LA NECRÓPOLIS DE LOS DIEZ MIL HIJOS DEL DRAGÓN

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Kakashi observaba a los gennin que Naruto había acogido como discípulos.

Naruto había escrito para informarle de que habían iniciado el camino de regreso, pero le pedía que le cubriera porque Sakura y él deseaban tomarse su tiempo. Era bueno ver que volvían a estar como siempre.

"La verdad es que sí que se parecen al Equipo 7" pensaba contento mientras les veía entrenar. "Siempre culpé a Minato-sensei de la muerte de Obito y luego yo causé la muerte de Sasuke. De haber sido mejor sensei ahora ninguno sufriría tanto" Aquellos pensamientos siempre le acosaban y le habían hecho plantearse hasta la saciedad si merecía vivir aquella vida, sin sentido, sin respuestas, sin camino. La única razón que le empujaba a luchar era Naruto, el hijo de su maestro.

A lo largo de todos aquellos años, desde que Sakura había perdido al hijo de ambos que aún llevaba en su vientre, el único motivo por el que se había mostrado como un apoyo para Naruto era la necesidad que tenía de hacer algo que acabara bien. Nada de lo que se había propuesto había salido como esperaba. Rescató a Rin pero perdió a Obito. Defendió Konoha, pero perdió a su maestro. Intentó frenar a Orochimaru, pero perdió a Sasuke. Y sin embargo, todos sus errores los habían padecido otros. La muerte de cada uno de los que habían caído en la guerra contra Akatsuki caían sobre su conciencia.

A lo largo de aquellos siete años Kakashi había ido viendo como sus dos discípulos maduraban, para él una de las pocas recompensas de seguir vivos. Les había visto acercarse hasta que por fin Naruto había cumplido su objetivo de lograr que Sakura le reconociera. Les había interrumpido las primeras veces que los jóvenes habían buscado el calor del otro. Había actuado como el padre de Naruto para determinados consejos, que escapaban a su comprensión si se tenía en cuenta que las únicas mujeres a las que había amado o estaban muertas o se habían cansado de esperarle. Había estado con ellos en sus bajos momentos y de nuevo les veía reconciliarse.

Hikau ya había conseguido dominar la esencial técnica de andar sobre el agua. Le recordaba en muchos aspectos a Naruto. Era el más jovial y el menos habilidoso, aunque Naruto escondía un gran potencial que él nunca supo aprovechar. Tuvo que ser Jiraiya-sama quien enseñara al hijo de su maestro y no él como se prometió el mismo día en que enterraron a Minato y a Kushina.

- Kakashi-sensei,- le consoló en una ocasión Sakura durante una revisión - no tienes por qué cargar como tuyas todas esas muertes.
- ¿Cómo sabes eso? – preguntó sorprendido.

La guerra había supuesto para Kakashi un duro golpe. Había visto como uno de sus amigos había matado a cientos de miles de personas sólo por cumplir un sueño y traer a la vida a la mujer a la que amaba, mujer que Kakashi había ayudado a suicidarse por el bien de su propia aldea. Su existencia estaba vacía y nunca había podido llenar el hueco de Obito y de Rin, s'lo cuando veía a Naruto y a Sakura felices podía sentir parte de esa alegría. Sin embargo, la constante preocupación del Hokage por la política había hecho que Kakashi se preocupara de nuevo pues temía que su discípulo no fuera capaz de ver quién era realmente el Señor Feudal: algo más que un mero político.

- Nuestro cuerpo, por desgracia, responde a nuestras emociones. No presentas ningún problema grave de salud, pero puedo ver que tu estado de depresión mantiene algunos valores alterados y eso es extraño.
- ¿Eso es cierto?
- Por favor, sensei, claro que no. Sin embargo, Naruto y yo lo hemos comentado. Siempre que él intenta hablar contigo, según me ha dicho, rehúsas hacerlo. ¿Es por él, verdad?
- Sí, de la misma forma que yo me culpo porque no protegí a mi amigo y no cumplí mi promesa, Naruto sigue culpándose por la muerte de Sasuke y de todos esos inocentes. Si yo le confesara que cada día que pasa siento sus anónimos rostros sobre mí, ¿crees que le beneficiaría? Naruto tiene muchas cosas en mente y busca en mí apoyo. No puedo convertirle en mi confesor.
- ¿Y yo?
- Has sufrido mucho por la trágica pérdida de tu hijo. He ayudado a Naruto a tratar de encontrar una solución a la maldición de Nanaitsumi, lo menos que necesitas son las tristes historias de tu patético maestro.
- No eres patético. Yo también me cerré y eso nos ha causado mucho a Naruto y a mí. Además, sensei, tu estuviste para mí cuando yo me quedé sola en Konoha. Tú me apoyaste y animaste a pesar de la rudeza del entrenamiento con Tsunade-sama. Tú escuchaste cómo me sentía: perdida, sin saber si amaba a la sombra de uno o estaba enamorada de otro que se había marchado para perseguir al primero. Has sido bueno escuchando, es hora de que yo lo sea.
- Sakura, eres un encanto. No te perocupes por mí, pero te prometo que cuando me sienta mal, me tendréis en vuestra casa llorando, cual perrito lastimero.
- ¡Oh! ¿Es eso una broma? – sonrió ella.

El jounnin se quedó pensativo. Sora estaba peleando contra Hikaru. El chico de pelo plateado, de carácter silencioso aunque de buen corazón, era bastante parecido a como era Kakashi, aunque no compartían la arrogancia que había hecho que Obito muriese para renacer como un ángel de la destrucción. Ellos tendrían suerte, reflexionaba Kakashi, nunca más conocerían la guerra. O, al menos eso es lo que había pensado hasta que Naruto le había confesado los sueños que tenía. Algo en su cabeza le había hecho empezar a atar cabos y a recordar...

Con la intención de cerciorarse había pedido cierto material. Los mayores ninja de Konoha siempre se habían interesado por estudiar el chackra. La leyenda decía que el fruto del árbol-dios que había sido ingerido por Kaguya. El Nidaime Hokage y Tsunade-sama se habían dedicado a su estudio y habían dejado sus conocimientos por escrito en el Rollo Prohibido, que tanto tiempo atrás había robado Naruto. Se decía que su lectura estaba reservada a los Hokage y a quienes estos autorizasen. Naruto y él se habían dedicado a estudiarlo, aunque su alumno, había prescindido de las explicaciones teóricas sobre el chackra.

Kakashi las había estudiado y empezaba a temer que veintiséis años atrás no todo cuanto hubiera sucedido fuera lo que él conocía. Sus preocupaciones se confirmaron cuando a mitad de la mañana, mientras aconsejaba a Yuna sobre cómo controlar el chackra e intentaba que Hikaru dominara algunos sellos con mayor eficiencia, llegó un pequeño pajarito hecho de tinta.

Detuvo el entrenamiento y extrajo un rollo de pergamino. Era el reporte que le mandaba Sai, como capitán de la misión especial que habían mandado para reconocer y espiar qué sucedía más allá del mar. Aquel asunto, entre otros muchos, preocupaba a Naruto. Todos los que habían sobrevivido a Akatsuki no querían que una guerra se produjera de nuevo. Los rumores indicaban que un ejército se movilizaba. Al ver reír a los alumnos de Naruto, Kakashi sabía que él también quería evitar a toda costa aquello. No obstante, el mensaje no era muy alentador.

Sai le informaba de que habían llegado a contar una fuerza militar de hasta veinte mil efectivos. Sin embargo, informaba de que en aquellos momentos, sus hombres viajaban por todo el continente, buscando más asentamientos como Doreigakure, enclave que describía perfectamente con todo lujo de detalles. Advertía que según estaban descubriendo podía haber un ejército muy superior al que Akatsuki había reunido. Sin embargo, la parte más desconcertante era en la que Sai le hablaba de que la información de que disponían señalaba a que el ideador de la gran invasión no era otro que Nanaitsumi, quien, según habían averiguado, se refugiaba en unas ruinas conocidas como la Necrópolis de los Diez Mil Hijos del Dragón.

- ¿Ocurre algo, Kakashi-sensei? – preguntó Sora, cuando, incluso por debajo de su intraspasable máscara pudieron ver su preocupación.
- No son buenas noticias para Konoha.
- ¿Qué sucede?
- Nada que vosotros podáis arreglar.

"¿Hasta qué punto puede ser verdad este rumor?" Kakashi sabía de la eficiencia de Sai como ANBU. Nunca enviaría esa información si no se hubiera cerciorado de que así era realmente. Kakashi sospechaba que Nanaitsumi hubiese sobrevivido, en especial, tras la confesión de Naruto. En su cabeza se formaba una idea que no le agradaba ni lo más mínimo. Si Nanaitsumi compartían un vínculo que permitía a Naruto saber qué hacía, nada parecía indicar lo contrario.

- Al menos, Naruto-sensei, procura sonreír y hacer como que no ocurre nada cuando recibe una mala noticia. Esto es ganas de darnos en qué pensar – protestó Hikaru.

Naruto le había encargado que les aleccionase mientras duraba su estancia allí. "Es muy importante que Yuna-chan esté a salvo. Ella o Sakura son la llave" Le había dicho siempre. Sin embargo, ante aquella circunstancia, ¿qué debería hacer? ¿Debía informar a Naruto, o tenía que comprobarlo él?

Kakashi torció el gesto antes de decir:

- El entrenamiento de hoy se ha acabado - replicó serio.- Tenéis una hora para descansar, luego seguid custodiando a Shion como Naruto os ordenó.

Con aquellas palabras se despidió y se esfumó. Necesitaba reflexionar. En su habitación, cerró la puerta, se quitó las sandalias y el chaleco de jounnin y se sentó frente a la ventana.

El mensaje le había sido dirigido a él como capitán de las fuerzas especiales. Sin embargo, su deber era informar al Hokage. Algo en su interior le llamaba a que incumpliera su deber para con Naruto. Lo que menos necesitaba en aquella situación, ya de por sí tensa según le había escrito tras la informal reunión de emergencia que había celebrado con los otros kages, era constatar que Nanaitsumi estaba vivo. Quizás, sólo él supiera que Naruto había desarrollado un especial odio por aquel sujeto: le había destrozado la vida a Sakura y aquello era algo que Naruto no le perdonaría. No dudaba que Naruto fuera un buen Hokage y supiera reaccionar con temple, pero, también le conocía como para saber que querría saldarse la deuda que había contraído con el líder de Shuha.

Kakashi se pasó toda una hora pensando los pros y las contras de todas y cada las opciones que tenía, hasta que al final pudo escoger. Tomó un pergamino. Se sacó un pequeño frasquito con un espeso líquido negro con ciertos matices escarlatas que le había dado Naruto. Era un sencillo pero eficaz sistema que permitía comunicarse a los ANBU, un consejo que había aprendido Naruto de los samuráis que llevaban empleándolo durante generaciones. El Ninja Copia redactó un mensaje explicándole a su alumno que debía incorporarse a la misión de Sai por motivos de extrema urgencia y que cuando se pusiera en contacto ya le advertiría de todo cuanto debía. Acto seguido la tinta comenzó a desaparecer. Sólo Naruto podría leerla. Aquella tinta era su propia sangre.

Ya había tomado una resolución y era descubrir los secretos de Shuha, Nanaitsumi y del vínculo que les unía a Naruto. Había llegado la hora de actuar, antes de que fuera demasiado tarde y el enemigo volviera a sorprenderles. Sospechaba que volvían a ir detrás de ellos, pero si seguían sin actuar la distancia sería aún mayor.

No sabían mucho salvo que Shuha anhelaba conseguir el poder de Fennisuku. Durante siete años habían creído que muerto Nanaitsumi, aquel riesgo había desaparecido junto a él. Si seguía vivo, toda la amenaza que suponía también. Tenía un presentimiento: si Nanaitsumi no había muerto y ahora comenzaba a mostrarse al dejar que sus secuaces y partidarios mostraran sus planes con descaro, aquello sólo podía suponer que sus planes iban viento en popa.

Volvió a abrir a mojar la pluma en la tinta para seguir escribiendo. A su mente vino el recuerdo de Jiraiya-sama. Una sensación de miedo le invadía, pero a la vez, el deber le llamaba, el deber para con toda la aldea por la que Minato-sensei había muerto, por la que Naruto daba su vida... ¿Estaba asustado porque pensaba que iba a morir?

Iba a despedirse de Naruto y a rogarle que viera el problema desde una perspectiva amplia, que no se dejara absorber por los problemas políticos que pudiera suscitar la Confederación que él había idealizado como la panacea para todos los males, que le quería como a un hijo y que le dedicaba aquellas palabras porque temía que al iniciar aquella misión que se proponía fuera la última vez que pudiera decirle todo aquello.

Luego pensó en escribirle a Sakura, pidiéndole que fuera feliz con Naruto, porque de esa manera tantos otros que no habían podido amar por culpa de la guerra, verían que su sacrificio permitió a otros disfrutar de ese amor y que tuviera paciencia porque Naruto estaba dispuesta a acabar con aquella terrible maldición que tnato daño les había casuado.

No lo hizo. "Kakashi, has sobrevivido a muchas otras y tan igualmente peligrosas como ésta, no preocupes a Naruto. Lo que tengas que decirles se lo dirás en persona"

Kakashi realizó un pequeño sello y el pergamino sólo podría ser abierto por Naruto. A continuación escribió otro mensaje para Shikamaru, quien compaginaba sus labores como maestro de Ryu, el hijo del difunto Asuma y de Kurenai, con las de consejero de Naruto poniéndole al corriente de las nuevas noticias y pidiéndole que fuera diseñando la estrategia adecuada. Naruto se había convertido en un gran líder, aunque carecía de la visión de Shikamaru.

El Ninja del Sharingan decidió tomar aquella tarde de descanso. Partiría por la noche, cuando pudiera confundirse con las sombras y nadie advirtiera su marcha, o, al menos, todo aquel que quisiera debiera de esforzarse en hacerlo. Les dejó por escrito a los discípulos de Naruto una nota en la que les explicaba que debía abandonar su supervisión aunque su maestro estaría a punto de regresar.

Tras aquello, se tumbó y cerró los ojos con la intención de dormir. A penas lo consiguió. Su mente estaba demasiado activa, tratando de recordar todo cuanto había sucedido desde hacía nueve años, desde que terminara la guerra. Sentía que la respuesta se encontraba precisamente en los hechos que Naruto y Sakura habían vivido en Uzushiogakure. Sólo sabía que Sakura había sido convocada allí por Orochimaru y había intentado matar a Naruto. Shuha, Fennisuku y aquella isla estaban relacionados.

Tal y como había planeado, cuando una noche sin luna cayó sobre la Ciudad Capital y las nubes que durante todo el día habíane estado eclipasando el sol descargaron la tormenta, Kakashi abandonó la seguridad del palacio. Se había equipado con una de las capas blancas de viaje que empleaban en Konoha, pero la lluvia caía con tanta intensidad que pronto acabó empapado.

Las nubes se extendían durante kilómetros. Era la estación de la lluvia y cuando la climatología se volvía caótica. Cuando Kakashi observaba al cielo que no paraba de llorar podía intuír que aquel tiempo le acompañaría durante buena parte del viaje, retrasándole.

Sus pasos le guiaron hasta la costa donde se hizo con el pasaje de un pequeño velero mercante que realizaba transacciones con algunos puertos del País del Agua y del lejano continente del este. Durante el viaje, Kakashi iba intecambiando opiniones con los viajeros, comerciantes, marineros... y todos coincidían en que en el este las cosas habían cambiado mucho en la última década. Sus naciones se habían reorganizado, se habían cerrado al exterior y se rumoreaba que habían formado otra Confedereción similar a la que se creaba, con sus enormes dificultades, en aquel continente.

La travesía por mar fue mucho mejor de lo que esperaba. El mal tiempo que había marcado los primeros días de viaje, dio paso a un espléndido sol y a un viento favorable que empujaba las velas del barco hacia su terrible destino. "Como si el propio viento me empujara hacia ese sitio". No obstante, el viaje fue lento. El barco pasó por todas y cada uno de los cientos de islitas que conformaban los archipiélagos del País del Agua y por supuesto, atracaron varios días en la propia capital del país.

El pequeño navío mercante partió hacia el continente del este tras estar amarrado en el puerto tres días con sus tres noches. Continuó realizando la misma y eterna ruta, que permitió que el ninja descansara y se concentara en acumular su chackra. Aquella misión era de rango Hokage. Aquel tipo de misiones no existían oficialmente. No eran remuneradas por lo que no se incluían en el católogo de misiones. Eran encargos que el Hokage realizaba a los mejores ninja por el bien de la aldea. Él mismo había realizado algunas. Aquella era otra más: descubrir la verdad sobre Shuha y su líder.

Por fin, Kakashi llegó a su destino. Desembarcaron en un pequeño pueblo costero en el que procuró no pasar mucho tiempo. Imaginaba que de la misma forma que Konoha y el País del Fuego poseían espías que informaban de los movimientos de los shinobis y soldados enemigos, también habría quienes informaron a los líderes de aquellas naciones, y más en aquel momento que según apuntaba todo se preparaban para la guerra.

Tal y como le dijo a Sai en el mensaje de tinta que le devolvió – Kakashi pensaba que era uno de los ninjutsus más útiles para un espía que fuera ninja – el usuario del Sharingan que nada tenía que ver con los Uchiha se reunió con la unidad ANBU capitaneada por el silencioso amigo de Naruto. "Veo en Sai al Sasuke que me gustaría haber educado" se decía siempre. Aunque no lo supiesen, Sai era una de las personas que siempre había apoyado a Naruto o a Sakura en sus momentos más difíciles. Sai estaba destinado a sucederle.

- Kakashi-sensei – le saludó. Nunca le había dado clase, pero por escuchar a Naruto y a Sakura y debido a su esfuerzo por ser completamente normal y olvidar su pasado en la RAIZ.
- Equipo ANBU, descansad – les permitió tras verlos a todos rígidos, esperando sus órdenes.

Los shinobis se relajaron.

- ¿Qué nuevas hay? ¿Debemos preocuparnos?
- Al parecer, los siete de Shuha...
- ¿Siete? – interrumpió. Kakashi había decapitado a dos con Kubikiribōchō, la espada de Zabuza, el asesino, el diablo de la niebla
- Siete. Deben haber reclutado a dos más - confirmó Shino.
- Qué obsesión por el siete – comentó Konoahamaru – El señor de los siete rostros, siete discípulos...

Sai le reprendió con una mirada. El más joven de los ANBU era exactamente igual que Naruto. A Kakashi le parecía realmente divertido aquello

- Como fuera – respondió no muy interesado en aquel tipo de comentarios.
- Los siete de Shuha han abandonado el palacio que hay en la necrópolis. Yuki estuvo explorando sus ruinas, aunque poco sabemos más que existe una gigantesca cámara donde hay un peculiar ejército de terracota.
- ¿Habéis seguido alguno de los siete? ¿Estáis completamente de que son ellos?
- Una túnica blanca y un sol dorado. Completamente seguros, Kakashi-sama – intervino Yuki Tami, el fiel guardaespaldas de Naruto.
- ¿Y Nanaitsumi? ¿Está vivo?
- No hemos podido averiguarl – explicó Sai.
- ¿Cuáles son las órdenes?

Kakashi no vaciló:

- Somos cinco. Sólo podríamos encontrarnos con Nanaitsumi. Nos divideremos y exploraremos las ruinas. Creo que es en este lugar donde se encuentran todos los secretos de Shuha. Si cumplimos con éxito esta misión podríamos evitar muchas muertes al desvelar los secretos de Shuha.

Los días siguientes a medida que recorrían el territorio del País de la Luna fueron planificando los grupos y las muchas tácticas que requerirían en caso de encontrar a algún enemigo conocido. Por suerte, el Ninja Copión había traído consigo el libro BINGO donde figuraban los miembros de Shuha por elevadas cantidades de dinero.

Volar sobre las aves de Sai fue mucho más rápido y en poco tiempo, alcanzaron su destino. Se trataba de un gran valle desierto. Existían un gran cañón que hacía de entrada y que conectaban el mundo exterior con la necrópolis.

Descendieron hasta llegar a la base y fue entonces cuando por vez primera escuchó Kakashi al guardaespaldas de Naruto soltar un improperio

- Esto no estaba astí. No había tres... puertas. Estuve aquí hace varios días y estas puertas parecen llevar aquí años. ¿Qué clase de genjutsu es éste?

A las doce en punto se levantaba una gran puerta de siete rostros enfurecidos labrada sobre la roca y que parecía brillar como la sangre. A las cuatro en punto había otra esculpida sobre la roca oscura y azul con siete rostros impasibles e intemporales. A las ocho en punto había otra gigantesca puerta de iguales proporciones y rostros deformados que brillaban verde.

- Es obvio, el enemigo sabía que veníamos.- "Y eso supone que ya no hay nada que podamos hacer en secreto" – Por una de estas tres puertas se encuentra Nanaitsumi. En las otras dos los secretos de Shuha y de la supuesta invasión que pretenden. ¿Por dónde ir?
- Debemos dividirnos, así aumentaremos nuestra efectividad – aconsejó Shino, lógico.
- Sí, estoy de acuerdo. Shino, tú y Konahamru tomaréis la puerta azul. Sai, tú y Yuki tomaréis la puerta verde. Yo iré por la roja.
- Pero, ¿y si aparece Nanaitsumi?
- Ruega porque no sea más que un rumor o un farsante – respondió.

Ante la mirada de sus compañeros, Kakashi dio el primer paso hacia el final. Echó a andar. Por primera vez en su vida, tuvo miedo. Siempre había sido consecuente con las decisiones que tomaba y había estado seguro de ellas. Ahora no. Estaba aterrorizado. Ya no contaría con la ayuda de sus compañeros, ni con las oportunas intervenciones de su maestro. Se enfrentaba a lo desconocido.

Las escaleras que conducían a las puertas roja le llevaron ante unas enormes puertas de bronce. La técnica era tal que puertas no serían abiertas salvo desde dentro. Complicados mecanismos hacían de ellas un muro infranqueable, como la propia pared de la montaña. Kakashi alzó la vista y pudo ver que aun habiendo pasado cientos de años, todavía se conservaban las esculturas e inscripciones grabadas por quienes les precedieron, algo extraño si tal y como decía Yuki, aquel lugar

Se abrieron para él cuando realizó un doble sacrificio de sangre al morderse con fuerza los dos pulgares. El ruido de los engranajes, las poleas y los pesados goznes era ensordecedor. Kakashi las cruzó. Las puertas se cerraron de la misma forma en que se habían abierto.

Estaba en el interior de la Necrópolis de los Diez Mil Hijos del Dragón.

Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora