Nada parecía real y todo irreal.
Naruto no distinguía qué era real y qué no. Desconocía dónde estaba y cuanto tiempo había trascurrido. De hecho se cuestionaba si todo lo que ahora estaba viviendo era real o si tan sólo un sueño que se le estaba haciendo letalmente eterno. Con hastío pensaba que, al fin y al cabo, esos eran los efectos de la droga con la que Sakura le había obligado a dormir. Aquél era un dulce líquido que adormecía su mente y sus sentidos impidiéndole saber qué era lo que en realidad le ocurría.
Una sensación de atemporalidad y desconcierto le rondaba desde hacía tiempo. Su percepción de la realidad había cambiado drásticamente, pero su mente luchaba por sobreponerse y encontrar algo que le sirviera para volver al mundo que sabía que era real.
Se encontraba en un infinito espacio de luces y colores exóticos que jugaban intermitente. Era un universo paralelo, extraño y a la vez seductor. Era placenteramente relajante y estando así sólo sentía una quietud extraña. Podía decir que había encontrado la felicidad pues ya no sentía nada más que placer, pero él sabía perfectamente que no era más que complacencia de lo que estaba disfrutando.
Le habían pasado muchas cosas en aquel Estado: sueños, recuerdos, pesadillas y visiones de lo que estaba por venir. En todo momento, había estado suspendido, como si flotara, aunque la sensación era idéntica a la que había vivido al sumergirse en las extrañas aguas del tiempo de la Casa de la Eternidad, que el mismo había drenado por su mera voluntad. Ante él pudo ver las mismas escenas de su pasado con total nitidez, a diferencia de las pesadillas que habían marcado sus sueños en los últimos meses, su historia más reciente y un mundo lleno de posibilidades.
Vio a una mujer de cabello largo decorado con cientos de pequeñas flores rosadas recostada en una cama cantando mientras acunaba entre sus brazos un pequeño bulto. Junto a ella se encontraba un hombre alto de cabellos dorados y mirada azul. Naruto sabía que no eran sus padres, pues no habían tenido ningún momento para poder disfrutar del nacimiento de su hijo.
—Él es. Él es el elegido – le decía a la mujer mientras los abrazaba con gran afecto
—Elegido para proteger a la humanidad.
Se vio a sí mismo sentado en el trono, recibiendo el título de Rikudou Sennin. Todos acudían al Palacio de la Ciudad Capital para presentar fidelidad y poner sus hombres y sus tierras al servicio del auténtico dragón. Le gustaba experimentar tanto poder sobre tantos hombres. Sin embargo, en la escena empezaron a faltar cada vez más señores y escuchaba los cuernos de guerra por todas partes. Él sabía que no codiciaba el poder y, sin embargo, en aquel sueño lo añoraba.
—Menma... Menma... Ven, con nosotros – escucgaba en todo momento.
Aquellas raíces se levantaban y se enzarzaban provocando una guerra. Las banderas del se rasgaban y donde antes había un zorro había ahora dos enfrentados que se escaparon del blanco de la tela. Comenzaron a bailar una macabra e histriónica danza en torno a un solo trono mientras sonaban tambores de guerra. Más rápido. Más lento. Daban vueltas en torno a ella mientras que escupían su fuego, se lanzaban dentelladas con sus afilados dientes como cuchillas y se atacaban con sus zarpas y colas.
Los cielos se eclipsaban mientras que todos permanecían ajenos y enfrentados. El orden se alteraba por completo. El caballo se subía encima del jinete, el soldado raso enviaba a los generales a la batalla. Los cuernos sonaban claros y las trompetas graves y sin que nadie pudiera anticiparse a ellos y de repente, el fuego. Del cielo ya no caían ni rayos ni lluvia, sino espadas y saetas y todos seguían luchando mientras eran traspasados regando la estéril tierra. Una nube negra, más que la oscuridad del corazón de Sasuke, avanzaba por el mundo.
La tierra se volvía negra y marchita. Los árboles morían. Los cultivos se echaban a perder. Los cuervos acechaban los campos y mientras los niños morían raquíticos, estos engordaban hasta dejar de poder volar y se convertían en enormes monstruos que graznaban espantosamente para pedir más comida.
El mundo pareció cambiar de sentido. Todo comenzó a ir marcha atrás. Revivió en sentido inverso, toda su vida hasta que dejó de tener conciencia. Desaparecieron sus recuerdos y sólo quedó una informe masa de oscuridad. Nada más que pequeñas chispas de luz. Sin embargo, empezaron a reaccionar y a interactuar. Saltaban de un lado a otro y pudo vivir los recuerdos de su padre, los recuerdos de su abuelo, de su bisabuelo y cada vez se iba remontando en su línea genealógica. Iba saltando de las vidas de hombres a las de mujeres y siempre en sentido ascendente.
Cada vez era más rápido. No comprendía ni una centésima parte de lo que vivía. Aquellas vidas que no le pertenecían pasaban a la velocidad misma de la luz. Estaba viajando en el tiempo sin cambiar de realidad. Cada vez los recuerdos eran mucho más confusos hasta que se detuvo en la vida de su primer ancestro. Pudo ver la verdad de aquel mundo a través de seis prismas. Pudo escuchar el canto de un ave, un canto que nunca había imaginado y empezó a arder, a ser devorado por el fuego.
Se despertó hiperventilando. La habitación estaba oscura. Ni siquiera las cortinas descorridas mostraban una pequeña estrella que sirviera de referencia, al contrario, del exterior parecía querer entrar una oscuridad aún mayor, más profunda, más diabólica. Entornó los ojos, intentaba descifrar qué era aquello. Por un momento pudo ver en su interior a alguien que lloraba, que pedía auxilio, pero la oscuridad era inabarcable y era feroz.
Llamó a Kurama, pero la respuesta de su eterno compañero era lejana y apenas podía escuchale. Cientos de tentáculos entraron por las ventanas de aquel cuarto. Naruto sintió miedo. Nunca se asustaba y sin embargo, el miedo se poderó de él. No era la primera vez que soñaba con aquello. Sakura le había dicho que podría dormir y, sin embargo, estaba viviéndolo, igual que otras veces.
De repente, los téntaculos mutaron de forma. Delante de él apareció una de figura cubierta con su fantasmagórica capa que traslucía la luz fantasmagórica que escasamente traspasaba el agua. Su rostro estaba parcialmente oculto por la capucha, pero tenía y se dejaba intuir bajo aquella capucha, feo y retorcido. De la capa surgió una mano gris, viscosa y con apestosas pústulas, como las de un cadáver en descomposición bajo el agua.
—¡Menma...—susurró con su voz desgarrada y chillona como el metal.
—Te estábamos esperando—se le unió otra enseñando su lengua viscosa y bífida, como si fuera una serpiente.
Naruto se vio rodeado por aquellas cosas que iban siendo cada vez más y más. El miedo se apoderó de él. No tenía por qué temerles. Él había vencido a numerosos y más temibles enemigos. Sin embargo, había un rival contra el que no se podía ganar: la muerte.
—Ven con nosotros, no-muerto.
—Sí...
Escondieron la mano entre los pliegues de la negra tela. Entonces aspiró larga, lenta, ruidosamente como si quisiera succionar más que aire. Un frío aún mayor que él que la niebla había traído consigo se extendió por su cuerpo. Naruto empezó a retener el aire en el pecho. No había aire. No había frío. No había nada. Estaban en un lugar donde las leyes físicas no regían y él se sentía debilitar por aquella cosa. El frío penetraba más allá de su piel, en todos sus músculos, hasta agarrotar su propio corazón.
Naruto cerró los ojos. Juntó las manos y empezó a liberar su chackra. En su mente se formaban las palabras del anciano Hiraishin que había conocido tanto tiempo atrás. Todo en su mente estaba. Si no estaba en el mundo físico, significaba que podía llega a Nirvana, la realidad que le había mostrado Hiraishin tanto tiempo atrás. No supo por qué su mente le trajo todos aquellos recuerdos, pero se aprovechó de ellos.
Escuchó el chasquido de unos dedos huesudos y ancianos y las ventanas se cerraros, al igual que las puertas. La luz se restableció.
—Despertar tú debes, jejeje.
Naruto tenía guardándole vigilia al anciano Hiraishin, al monje que conoció y que vio morir en Arashi no shiro, tanto tiempo atrás y que le había iniciado en los misterios del Nirvana y le había desvelado cuál era su futuro. Cuando salió de su shock gritó:
—¡Tú estás muerto!. Esto no es real. Esto no está pasando. Esto solo está ocurriendo en mi cabeza, dattebayo. Tú...
—Muerto dices que estoy. Sin embargo, real esto es. Sólo porque en tu cabeza pueda ocurriendo estar, no significa que real no sea. Despertar tú debes.
—¡Claro que tengo que despertar! ¡Un sueño dentro de otro sueño! ¡Esto es de locos, dattebayo!—gritó desesperado.
—Sin embargo, tus sueños reales son.
La casa entera tembló. La oscuridad golpeaba las puertas, deseosa de entrar.
—Menma a tu puerta llama. Su locura y oscuridad entrar en ti quieren. Tu luz y tu serenidad reclama para sí... Alterado te veo. Nirvana mostrado te ha el futuro.
—No había un futuro que mostrar. Todo era destruido. Yo mismo cambiaba. No hacía nada, no podía hacer nada y la oscuridad nos tragaba.
—Mucho más tiempo permanecer no puedo. Atenderme debes. Nada puedo hacer yo salvo suerte desearte. La oscuridad que en tus sueños aparece, poder destruirla deberías.
—¿Cómo?
—Si en este sueño sigues, futuro no habrá. De proteger a Sakura has, de proteger Konoha has. Despierta, destierra esa oscuridad y a todos nos salvarás. Toda una vida protegiéndote de él. Hora ya es de enfrentar a tu destino.
—De quién protegido me... ¿De quién me has protegido?
—De quien inició toda esta guerra. La última vez que aquí entro ésta será. De ti dependerá nuestro Destino.
—¿Qué debo hacer?
—Quien eres ser. ¿Cuál tu nombre es?
—Naruto, Naruto Uzumaki, heredero de Rikudou Sennin.
—Jejeje.
Y aquellos "jejeje" fueron lo último que escuchó antes de despertar. Abrió los ojos de par en par comprendiendo todo cuanto tenía que comprender. El miedo desapareció de su corazón.
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Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)
AdventureTras la 4ª Gran Guerra Ninja, los grandes países comienzan a construir la paz. Sasuke, Tsunade y muchos más han caído en la última batalla. La historia comienza cuando Naruto es nombrado como Hokage en la llamada Plaza de la Paz, una gran construcci...