la misma rutra. Decidió continuar por un camino diferente, algo que supusiera un reto, una novedad. Quizás fue la primera decisión que aceptó. Por el camino le conoció a él.

Fue su salvador. Realmente no se dio la situación que pusiera en peligro su vida como para deberle la vida a un desconocido. Él era un shinobi bastante fuerte, no en vano, ella había sido su maestra. Sin embargo, sí que la salvó la vida porque le mostró el camino. Se hacía llamar Menma y, quizás su clan tuviera razón, vestía con una túnica blanca con un sol dorado. El sol que siempre había buscado el clan Shion y que escondía la verdadera razón que su padre y todo su clan siempre habían buscado.

Menma fue quien le abrió los ojos y quién le dijo lo que debía buscar: Tenshikamigakure. En aquel lugar se encontraba el destino final. "Pero, no será fácil" le advirtió. Efectivamente no lo fue.

Tenshikamigakure o la aldea sagrada escondida entre los ángeles, con aquél pretencioso nombre, se hallaba el lugar en el que todo se inició: el Palacio de los Seis Caminos. Menma le contó una interesante leyenda que le pareció bastante improbable aunque le mostró evidencias que le hicieron creer en la existencia de aquel lugar.

Con una nueva esperanza y creyendo que lo que buscaba su padre, y el padre de su padre, y el padre del padre de su padre y así todos los hombres y mujeres del Clan Shion era algo que había escondido en aquél lugar, Izumi reemprendió el viaje. Desde el País del Hierro, dodne conoció a Menma viajó hasta el otro confín del mundo. Aunque no viajó en línea recta.

Su benefactor de desconocido rostro que siempre ocultaba con una máscara de siete rostros, le explicó que el camino a Tenshikamigakure estaba protegido. Sus moradores habían dejado el lugar protegido, hasta el punto de que para poder encontrarlo era necesario un mapa especial. Aquel mapa se convirtió en un objetivo para conseguir otras metas.

Izumi buscó aquel mapa durante unos largos seis años. Menma no le dio más información. Siempre supo que guardaba algo más, que sabía más de lo que decía, pero le ayudó mucho. Únicamente el exigió llevar consigo una pluma, una pluma roja. No tenía ningún veneno, era experto en identificarlos, y tampoco tenía ningún jutsu. Aceptó la pluma y con ella entre sus pertenencias recorrió el mundo.

Lo encontró. Aquél segundo viaje no fue tan fácil como el primero. Según descubrió, no era el único que perseguía el fantasma del pasdo. Tuvo que enfrentarse a guerreros y shinobis que también buscaban aquel mapa y daban palos de ciego, sin tener más pista que la obligación de encontrar una tumba, aunque tumba no era la palabra más adecuada para poder definir aquel lugar que visitó, porque era una ciudad cuyos únicos habitantes eran los muertos que dormían en sus lechos de piedra. La llamaban la necrópolis de los diez mil hijos del dragón.

Izumi paseó entre sus escombror, que el tiempo se había encargado de crear. Pudo ver un ejército de piedra protegiendo las calles, perfectamente alineado. Vestían armaduras clásicas, las que empleaban los shinobis de hacía miles de años. Estaban organizados en batallones perfectamente establecidos, con sus capitanes, sus estandartes. Había samuráis, guerreros, lanceros, arqueros, carros y cuerpos de caballería. Formaban a la espera de entrar en batalla, aunque eso nunca sucedería. Aquel ejército sólo protegía una ciudad de muertos, oculta en las montañas, en la cual aguardaba el mapa que tanto había buscado.

El shinobi del clan Shion allí encontró las pruebas de que Menma le había engañado, o no le había dicho la verdad. Había más buscándolo y se daba cuenta de que le había utilizado para encontrarlo. Tuvo que enfrentarse a una docena de ninjas. Izumi rememoró el combate con claridad meridiana. Había sido un duelo a muerte donde los muertos habían sido testigo de impresionantes jutsus. Sin embargo, él era discípulo de uno de los cinco kages, no en vano, era de los mejores shinobis de su aldea. Fue combate difícil pero finalmente consiguió derrotarles.

Al último de sus atacantes le sacó la verdad: aquello no era un mapa, o no uno cómo podía esperarse. Era un jutsu que mostraba el camino, pero sólo unos nómadas del desierto del sur eran capaces de emplearlo. Aquello fue lo que le movió a viajar durante dos años de norte a sur, de nuevo atravesando medio mundo.

No supo por qué, pero empezó a notarse cansado. Imaginó en ese momento que debía ser po cansancio acumulado. Anduvo durante horas, las horas se convirtieron en días, los días en semanas, las semanas en meses y los meses en dos años hasta que buscando a los nómadas cayó ante el desierto.

Después despertó en aquel lugar. Aquello diez años los revivió en sentido inverso, cayó en sentido inverso en mitad del desierto, desanduvo sus pasos recorriendo montañas, valles, ríos, lagos, bosques, llanuras, eriales, pantanos, ciénagas en el orden contrario al que lo había hecho realmente. Luchó en la necrópolis. La exploró. Viajó por medio mundo. Memma le explicó qué podía buscar. Le conoció. Escapó de la guerra. Se despidió de su maestra. Vio revivir a su padre para que éste le diera una última misión. Revivió los últimos veinte años de su vida en sentido inverso hasta que dejó de tener conciencia.

Los efectos del té de la verdad se hicieron mucho más fuertes. Desaparecieron sus recuerdos y sólo quedó una informe masa de oscuridad. Nada más que pequeñas chispas de luz. Sin embargo, empezaron a reaccionar y a interactuar. Saltaban de un lado a otro y pudo vivir los recuerdos de su padre, los recuerdos de su abuelo, de su bisabuelo y cada vez se iba remontando en su línea genealógica. Iba saltando de las vidas de hombres a las de mujeres y siempre en sentido ascendente.

Cada vez era más rápido. No comprendía ni una centésima parte de lo que vivía. Aquellas vidas que no le pertenecían pasaban a la velocidad misma de la luz. Estaba viajando en el tiempo sin cambiar de realidad. Cada vez los recuerdos eran mucho más confusos hasta que se detuvo en la vida de su primer ancestro. Escuchó un dragón rugir. Pudo ver la verdad de aquel mundo a través de seis prismas. Pudo escuchar el canto de un ave, un canto que nunca había imaginado y empezó a arder, a ser devorado por el fuego.

Izumi abrió los ojos de repente. Se levantó jadeando. Estaba completamente sudado.

- Más de lo que esperaba tardado has. Por poco obligarnos casi a llevarte todavía bajo los efectos del té de la verdad – dijo el anciano.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado?
- Más del necesario. Retrasado nos hemos, el enemigo ventaja vuelto a sacar nos ha.
- ¿Enemigo? ¿Contra quién se supone que lucho?
- ¿Has descubierto algo? – le respondió con una pregunta.
- Sí... Creo que he descubierto lo que mi padre quería...
- ¡Oh! Eso excelente es...

La puerta se abrió de golpe. Izumi miró a la figura que se recortaba contra la luz. Debía ser el tal Naruto. Inmediatamente reparó en sus ojos y su doujutsu.

- ¡La oscuridad! ¡La osucirdad ya viene! ¡Coged vuestras cosas! ¡Hemos de irnos!
- ¿Oscuridad? ¿Qué oscuridad? ¿Qué sucede? – Izumi estaba confundido - ¿Nos atacan? ¿Son ellos el enemigo, anciano?
- Tiempo para explicaciones habrá más adelante. Apurar al máximo no debimos. Naruto, ayuda a Izumi.
- ¡Esperad, nos he dicho si quiero ir con vosotros! – exigió.
- Lo decidirás cuando hayamos abandonado este lugar – replicó severa la figura desde la puerta.

Se acercó hasta ellos. Quien respondía ante el nombre de Naruto cogió las pertenencias de Izumi. Se cargó con su mochila y con el equipo del anciano y sólo dijo: "ya". El anciano les dio a cada uno su mano y desaparecieron entre el espacio y el tiempo.


* * *


Una figura encapuchada con una túnica blanca sin más signos que un sol dorado se inclinó ante una construcción de ébano, negra ricamente adornada. Era una especie de templete. Estaba elevado sobre una plataforma de un metro de altura a la cual se subía por dos escaleras laterales. En sus bajos había retratadas escenas del pasado. El templete era una construcción típica de todo santuario antiguo con adornos de aves, peces, tigres y fabulosas criaturas y plantas todas ellas de oro. Las columnas del santuario eran de madera negra y había cortinas azules recogidas a modo de paredes. En el centro había un gran sillón ocupado por una figura oculta entre las sombras.

- Maestro, ¿me habéis mandado llamar? – preguntó.
- Sí. ¿Has completado la ruta hacia la auténtica Fe? – le preguntó.
- No lo sé, maestro. Sólo tú puedes decididirlo.

Se hizo un gran silencio.

- Tu fé sigue sin ser auténtica. Pero ha llegado el momento de que vuelvas a rezar con acciones y no con meras palabras o la contemplación. Puedo sentir como avanzan hacia nosotros ahora que tengo el mundo en la palma de mi mano.
- ¿Naruto?
- Naruto está demasiado ocupado haciendo de maestro, cuidando con una mujer que tú has dejado estéril y jugando a la política. Si algún día descubre nuestras intenciones, será demasisado tarde para que pueda impedírnoslo... No, Hiraishin y la Maldición.
- El poder del fénix será nuestro.
- El poder del Sabio será nuestro: Juubi y Fennisuku, no lo olvides.
- ¿Qué he de hacer, mi señor?
- Distráelos mientras procedemos a la siguiente fase de nuestro plan. Seamos cautos, como siempre hemos sido y no dejes que descubran que sigues vivo.
- Se hará como ordenas, maestro.

El encapuchado se quitó aquella túnica que había estado obligado a llevar durante siete años mientras aprendía los misterios de la auténtica fe para no volver a fallar. Dejó ver a un hombre sin más ropa que unos pantalones y unas botas de cuero. Se puso una máscara de siete rostros y antes de desaparecer, le preguntaron:

- Nanaitsumi, sabes que Sakura Haruno es un peligro para mis planes. Aunque fallaste a la hora de darles muerte a ella y a Naruto, te perdoné tu error porque me dijiste que no podría traer al mundo a Kyūseishu ¿Estás completamente seguro de que está muerta por dentro, de que no podrá volver a dar a luz a ningún hijo?
- Completamente. Nadie ha escapado a la maldición de los siete rostros. Esta máscara confiere poderes ilimitados sobre la realidad. Si yo le ordeno que sea estéril, lo será.
- Bien, comienza pues con nuestor plan.

Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora