Sakura acariciaba el rostro de Naruto.
Pasó sus dedos cansados por cada uno de aquellos característicos bigotes que tanto le gustaban. Le recorría las pequeñas arrugas que tenía cerca de los ojos, imperceptibles aunque testigos del estrés y las preocupaciones. De vez en cuando hacía alguna mueca. Parecía estar sumido en un extraño sueño. Se había visto obligada a inducirle un coma para que se recuperara. Llevaban juntos media vida, desde que formaron equipo con Kakashi y con Sasuke, lo había perdido una vez y había estado a punto de perderlo en dos ocasiones.
—Te quiero, Naruto—le dijo en un susurro.
Siempre que hacía aquello parecía reaccionar, pero Sakura se había encargado de que nada pudiera molestar el sueño de su marido. Había arriesgado su vida hasta tal extremo que había perdido todas sus fuerzas. Había ingerido el veneno de los Hermanos, había peleado contra Nanaitsumi y había... ¿vuelto de la muerte? No sabía bien qué era exactamente el pozo de ánimas, pero sabía que había agotado al incansable Naruto. Debía ser algo más que chackra lo que le hubiera arrebatado, porque Naruto siempre se recuperaba pronto y llevaba en ese estado más de un mes.
Shikamaru había asumido temporalmente las funciones de Hokage. Mientras que el Hokage de los Dos Soles estaba indispuesto, su más brillante asesor tenía que lidiar con los otros kage, con los asuntos cotidianos, con las presiones de la Confederación y prepararse para un eventual ataque de Shuha.
Sakura contaba con la ayuda de sus padres que se encargaban de velarlo cuando debía acudir a las reuniones con Shikamaru y el alto mando de Konoha o a trabajar en el hospital además de hacerse cargo de tutelar a los alumnos de Naruto. Si bien era cierto que sólo les daba algunos consejos, pero sabía que Naruto no querría que su entrenamiento se descuidase.
Aunque todos confiaban en que pronto se recuperaría su líder, ella estaba angustiada. Le había dejado en ese estado, pero no sabía bien cuándo debía despertarlo. Sus indicadores le decían que su chackra fluía con normalidad y con unos niveles superiores a los de los sucesos de la Casa de la Eternidad, similares a los habituales. Sin embargo, su mal era algo más que un mal médico y Sakura sólo podía aplicar el consejo que le había dado su maestra en aquellos casos: dejar al paciente descansar, pero, ¿incluso si el mundo dependía de ese paciente?
—¿En qué momento aceptaste ser el héroe que recibiría sobre sus hombros todo el peso de este mundo?—Le preguntó triste.
No había tenido mucho tiempo para ordenar sus sentimientos. Antes de que Yuna fuese secuestrada se sentía feliz. Había disimulado esa alegría delante de Naruto, dado el problema que se les había planteado con la reaparición de Shuha y porque quería que fuese definitivo y sabía que durante los primeros meses los riesgos eran muy elevados y más en su caso concreto. No sabía bien cómo había pasado, pero había pasado. Tras el secuestro de la niña, estaba asustada, por Naruto, por ella y por...
Naruto movió la mano. A Sakura le faltó tiempo para cogérsela con fuerza, deseando que aquello no fuera un amago y por fin despertara. A veces fruncía el ceño y parecía querer despertar, murmuraba algo ronco y volvía a quedar totalmente inerte. Sólo el imperceptible movimiento de su pecho al hincharse le decía que estaba vivo. Aquel estaba resultando el peor mes de su vida, o uno de los peores. Ver a Naruto en ese estado la tenía todo el día preocupada y sumida en un silencio melancólico. Sin embargo, aquella ocasión due distinta.
Abrió los ojos de par en par, aunque los tenía completamente blancos. Se retorció y empezó a moverse agitadamente. Empezó a echar espuma por la boca, una espuma rosada debido a la sangre. Se convulsionaba tanto que le fue difícil darle la vuelta y ponerle algo en la boca para evitar que se ahogara con su propia lengua. El corazón de Sakura se disparó y el miedo la invadió, aunque no por mucho tiempo. Al cabo de un momento, Naruto se quedó completamente inmóvil. Durante unos segundos temió que su corazón se hubiera parado, pero al ver cómo su pecho volvía a hincharse.
Al mirarle de nuevo tranquilo, respiró aliviada. En ese momento, Naruto abrió los ojos vagamente, molesto por la luz que Sakura dejaba entrar. El calor del sol era bueno para aquel tipo de pacientes. Era un estímulo y además la vitamina que absorbía la piel permitía que los huesos no se descalsificaran tan rápido por la falta de actividad. Con la voz ronca, de no haber hablado en un mes le preguntó:
—Sakura-chan... ¿Estás bien? ¿Te ha pasado algo?
Siempre preocupándose por ella. Desde que tenían doce años.
—No vas a cambiar nunca, idiota. Sí, eres tú el que despiertas tras un mes.
—¿Y Yuna-chan? ¿Está bien ella?
—Ella es joven y se ha recuperado pronto. Le diste parte de tu energía. No sé cómo pudiste salir de ahí. No alcanzó a comprender siquiera qnué pasó realmente...
—Ya ha pasado... ¿Hemos sido atacados ya?
—No, todavía no—respondió sinceramente.
—Sakura-chan, he tenido un sueño muy extraño. Le he visto a él...—dijo como ído.
—¿Quién es él, Naruto?
—Quien está detrás de todo, dattebayo... A Shin.
—¿Cómo es eso posible?—Preguntó ella preocupada.
—Estaba maltratándome. Me hacía sufrir. Un fuerte dolor me sacudía de piez a cabeza y veía escenas horribles. Sentía que la cabeza iba a explotarme. Todo giraba, como si estuviera en un remolino... ¡Sakura-chan, sus ojos! Sus ojos eran...
Sakura le miró extrañada. ¿Un sueño? No sabía si las personas que se encontraban en su estado podían tener sueños... ¿Podía ser todo consecuencia de una alucinación?, pero para alucinar se debía estar consciente. Disimuló su preocupación con una sonrisa.
—Ahora no es momento para eso, habrá sido un sueño producto de tu obsesión por resolver el asunto de Shuha. Debes recuperarte. Ahora que estás despierto seguro que tardas lo habitual... Un día y mucho ramen. ¡Quedáte aquí y no te vuelvas a dormir!
Sakura tenía trabajo en el hospital, pero aquel día le daba igual llegar tarde.
—Eso estaría genial, dattebayo—respondió algo cansado. Su sonrisa, agotada, hizo que Sakura sonriera también. Se levantó. Sakura tuvo que contenerse aliviada al ver que no había perdido las fuerzas. Sólo tenía que recuperarlas.
Sakura se fue hasta la cocina. En siete años de matrimonio se había convertido en una cocinera bastante aceptable. Era cierto que aún le quedaba mucho por alcanzar a su madre, pero, al menos, cuando Naruto probaba sus platos no tenía que contener las arcadas para no ofenderla. Nunca había estado entre sus prioridades ser un ama de casa modélica, pero le gustaba cocinar y poco a poco había ido aprendiendo. Desgraciadamente, los meses venideros se le antojaban muy difíciles. Se aproximaban tiempos que requerirían de kunais y jutsus, no de fogones y libros.
"¿Cómo explicarle lo que ha sucedido?" Necesitaba descansar y no preocuparse. Había pasado demasiado tiempo soportando la presión, presión a la que se veía sometido por sus problemas personales y por la que el Señor Feudal y los otros líderes políticos ejercían. Si Naruto se enteraba de que habían robado tres de las cinco estrellas actuaría como el Hokage que era y comenzaría a preparar el plan de contrataque. No dudaba de las fuerzas de Naruto, pero era humano. Todos se empeñaban en olvidar que portando la capa y el sombrero de kage había un ser humano.
Sakura se mordió el labio inferior mientras preparaba el ramen. Había intentado averigüagar cuál era el secreto del Ichiraku, pero no había podido. Naruto era muy agradecido y siempre le decía que le gustaban más porque llevaban un elemento secreto: el amor de Sakura. A veces, podía ponerse realmente cursi.
Cuando condimentó la sopa y la mezclo con los tallarines regresó hasta el dormitorio. Allí le encontró de pie (no sabía cómo podía pues una persona normal todo el día en reactivarse). Se había vuelto a poner el traje de jounin. Sakura le miró y luego miró el pequeño frasco que tenía en su mano. Lo abrió y echó unas gotas.
—¿No me estarás envenenando?—Bromeó mientras iba a abrazarla, buscando el calor de su cuerpo.
Sakura dejí la bandeja en el suelo y le abrazón, disfrutando también del calor que desprendía su cuerpo. Como médico también pudo ver que no había fiebre.
—Es un tónico para que duermas—Le explicó dándole un sonoro beso en la mejilla.
Se sorprendió de cuánto había echado de menos eso. Por unos segundos se sintió realmente feliz de estar los tres así, como una familia normal. No supo por qué pero pensó en Kushina, la madre de Naruto, mujer a la que no había conocido y a la que admiraba. No había mucha información en los registros de Konoha sobre ella como kunoichi, pero sabía por Naruto y Kakashi que había sido una excelente mujer. Naruto no había tenido madre y ella siempre había querido ser esa madre para sus hijos...
Durante unos instantes vaciló, finalmente decidió ahorrarse aquella noticia. Sakura volvió a la realidad. Otro motivo para destruir Shuha de una vez por todas y además tenía contrarreloj. Quería levantarse junto a Naruto, que los dos hablaran como antes, cuando disfrutaban de la paz, desayunar e ir al trabajo sin la incertidumbre de si iban a ser atacados.
Shuha era el nuevo obstáculo a la paz y a diferencia de Akatsuki sus raíces estaban mucho más hundidas. Cuanto más tiraban de ellas, más basura salía a la luz. Dede que Naruto había caído enfermo, Shikamaru y ella se habían encargado de recabar toda la información. Habían alertado a las otras aldeas y habían preparado a preparar un plan de evacuación. Habían visto lo que podían hacer. Trabajaban a destajo y Sakura sabía que sólo estaban esperando a ser atacados. Quizás les faltase el liderazgo de Naruto para lanzar un ataque, un ataque como el que lanzaron hacía siete años para intentar impedirles hacerse con los pergaminos... Empero aquella ocasión fracasaron.
—No lo necesito, al menos, por ahora.
—Escúcheme, Hokage-sama—dijo chochándose los nudillos,—soy su médico y usted va hacer lo que yo le diga.
Naruto la sorprendió con un beso en la frente.
—Desde que nos casamos, no has vuelto a zurrarme—se rió.
—Eres un idiota—le dijo algo enfadada—Acabas de despertar tras un mes y...—prefirió omitir aquel extraño— y quieres ponerte a trabajar.
—Pero mi sueño era tan real, dattebayo. Creo que era una advertencia de que algo malo va a pasar.
—¿No ves que estoy preocupada?—Le preguntó honestamente.— Por favor, Naruto.
—Lo sé, sé que estás preocupada. Por eso mismo, voy a hacer lo que me dices, dattebayo. Sabes que no me gusta verte preocupada. Supongo que el mundo puede esperar unos días.
—¡Bien!, entonces comamos algo. Vendrá mi madre a encargarse de ti mientras yo esté fuera, pero quiero pasar un rato más.
El Hokage olisqueó:
—Tu ingrediente secreto huele de maravilla, dattebayo.
—Eres un idiota—repitió, aunque con cariño.
Mientras comía Sakura le informó de lo que creyó oportuno que supiera. Sabía que en el fondo Naruto conocía los movimientos de Shuha. No sabía cómo ni por qué, pero podía ver en su mirada que ya poseía toda esa información.
Naruto repitió varias veces, a la vez que Sakura sacaba algunos de sus mejores recuerdos:
—Recuerdo cuando estrenamos esta casa.
—Sí... estrenamos... todos... los... cuartos—respondió sonriendo mientras seguía comiendo.—¿Por qué se te pasa eso por la cabeza ahora...?—Al comprender lo que Sakura decía—¡Dattebayo! ¡Voy a recuperar fuerzas para esta noche entonces! Sabes, tienes razón. No creo que Shuha decida destruir hoy el mundo.
Se despidió de él dejándolo acostado. Mirándolo con una expresión indescriptible, le apretó la mano con fuerza. Queía quedarse con ese momento. Tenía muchísimos más. Se sentía pesimista y sabía que no iban a tener más tiempo para los tres. Estaba asustada. Temía que Naruto se volviera más sobreprotector, quisiera encerrarla y que no corrieran riesgos. Temía echarle más responsabilidades.
Él percibió que algo la inquietaba y le preguntó:
—No tendrás algo que decirme, ¿verdad?
—Sí, sí que hay algo, pero te lo diré esta noche...—Antes de irse, agregó:—Naruto, quiero pedirte un favor.
—Lo sé, lo sé. Sólo descansar. Te lo prometo, hasta que no me pongas el medidor de energía y lo rompa no pienso moverme, dattebayo.—Bromeó. No existía ningún medidor de chackra.
—No es ése—él la miró con gesto inquisitivo—Quiero que vuelvas a sonreírme de vez en cuando de la misma forma en la que antes lo hacías.
* * *
Menma estaba tirado sobre el suelo. Aún le quedaba de aquella asquerosa y blanquecina baba que sabía igual que la bilis. Las torturas de Shin siempre le dejaban extenuado, con el único pensamiento en mente de que la muerte era mejor que la vida, sin embargo, aquellas torturas estaban hechas para recordarle que él no tenía ya ese derecho: que había muerto y se encontraba en el mundo de los vivos.
—Nanaitsumi...—dijo con su voz quebrada y frágil—no esperaba de ti que fracasaras—su voz quebrada y anciana pretendía sonar tristeza, pero Menma solo podía odiarla.
"¿Por qué tenía que resistir eso?" Ésa era la pregunta que le había lanzado el desconocido al que llamaba maestro, desconocido al que conocía desde hace un mes. Shin debía estar castigándole no solo por fallar y no traer las cinco estrellas sino porque con sus acciones había puesto en aviso a Konoha, para quien Shin tenía guardada una auténtica sorpresa.
El servidor de Shin alzó la mirada y pudo ver a Shion, inconsciente, encadenada por los brazos a dos grandes columnas. La larga melena platina le caía inherte, al igual que todo su cuerpo. No estaba muerta, pero pronto lo estaría. Sus ojos, ojos que anhelaba Shin, se cerrarían para siempre. En su cabeza, de manera imperceptible, seguían resonando los ecos de la canción que Shion había entonado.
—Nuestras tropas ya han desembarcado. En estos momentos, al igual que nosotros lo hacemos, los generales de Konoha deben estar preparando la defensa...
Lo peor de aquella tortura había sido su carácter público. Los otros miembros de Shuha habían estado presentes mientras él pedía piedad y lloraba como un niño asustado. De hecho, Tayo había tomado parte en la misma, golpeándole con fuerza mientras Shin torturaba su mente. Le había hecho sentir cómo su sangre hervía en su interior, cómo se quedaba sin oxígeno, cómo su vista se nublaba, cómo la oscuridad de la benévola y muerte le abrazaba y luego se lo había arrebatado devolviéndole a la vida.
Estaba acostumbrado a ser castigado cuando su fe no era suficiente, era la mejor manera de orar... Sin embargo, cuando tenía fe comprendía perfectamente por qué era castigado. Ahora no entendía por qué se había enseñado tanto. ¿Había perdido la fe y por tal razón ya no aceptaba todo lo que Shin hacía? ¿Por qué había perdido la fe? Era ése el motivo de su castigo.
—Mis objetivos están en peligro por vuestra necedad—les recriminó a todos—y, en especial, por la tuya—dijo señalándole desde su trono—. ¿En qué momento te fallé para que decidieras traicionarme? ¿Por qué levantaste la maldición sobre la hija de Izumo?
—Sentí... la necesidad de hacerlo. Ella sufría...
—¡Y muchos más sufrirán si nace ese niño!—Bramó con un siseo—Vuestra imprudencia permitió que Kakashi el del Sharingan y cuatro bastardos corrientes se hicieran con toda la información al respecto del ataque que tan concienzudamente preparamos. ¡Y por si fuera poco, no reuniste las 5 estrellas!
—Pero unos quince mil shinobis aguardan en las costas, preparando el ataque final contra Konoha—respondió Gigamesh, humillado en toda su altura—. No hemos de renunciar al ataque final.
—Podemos aplastar Konoha y todo lo que significa y luego hacernos con la estrella en manos del Kazekage—convino Tayo.
—Sin Konoha no hay esperanza—señaló Arimi.
—Por supuesto que Konoha será destruida y debe serlo ya..., pero...
Menma seguía tirado en el suelo, aunque pudo ver cómo cerraba los ojos, cansado.
—Yo mismo dirigiré el ataque. Hay demasiado en juego: una estrella, Naruto, su hijo... ¡No! He de ser yo quien lidere el ataque. Gilgamesh, tú y Tayo iréis a la cabeza del ataque.
—Shin-sama, todavía no hemos realizado el ritual. Vuestro último huésped no os permite llevar a cabo toda la acción. Si acudís al campo de batalla...
—Silencio, Tayo, maldita babosa—le ordenó—Arimi, ve y trae ante nosotros a nuestro hermano Nhis, es posible que pronto reciba la justa recompensa que le di. Nanaitsumi, ponte en pie.
El vasallo de Shin así le obedeció. Se puso en pie y al osar dirigirle la mirada a su señor se perdió en un remolino rojo como la sangre.
* * *
Yuki miró abatido al mar de la niebla en el que se encontraba Uzushiogakure. En aquellos momentos la niebla parecía desaparecer y el opresor sentimiento que la envolvía también. Según le había contado Sakura-sama, aquella niebla era artificial, origen de algún tipo de jutsu que nadie había paralizado.
Konohamaru le puso afectuosamente una mano sobre el hombro y le sonrió, mostrándole su apoyo. Sin embargo, la fría e impertérrita mirada del capitán Sai no parecía (ni quería) decir lo mismo. Se encontraban en Uzushiogakure, tal y como Hiraishin había pedido. Ante sus ojos veían pasar decenas de naves enemigas, rumbo al País del Fuego y... a Konoha.
—Al menos, intentado lo hemos—dijo apesadumbrado.
—Pero intentarlo no es suficiente—replicó Sai—. Hemos perdido un valioso tiempo para poner en aviso a Konoha... Aunque es muy probable que Naruto y el alto mando ya hayan sido avisados, no hemos conseguido lo que buscábamos.
"Y todo por mi culpa" se responsabilizó Yuki.
—Pensar así no debes, joven Uzumaki—señaló Hiraishin como si le hubiera leído el pensamiento—. Cuanto en tu mano estaba hecho has.
—Si os encontráis con fuerza, deberíamos reanudar el viejo. No debemos demorar más nuestro regreso, por poco que podamos aportar, servirá—intervino Shino.
—Sí... Me gustaría estar en casa antes de que la batalla comenzara—comentó algo pesaroso Konohamaru, algo raro en él.
Yuki se alejó de sus compañeros, mientras escuchó como Sai les ordenaba que lo dejaran solo durante unos momentos.
Konoha no tenía suficientes hombres para repeler un ataque de tal magnitud. Que supieran, alrededor de quince mil hombres se encontraban en las costas del País del Fuego y una nueva flota enemiga trasportaba más enemigos al campo de batalla. Konoha contaba con cinco mil efectivos. Con suerte y con el tiempo suficiente podría reunir a otros cinco mil invocando el derecho que tenía el Hokage de llamar a la guerra a los clanes que no vivían en la aldea pero le debían obediencia. La Cuarta Gran Guerra les había diezmado por completo las fuerzas de las cinco grandes aldeas. Era probable que ni entre todas sumaran más de treinta mil hombres, justo la fuerza que las naciones del este enviaban y aquello era una pequeña parte del gran ejército enemigo.
Hiraishin les había prometido que si lograban su objetivo en Uzushiogakure triplicarían en poder al enemigo. Sin embargo, no les había explicado que no dependía de ellos conseguir aquel poder.
Habían llegado un día atrás, sobrevolando las embarcaciones que habían sorteado sin dificultad alguna las débiles defensas que había enviado el País del Agua. Alguna que otra escaramuza, pero nada significativo. Kirigakure se encontraba recuperándose del ataque de Shuha, como bien sabían gracias a Izumi, uno de los discípulos de Hiraishin. No había podido (ni había querido, sospechaban todos) el Señor Feudal del País del Agua envíar su poderosa armada sin la autorización del líder de la Confederación de Naciones, del Señor Feudal del País del Fuego.
Al llegar a la antigua aldea de los Uzumaki, Hiraishin les había conducido a la llamada Sala de Justicia o, mejor dicho, a lo que quedaba de ella. En otro tiempo fue un edificio lo suficientemente grande como para ser la sede de los tribunales de la isla, donde el más anciano de los Uzumaki impartía justicia. Allí sólo encontraron ruinas y un camino a unas criptas.
Las criptas eran los restos de la primera ciudad que habitó el hermano Uzumaki. Durante sus más de mil años de historia, la ciudad se había ido remodelando, se había ido ganando terreno a la roca, construyendo canales para y creando los niveles de los que sólo quedaban ruinas. Irónicamente, las que en su día fueron las zonas marginales se habían convertido en el último vestigio de Uzushiogakure.
Las catacumbas de la ciudad conectaban con los distintos niveles pues estaban construidos en el interior de la roca. Las catacumbas estaban construidas en dos secciones: las antiguas y las modernas. Las modernas eran las que se encontraban conectadas con la gran cloaca de toda la ciudad, una red de cañerías y sistemas de depuración y evacuación de las aguas residuales, que hacía tiempo que habían dejado de funcionar y sólo eran un nido de ratas. Recorrieron las modernas hasta llegar a las más antiguas.
Las antiguas estaban excavadas en la roca primigenia, eran los restos de la primera ciudad y les habían dicho que desde hacía milenios guardaban las almas de los muertos. Habían sido utilizadas desde que se construyó la ciudad exterior como tumbas. Estaban divididas por castas. Ellos debían llegar hasta la zona en la que durante miles de años, los miembros de la casta sacerdotal habían enterrado a sus miembros. Los distintos clanes usaban distintas secciones de las catacumbas como panteones familiares. Sin embargo, aquellas tumbas eran algo más, tal y como descubrieron.
—Durante su hegemonía, los Uzumaki siempre recelaron de sus fronteras—les explicó Hiraishin—. Su isla pequeña era y temían que la niebla y el guardián no suficientes fueran. Por esa razón, a sus propios hijos en estas salas enterraron.
—¿Los enterraron en vida?—Había preguntado alarmado Konohamaru.
—No, sólo a los voluntarios escogieron... Sus almas inmortales selladas fueron y a volver a la vida cuando fueran invocados para defender la villa a cambio de una promesa de liberación fueron conminados. Aunque eso sólo durante un tiempo fue. Los longevos líderes de la isla codiciosos se tornaron por lo que obligaron a bandidos, criminales y enemigos a servir para siempre en tan fantasmal ejército de ánimas: los cinco mil guardianes uzumaki.
—¿Eso es lo que pretendes conseguir, anciano? ¿Un ejército de fantasmas?—Preguntó incrédulo Shino.
Hiraishin les condujo hasta una gigantesca sala en cuyas paredes estaban escritos los nombres de cientos de shinobis. El aire estaba cargado. Un olor a humedad y a restos en descomposición lo anegaba todo. El calor de la roca que aceleraba la putrefacción combinado con la humedad natural de un lugar así volvía el aire casi irrespirable. Aquella sala era el eje de todas las catacumbas, el punto de partida, la piedra maestra.
—Sólo un Uzumaki convocarlo puede... Sin embargo, mi joven Uzumaki buen negociador deberás ser. Se les prometió ser liberados pero nunca lo fueron. Se abusó de su poder. Es probable que de ti desconfíen—le advirtió.
—Es similar al edo-tensei—observó Sai.
—En principio no lo era. Se requería de un sacrificio voluntario y condicionado. Muy pocos lo hicieron. Los líderes de la aldea fueron quienes el sacrificio voluntario de otros ordenaron. Días oscuros donde el fin justificó cualquier medio fueron... Libertad, fama y honor se prometieron y de eso nada se concedió.
Yuki conocía bien aquella parte de la historia. Los Uzumaki dominaron a otras aldeas empleando sus poderosas técnicas de sellado hasta que dos de sus hijos se alzaron contra ellos, se les llamó los Hermanos de Plata y Oro. Si eran capaces de encerrar el alma de un shinobi y convocarlo a aquel mundo superando los inconvenientes del edo-tensei, ¿quién podía alzarse contra ellos? Aquella técnica concebida para protegerles causó la desconfianza de otras aldeas que conspiraron para conducirles a su fatal destino...
—Pero... ¿por qué proteger tanto esta isla?—Se interesó Sai.
—Porque el centro del universo era—fue la respuesta del anciano.
—Intuyo por tu respuesta que estas criptas encierran más que una poderosa técnica capaz de invocar un ejército de ultratumba... ¿no es así?
—Nada encierran que no puedas entender.
El grupo atravesó una gigantesca puerta donde había esculpido un ojo con seis circunferencias y un kanji que Hiraishin leyó cómo "sello"
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Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)
PertualanganTras la 4ª Gran Guerra Ninja, los grandes países comienzan a construir la paz. Sasuke, Tsunade y muchos más han caído en la última batalla. La historia comienza cuando Naruto es nombrado como Hokage en la llamada Plaza de la Paz, una gran construcci...