LA ORDEN PALATINA

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Shion recorría furtivamente los pasadizos secretos del Palacio.

Los restos del antiguo castillo del Señor Feudal habían servido para construir el Palacio Imperial y se habían aprovechado las galerías mejor conservadas y la estructura defensiva del castillo para crear una red de túneles y paredes ocultas a lo largo de todo el recinto del palacio para uso de los soberanos del País del Fuego. Shion había conocido de su existencia pocos días antes, gracias a la labor realizada por sus espías personales. Le habían informado que en la última planta de la torre estaba teniendo lugar una sospechosa reunión.

Aquella mañana había sido catastrófica. De nuevo había vuelto a ser vilipendiada por el mismo Señor Feudal y en aquella ocasión ante todos los políticos que formaban parte de la Asamblea de la Confederación de Naciones. Naruto había presentado una información preocupante sobre el futuro: una guerra se estaba maquinando. El informe había sido remitido a los otros kages y estos habían informado de su propósito de desligar a la Alianza Shinobi de la Confederación. Aquello era muy peligroso. Sin los shinobis y los samuráis que no habían vuelto a formar parte de la Alianza Shinobi desde la muerte de Mifune-sama las naciones quedarían sin una defensa conjunta.

El informe que Naruto había remitido ponía de manifiesto que un ejército compuesto por civiles que tomaban las armas y por shinobis de todas las naciones del este estaba listo, que solo era cuestión de tiempo que declararan formalmente la guerra y que cuando lo hicieran si no había una auténtica alianza y una confederación unida, serían conquistados. El Señor Feudal quería reclamar el mandato para Naruto – y por tanto, para él - de la Alianza. Sin embargo, en lugar de poner a su disposición a la Alianza Shinobi, el Raikage, que recelaba – "y con razón", pensaba Shion – del Señor Feudal del País del Fuego había reiterado el apoyo de la Alianza. Por lo que sabían, el mandato del Comandante Supremo era concentrar un número mínimo de tropas en Kirigakure. El distanciamiento entre los señores feudales, la confederación y los shinobis era cada vez mayor.

Ante esa situación, una parte de la Asamblea, integrada por políticos de todas las regiones del continente que habían pagado gustosamente por su asiento, había propuesto la creación de un ejército para la confederación, algo a lo que Shion y sus partidarios se habían opuesto. Crear un ejército era declarar la guerra y, además, la formación de un ejército no era algo que pudiera realizarse en un día. Si tenían a los shinobis y los mantenían económicamente, lo lógico era buscar posturas en común con la Alianza Shinobi.

Sin embargo, la sorpresa se la dio el propio Señor Feudal quien presentó ante los otros políticos la conocida como Orden Palatina, que había sido puesta en ejecución poco tiempo después de los terribles sucesos que ocurrieron durante la boda de Naruto y Sakura para prevenir, precisamente, ataques así. La Confederación tenía un ejército de cien mil efectivos que durante siete años se había ido formando y estaba lista para defender las fronteras. Aquel ejército le pertenecía solo a una persona: al Señor Feudal

Como era evidente, había abandonado la reunión seguida de sus partidarios para escribir a Naruto. El único que podía poner fin a esa locura y detener que ese ejército fuera formalmente creado era él.

Al mismo tiempo que enviaba la carta con su doncella de mayor confianza, llegaba uno de sus espías informándole de que el señor Feudal estaba reunido con extraños sujetos en lo alto de la torre del palacio y había seguido al espía por aquellos pasadizos. La condujo por sinuosos y estrechos pasadizos, subió escaleras, se mareó, se perdió en la oscuridad alumbrada por un solo candil y llegó a su destino.

- ... Creía que serías más un estorbo que un auténtico adepto de la verdadera fe – decía una voz anciana, cansada, casi como si su cuerpo estuviera destruido. Tosió con fuerza.
- Ya sabéis, mi señor – aquella era la voz del Señor del País del Fuego –que siempre he estado interesado en seguir el camino de los cinco hermanos.
- Distintas son las motivaciones de la lealtad, aunque has demostrado que tu fe es verdadera... Aunque será necesario un próximo sacrificio por tu parte.
- ¿Sacrificio? He hecho cuanto me pedisteis Shin-sama.

Shion se acercó a una falsa pared y el espía le mostró dos pequeñas aperturas que eran los ojos de un tapiz que bien conocía. Apenas podía ver. Un sujeto envuelto en una capa blanca inmaculada estaba de espaldas a ella. No podía apreciar su rostro. En frente de él se encontraba el Señor Feudal. Junto a ellos había hasta cuatro sujetos más. No conocía a ninguno... ¡Sí! Allí había uno que portaba una máscara de... contó hasta siete rostros.

"No puede ser, el Señor Feudal está reunido con Shuha"

- Sí, convenciste a Naruto para que celebrara aquí su boda, donde Nanaitsumi perpetró su ataque y a punto estuvo de lograr acabar con la descendiente de Izumo. Aún así la impidió para que nada vivo naciera de ella. Has creado el ejército que te pedí y pronto llegará la hora de emplearlo y... has envenenado la mente de Naruto.
- Todo por el amanecer de una nueva era.
- Efectivamente... y porque el miedo a la muerte despierta el valor en los hombres para tomar la verdadera resolución. No he olvidado que mi promesa de inmortalidad es la que ha hecho que dispongáis para mí de todo este continente.
- Señor... - intervino una mujer.

Shion miró hacia ella. Cabello rojo como el fuego y extremadamente largo, tanto como una cascada de fuego. Vestía la característica túnica de Shuha: blanca con un sol dorado. Llevaba unas gafas de cristal que se quedaron mirando hacia Shion. "Es imposible que me vea" pensó.

- Sí... lo sé. ¿Por qué tanto interés en Naruto? Naruto es el heredero de Rikudou Sennin. Necesito de sus servicios antes de matarlo y sólo los podré obtener si él me los da. Hiraishin hizo una gran labor protegiéndolo de mi durante tantos años, pero su muerte propició que mis palabras distantes entraran en su mente para quedarse.
- Resulta insultante lo fácil que es manipular a alguien que se dice ser tan poderoso – exclamó con desdén otro sujeto.

Era el más alto de todos. No llevaba la túnica y vestía una gigantesca armadura samurái. Lo que más le llamó la atención eran sus seis brazos. Ninguno de aquellos sujetos se encajaba con la descripción que dio Naruto en su día de los miembros de Shuha. ¿Qué era todo aquello? ¿Cómo podían estar conspirado contra Naruto y cómo era que el Señor Feudal lo consentía?

- Mi querido Gigamesh – respondió el anciano de voz quebrada y voluntad de hierro - la fuerza de Naruto es su mayor debilidad. Si tocamos a Sakura, sacará fuerzas de donde sea para destruirnos. Ya lo hizo con Nanaitsumi. Al envenenar su mente con premoniciones y visiones aumentamos la presión que siente para proteger a su esposa. Sólo así se entregará a mí.
- ¿Y qué ocurre con la Casa de la Eternidad, Shin-sama? – preguntó otro.

No podía ocultar sus hábitos de sacerdote bajo la túnica de Shuha. Era un hombre, en teoría, pero todo en él resultaba femenino, tanto que incluso su voz y sus gestos eran andróginos. ¿Cuánto tiempo llevaban orquestando aquello?

- Mi joven y temperamental, Tayo. Hace meses que sentí que la Maldición de los Siete Pecados que activó Orochimaru hace casi diez años se desvaneció. La primera vez que Nanaitsumi se enfrentó a Naruto y envió a sus siete discípulos a abrir la Casa de la Eternidad, fracasó por esta maldición y porque no llevó a quien podía invocar el poder de los Cinco Hermanos para abrirla.
- Luego necesitamos a Sakura – dedujo el que respondía a la voz
- O a la niña – replicó otro.
- Empieza a preocuparme tu preocupación por esa mujer, mi más fiel servidor. Nanaitsumi, mi más preciado hijo. Con los ojos de un Uchiha y la sangre de Senju, Namikaze y Uzumaki. Tú eres mi más valiosa herramienta. No me defraudes y tráeme una llave, la que sea – Nanaitsumi desapareció.

El Señor Feudal dijo:

- ¿Será peligroso abrir la Casa de la Eternidad?
- Mientras que Nanaitsumi y sus siete discípulos abren la Casa de la Eternidad, dejaremos que las fuerzas de los dos bandos se enfrenten. En cuanto entremos en la Casa y tengamos las estrellas sólo necesitaremos el empujoncito necesario para destruir este mundo e iniciar uno nuevo bajo un nuevo sol.
- ¿Cuándo comenzará la guerra?
- Esta guerra comenzó el mismo día que Senju me robó lo que me pertenecía. Ahora, al igual que los Cinco Hermanos hicieron con Senju, vosotros que sois el alma de Shuha, cumplid mis órdenes.

Shion miró a su espía quien asintió y comprendió que tenían que escapar. No pudo escuchar cómo al final decía:

- Nunca he probado mis técnicas en el cuerpo de una mujer. Creo que sus ojos me serán útiles. Tráemela, Tayo.


* * *


Naruto-sensei estaba más serio que de costumbre. En los últimos días no había hecho otra cosa que pasarse todas las mañanas en el despacho, reunido con Shikamaru. Sólo empleaba parte de sus tardes en comprobar cómo avanzaban. Sakura estaba desaparecida también y no podían preguntarle qué hacer para ayudar a su maestro, quien les preocupaba gravemente. Por lo que Hikaru había decidido que lo mejor que podían hacer era entrenar. Era curioso, pero quien menos carisma tenía era el que mejor los dirigía. No sería el mejor ninja, pero sabía sacar lo mejor de ellos.

El día que se suponía que iba a ser el más feliz de los tres gennin cuando recibieran la noticia por boca de su propio maestro de que iban a ser escogidos como aspirantes a chunnin en los exámenes que se celebrarían aquel año en Kirigakure, llegó la mala noticia de que Kakashi-sensei había caído en una misión. Ese mismo día Hikaru les miró serios y les dijo:

- Sora, Yuna, ya no somos niños. Tenemos que madurar.

Sora, Hikaru y Yuna se encontraban en el campo de entrenamiento. Aunque no les habían presentado oficialmente para acceder al grado de chunnin, Hikaru había insistido en el entrenamiento. Había cambiado mucho, pensaba Sora, del chico entrometido en clase que sólo gustaba de hacer el payaso por granjearse el afecto y respeto de los demás gennin ahora se había vuelto un ninja responsable, aunque no perdía su buen humor y su positivismo.

Sora siempre había sido de carácter serio y taciturno. De pequeño había visto cómo todo su clan, eran ninjas errantes, era asesinado por unos extraños. Sólo la intervención de los shinobis de Konoha había impedido que él y algunos más murieran. Sora había heredado de su padre un hondo sentido de la responsabilidad y todo cuanto hacía era por honrar su memoria y agradecer a la villa que le había acogido como uno más su generosidad. La única manera que conocía alguien como él era convertirse en un gran shinobi y proteger al único que siempre garantizaba la paz y el orden: el Hokage.

Cuando le dijeron que el Hokage le había elegido junto con Yuna y Hikaru no podía creérselo. No cabía en sí de la alegría. Su sueño era servir a Naruto. Nunca se había imaginado siendo su alumno y tal como esperaba había aprendido mucho, quizás, en los meses que llevaba bajo su tutela había aprendido más de la vida que de ninjutsu. Naruto era muy estricto y les había dicho que hasta que no dominaran y aumentaran sus reservas de chackra no comenzarían a trabajar técnicas de rango superior, algo que él ya había logrado mucho antes.

- ¡Vamos, no podemos parar! – gritó Hikaru.

Estaba jadeando y sudando. Se había quitado la chaqueta del chándal verde que siempre llevaba. Hacía rato que Sora le había imitado y se había quitado la capa que tanto le gustaba llevar pues era lo único que conservaba de su padre. Hasta Yuna se había animado a remangarse la camisa

- Deberías estar agotado. Eres el que menos chackra tienes y aún así nos estás animando a que nos cansemos. ¿Cuál es tu secreto, Hikaru? – Protestó la muchacha.

Sora había sido criado entre los ANBU por lo que para él la palabra entrenamiento era normal. A los nueve años ya dominaba el katon y dos estilos de kenjutsu, el arte ninja del esgrima, aunque por orden directa del Hokage se le obligaba a ir a la Academia. Quizás, fuera eso lo que más le agradeciera.

De no haber sido así, su carácter sería más serio y taciturno y no habría conocido a Yuna. Para Sora, Yuna era lo mismo que para Naruto Sakura. Cuando veía a su maestro y a su esposa quería verse en un futuro así con Yuna, pero era imposible. Ella no le veía nada más que como un amigo, por eso, entrenar juntos, protegerla, ayudarla y estar junto a ella era la mejor manera de disfrutar de ese sentimiento. Yuna era para Sora como la luna para la tierra. Yuna era preciosa, aquel campo de cerezos que siempre llevaba adornando su cabello le parecía su rasgo más atractivo y además era poderosa. Algo inexplicable para un gennin era que conociera las técnicas de invocación y Yuna, si en algo era eficaz, era en eso.

- Naruto-sensei nos lo dijo: "nunca rendirme, ése es mi camino ninja". Él ha llegado hasta donde está porque se esforzó en que todos le reconocieran. Yo quiero esforzarme en ser alguien más poderoso.
- Si sigues diciendo ese tipo de cosas, nunca vas a gustarle a alguna chica.
- ¡Yuna-chan, ya me dan igual las mujeres!
- ¡Ah, entiendo!, ¿así que Sora y tú...? – respondió socarrona.
- ¡Eh! A mí no me metáis. Yo soy muy normal – protestó con un rubor en su mejilla.
- Claro, Sora-kun, si eso hoy en día es muy normal, tanto como que te gusten las chicas.
- Si me gustaran los hombres, Sora sería el último con el que me liaría. Lo que quiero decir es que ahora mis prioridades no son las de impresionar a las mujeres. ¿Es que no os habéis dado cuenta?
- ¿De qué? - dijo la chica
- Yuna, algo está pasando en el mundo, algo grave que Naruto-sensei no nos quiere contar – explicó Sora.

Hikaru era muy observador y tenía razón. El episodio de la traumática reacción de su maestro ante la muerte del Ninja Copia había sido solo la anécdota. Había mucho más oculto en todo aquello y Sora tenía la sospecha de que el centro de todas aquellas conjuras y preocupaciones se encontraba en la Ciudad Capital. Ya habían asistido a un levantamiento contra la Princesa Shion y habían ayudado a Naruto a impedirlo, algo emocionante. Fue la primera vez que dependieron de sí mismos en el combate y no estuvieron bajo la estricta protección de Naruto.

- ¿Cómo va a estar ocurriendo algo? ¿Es que no atendiste a Iruka-sensei? – preguntó Yuna.
- ¿Te crees que el mal desapareció por derrotar a Akatsuki? Eres muy ingenua.
- Yuna,- añadió Sora -, Akatsuki estaba formada por hombres y los hombres son buenos y malos. Siempre va a existir gente que codicie el poder. No me parecería extraño que toda la excitación que hay y la muerte de Kakashi estuvieran relacionadas con un problema que no podemos entender. La paz no nos puede volver despreocupado.
- Por eso Sora es el más maduro de los tres.
- ¡Habló quien pudo! – replicó algo picada.
- Vamos, tenemos que seguir practicando. Yuna-chan, ya que tanto te gustan las lecciones de Iruka-sensei, ¿cuál es la mayor diferencia de Konoha respecto de las otras aldeas? ¿Cómo es que a pesar de que instruimos a menos ninjas hayamos sido una potencia militar?
- Por el trabajo en equipo de sus shinobis – respondió recordando aquel postulado teórico.
- Exacto, por eso debemos aprender más que técnicas por nuestra cuenta a combatir juntos. Puede que individualmente seamos débiles, sobre todo yo, pero los tres juntos podemos ser tan buenos como un jounnin.
- Yuna-chan tú eres esplendida en taijutsu y en ninjutsu – añadió Sora.
- Y tu Sora eres un experto en el kenjutsu y en el ninjutsu.
- Y a Hikaru no se le da nada mal observar, pensar y engañar al enemigo... - reconoció Yuna – Comprendo, si hubiese problemas, los tres juntos podríamos ayudar más que por separado. De todas formas, lo que te propones es muy complicado.
- Se lo he visto hacer a Naruto muchas veces y Sakura me explicó cómo lo hacía. De seguir hablando sí que no lo conseguiremos.

Y volvieron a entrenar la técnica que decía Hikaru hasta que el sol se puso. Sora dormía en los cuarteles de los ANBU. Antes de ser un gennin nunca había desobedecido la estricta disciplina militar de aquellas fuerzas especiales ninja, pero desde que era el aprendiz del Hokage le daban mucha más libertad. Siempre se había preguntado por qué no ser entregado a otra familia, como Yuna, aunque nunca se había atrevido a formular aquella pregunta.

Cuando no entraban aquella difícil técnica se preocupaban por luchar. Generalmente para eso solían pedirle a Naruto que peleara contra ellos, algo que de buen grado hacía. Se había vuelto mucho menos flexible y no le importaba hacerles daño, de hecho, les decía que tendrían que acostumbrarse al dolor. Por las mañanas practicaban con un clon. Naruto les había planteado el reto de que intentaran derrotar al clon y si eran capaces él mismo les enseñaría algo a cada uno que nadie más podría.

Aquella tarea no era sencilla. Sora se esforzaba al máximo, pero era imposible. No olvidaba el trabajo en equipo, pero sin duda, él era el más avanzado y debía aportar más. Generalmente, las órdenes las daba Hikaru, era quien diseñaba las estrategias y se quedaba en la retaguardia. Yuna atacaba a media distancia con un arco que se había hecho ella misma. Él era quien atacaba cuerpo a cuerpo mientras que sus compañeros le apoyaban. En todo momento en su mente sonaban las palabras: "trabajo en equipo".

Lo mejor de aquello no era lo poderosos que podrían volverse, sino el hecho de tener personas que le apreciaban y le querían junto a él. Sabía muy bien que su maestro había estado solo durante muchos años. Él conocía la soledad, aunque era muy distinta. A él no le había faltado de nada, pero siempre había vivido rodeado de adultos y con el recuerdo de una matanza familiar en su mente. Recordaba el día en que había aprobado el examen de gennin. Naruto se había reunido con él, a solas.

- Habrá sido un paseo para alguien como tú, ¿no, dattebayo?
- No sabría decir. Aprendí mucho de mis compañeros. Aprendí que había cosas más importantes que la venganza y que el honor de la familia. Aprendí que antes estaban los compañeros y la aldea, aunque me ha costado mucho relacionarme con ellos, mucho más de lo que me cuesta con usted, Hokage-sama.
- Entre tú y yo, puedes llamarme sólo Naruto. He de admitir que hubo un tiempo en el que siempre quise ser llamado así, pero, a veces, la gente se olvida de mi nombre... Sora, si te dijera que sé quienes mataron a tus padres y que te doy permiso para abandonar la aldea y vengarte, ¿qué harías?
- ¿Han encontrado a los asesinos de toda mi familia, de mi clan?
- Responde tú primero, ¡dattebayo!

Sora meditó la respuesta. Era muy pequeño cuando vio morir a sus padres, tanto que no lo recordaba. De hecho, guardaba en su memoria los mejores recuerdos antes que los más traumáticos, cuando debería ser al contrario. Cuando había conocido a todos sus compañeros y le habían presentado todos le habían acosado preguntándole si se acordaba de algo y la respuesta siempre había sido no.

- Sé que tengo que vengar su memoria y su honor, pero, no tengo ninguna garantía de que no me esperase el mismo destino que a mis padres y por tanto, su sacrificio fuese en vano.
- ¿Y si apareciera alguien que te promete poder absoluto para poder vengarte a cambio de dejar Konoha y todo cuanto has conocido?
- Para mí la venganza no tiene esa importancia. Mi padre me enseñó que siempre debíamos pagar nuestras deudas. Mi deuda con Konoha es eterna. Sus gentes me lo han dado todo: un techo, alimentos, amigos, un hogar... Mi lugar está entre sus gentes protegiéndolas. ¿Por qué estas preguntas, Hokage-sama?
- Tuve hace mucho tiempo un amigo que vivió una experiencia similar. Entregó su corazón a la oscuridad y al odio. Si voy a convertirme en tu sensei quiero saber si tengo que quitarte esas ideas de tu corazón.
- ¿Eso es cierto? ¿Quiere ser mi sensei, Hokage-sama?
- Sí, yo también pago mis deudas y contraje algunas con tu padre, Noburo Utemano. Le prometí mi protección mientras estuvieran en el País del Fuego y no pude evitar la aniquilación de tu clan así que creo que si te convierto en un formidable shinobi y puedes protegerte de quienes buscaban la destrucción de tu clan, honraré nuestro pacto. Aún tengo algunos trucos y lecciones que enseñarte.
- Señor, ¿por qué querían destruir mi clan?
- Tengo algunas teorías, pero permíteme que te las cuente cuando sea oportuno. Será un placer conoceros, oficialmente, esta tarde – dijo despidiéndose de él.

Aquella misma tarde, el día de su graduación, durante un segundo todos sus sueños se desvanecieron cuando el bloque de cemento del cubo cayó sobre la cabeza de Naruto tirándole al suelo y abriéndole una fea brecha en la cabeza. Pudo escuchar el grito de Yuna. Sora se preocupó por la broma de Hikaru. Por suerte para todos, allí no acabó la historia del Hokage de los Dos Soles.

Las misiones de rango D se les habían quedado cortas y Naruto había accedido a darles misiones de rango C que compaginaban con su entrenamiento. El trabajo en equipo iba mejorando y con los ahorros pagaban las jornadas en el gimnasio que habían montado Rock Lee y Maito Gai, donde hacían especial descuento a los jóvenes y sacaban dinero extra como preparadores. Extraños personajes aunque agradables y amigables que se preocupaban por corregir las disfuncionalidades que Naruto les había trasmitido. Según parecía el Hokage se inclinaba demasiado hacia un lado en algunos golpes, algo imperceptible pero que habían aprendido de él. Yuna era la que mejor se lo pasaba viendo a Hikaru y a Sora con las mallas verdes exigidas para poder practicar y recibir clases.

Una noche, tras finalizar el entrenamiento Naruto apareció. Venía solo con su habitual y práctico chaleco de jounnin. Seguía estando serio. Sora sintió una punzada de dolor cuando vio que Yuna sonreía al ver a Naruto. Nunca se fijaba en él de la misma manera...

- ¡Ya... era... hora... de que aparecieras, sensei! – Le regañó Hikaru, mientras recuperaba el aliento. – No has venido en todo el día.
- He estado ocupado – respondió con cierta frialdad.- Estuve reunido con tu padre, Yuna y me pidió que te acompañara a casa ahora que venía a ver cómo os había ido. Sin embargo, me entretuve y no creo que tenga tiempo para que me enseñéis vuestros progresos, hoy.
- Claro, sensei – dijo la chica
- ¡Bah!, eso no mola. Decídselo. Decidle que queremos enseñárselo – les pidió a los otros dos.
- He estado ocupado todo el día, no tengo ganas esta noche. – Replicó.
- ¿Ni siquiera nos invitas a cenar, como otras noches?
- Déjalo, Hikaru. Vamos tú y yo a cenar a Ichiraku – dijo algo molesto Sora al ver que Yuna ni se acordaba de ellos.
- Vamos, Yuna.- la apremió Naruto.
- Bueno, Yuna-chan, disfruta de la cita.

Y Hikaru se ganó la correspondiente guantada. A Sora le dieron ganas de decir lo mismo. Él no podía nada más que ella se fijara en él. Suspiró. Debía olvidarse, ella no tenía interés en Sora Utemano. Se despidieron y fueron a cenar juntos. Hikaru y él se habían convertido en muy buenos amigos. Era, de hecho, el primero que realmente tenía.

Tras la cena, divertida y que les sirvió para relajarse, se despidieron y cada uno volvió a sus casas, no a sus hogares. El hogar de cada uno estaba con los otros. La noche era la parte del día que más odiaba Sora pues suponía separarse de sus amigos, pero cuando estaba cansado pasaba pronto.

Al día siguiente, Yuna no estaba en el punto de encuentro. Generalmente solían ser puntuales. Hikaru no. En aquella ocasión, tras la impuntualidad pertinente de Hikaru, Yuna no apareció. Aquello les extraño tanto que decidieron ir a buscarla a su casa. El padre de Yuna fue un shinobi que sobrevivió a la guerra, aunque había quedado impedido. Era un estupendo padre que amaba a su hija, a Sora siempre le gustaba pensar que su padre también era así, aunque no lo recordaba bien.

- Yuna no ha pasado la noche aquí. El Hokage-sama me dijo que iría a dormir a su casa con su esposa y con él. No es la primera vez. La quieren como a una hija...
- ¡Ah, gracias, viejo! – replicó Hikaru.

Mientras iban a casa de Naruto, Hikaru comentó:

- Algo no va. Naruto dijo que iba a llevarla a casa. Suele invitarnos a todos cuando hace algo así. Anoche le noté extraño. Frío, distante... No parecía él.
- Estará en casa de Naruto – pero Sora no se lo creía. Ambos estaban preocupados.

Sakura se lo confirmó cuando llegaron y preguntaron por Naruto:

- Naruto partió ayer por la mañana a la Ciudad Capital. Recibió un aviso de Palacio. Hace días que la Princesa Shion le convocó. ¿Qué ocurre?

Cuando se lo contaron todo, Sakura dejó caer sus cosas al suelo:

- Se la ha llevado a la Casa de la Eternidad delante de mis narices. Me pidió que os vigilara mientras estaba ausente. – Sora y Hikaru no sabían qué estaba ocurriendo, pero era malo.

Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora