EL PODER DE NIRVANA

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Hikaru y Sora encontraron a Sakura tendida en el suelo, inconsciente.

—Hemos tardado mucho—exclamó Hikaru.
—No creo que hubiéramos sido de ayuda, quizás, hubiésemos supuesto una distracción.
—Puede ser... pero me siento tan impotente.

Habían salido corriendo hacia el Monte Tayto casi al segundo de ver desaparecer a su maestro y a Sakura. Sin embargo, la distancia entre la capital y la gigantesca montaña era demasiado grande cómo para poder alcanzarlos. No les fue difícil dar con la puerta de la Casa de la Eternidad. La silueta de dos gigantescas aves sobrevolando un punto en concreto les sirvió de guía. Cuando llegaron ya no quedaba rastro de su maestro ni de su esposa, aunque sí que quedaba un indicador. La puerta había sido destruida y las piezas metálicas de aquellas dos aves gigantescas constataban que habían pasado por ahí. Se habían internado en el templo y tras recorrer un eterno y oscuro pasillo habían dado con aquella sala que sólo albergaba el cuerpo de Sakura, que en posición fetal, dormía inconsciente.

La sala presentaba evidentes signos de que en aquel lugar había tenido una pelea entre el Hokage de los Dos Soles y quien fuera que hubiera secuestrado a Yuna, un tal Nanaitsumi. Las paredes estaban quemadas y había siete cadáveres calcinados, todavía humeantes. Los azulejos del suelo estaban destrozados, levantados y muchos de ellos presentaban un tizne negro, como consecuencia del fuego. Naruto nunca les había mostrado su kekke genkai, pero era de sobra conocido que le llamaban el Hokage de los Dos Soles por poseer el elemento solar como una técnica propia.

Entre ambos incorporaron a Sakura, que seguía sumida en un reparador sueño. De su vientre salían tres cadenas de chackra que brillaban intermitentemente. Sora las examinó con atención. Nunca había visto una técnica así. Era muy extraña. Acercó levemente su mano y al tocarla sintió una oleada de reparadora energía buscando su cuerpo.

Se echó hacia atrás con una exclamación. "¡Cuánto chackra!" pensó observándolas con detenimiento. Se fijó en que cada eslabón estaba pintado con runas y kanjis que para él carecían de significado y brillaban levemente, con el color del sol al amanecer.

—¿Dónde están Naruto-sensei y Yuna-chan?

Sora buscó con la mirada con rapidez. Sus ojos, rápidos e inquisitivos, recorrieron toda la sala.
No contempló la gigantesca cúpula que se extendía hacia el infinito en un mar de tintineantes y distintas estrellas de luz fría y sobrenatural. Sus ojos no prestaron atención a las cinco estatuas que tiempo atrás, antes de que llegara Naruto, sostuvieron entre sus manos las cinco estrellas que buscaba Nanaitsumi, algo que desconocía. No se pararon en examinar el rostro de piedra de tres ojos, del cual parecía que nunca hubiera invocado al espíritu del dios de la muerte. Por más que buscó, no encontró nada.

—No lo sé – reconoció asustado.

Hikaru miró a Sora, también preocupado.

—Deberíamos despertar a Sakura.

El otro gennin asintió con la cabeza. Extrajo de su pequeño botiquín una hierba que todo shinobi debía poseer. Era una plante medicinal que se recogía únicamente en las zonas más apartadas del País del Fuego, zona objeto de disputa en el pasado por las grandes potencias, y que dependiendo podía ser utilizada para sumir al objetivo en un profundo sueño que podía conducir a la muerte si la dosis era excesiva o bien podía acelerar la actividad cerebral para incitar al dormido a despertarse. Eran dos efectos muy útiles para un ninja. Sora la mezcló con una pequeña dosis de sodio y agua salada. Empezó a desprender un asqueroso y repugnante aroma que respiró Sakura en cuanto Sora se la acercó a la nariz.


—Naruto...—murmuró desorientada.
—Sakura-hime—la llamó Sora.
—Sora-kun... ¿Qué hacéis aquí?
—Eso ahora no es importante—respondió serio.—¿Dónde están Naruto-sensei o Yuna-chan?

Sakura abrió los ojos como platos. Su rostro reflejó la preocupación y la angustia. Había vuelto a la realidad, a la dura realidad. Estaban en la Casa de la Eternidad. Se levantó sin pedir la ayuda de los dos gennin y se acercó al borde de aquella plataforma. Sora y Hikaru la imitaron. Su rostro se iluminó con el fantasmagórico resplandor verde.

Sora tragó saliva. Ya sabía dónde estaban.


* * *

Naruto había sentido pánico durante los primeros minutos al bucear y no encontrar a Yuna temiendo que se le acabara el aliento. Sin embargo, pronto pudo comprender que en aquel lugar el tiempo no era una realidad y que cuestiones tan físicas como la respiración eran insignificantes.

El agua estaba realmente fría y todo estaba oscuro a pesar de que se trataba de un líquido incoloro. Sintió el sabor de la carne podrida en su boca, y tuvo que esforzarse para contener las náuseas y dejarse llevar. Sintió como si cientos de brazos tiraran de él, como si miles de tentáculos entraran por los orificios de su nariz y llegaran hasta el interior de su pecho, donde su corazón, como una bomba de fuego, los inflamaba haciendo que ardieran y quemándola por dentro.

Abrió los ojos y pudo ver un infinito mundo de luces, sombras y colores. Sentía cómo le escocían los ojos debido a la elevada cantidad de sal que contenía aquella puerta a lo que estaba por suceder y a lo que había pasado. Aquel extraño mundo que se extendía ante él presentaba de manera miles de formas cambiantes. Naruto sabía que cada forma era una vida. A veces aparecían, otras veces cambiaban y otras muchas veces desaparecían.

Naruto se entregó a aquel mundo. Era extraño. Parecía como si se hubiera lanzado con su cuerpo entero a una poza. Caía. Caía. Caía. Caía. Unos segundos en aquel mundo podían ser unos siglos y viceversa. Debía extremar las precauciones.

El pozo de las ánimas era una infinita dimensión que hacía que la mente lo asemejara al agua, aunque nada allí era real. Las luces estaban deformadas, parecían distantes y brillaban de una forma totalmente artificiosa. Las sombras parecían tener vida propia y a la vez parecían emitir un brillo capaz de absorber la luz, algo realmente raro. La sensación de ingravidez era muy distinta a la que se podía sentir al bucear.

Naruto nadaba con todas sus fuerzas. A lo lejos podía ver el cuerpo de Yuna hundiéndose mientras unos fantasmales brazos tiraban de ella, mucho más rápido de lo que Naruto era capaz de nadar.

Aquel lugar parecía una realidad alternativa. No había ninguna ley física que pudiera aplicársele y parecía infinita en su abyecta inmensidad. Naruto escuchaba risas tétricas, lamentos de almas en pena y una extraña canción que ya había escuchado. Era una melodía triste y única que había escuchado durante su breve estancia entre los muertos, melodía que le trajo a la vida. Sin embargo, aquí era acompañada por cientos de voces que la tapaban y la convertían más en un murmullo.

Ante sí pudo ver las mismas escenas de su pasado con total nitidez, a diferencia de las pesadillas que habían marcado sus sueños en los últimos meses, su historia más reciente y un mundo lleno de posibilidades.

Pudo ver a sus padres entregando su vida por él y para proteger Konoha; cómo Kurama era encerrado en su interior; cómo vivía solo sin que nadie le quisiera; cómo él luchaba por ganarse su afecto; cómo sólo empezaron a reconocerle a medida que se hizo más fuerte; cómo perdía a su primer amigo; cómo hería a Sakura al perder el control de su bijuu; cómo perdía a Jiraiya, su mentor y el que fuera como un padre; cómo Sakura estaba con él; cómo se enfrentaba a Pain y a todo Akatsuki por defender su tierra; cómo después disfrutaba de su recompensa y cómo Sakura le reconocía; cómo los dos eran felices y cómo su matrimonio se resquebrajaba tras ser víctimas del ataque de Nanaitsumi; cómo veía crecer a sus amigos y a las nuevas generaciones... Toda su vida pasaba ante él, queriendo distraerle.

Sin embargo, él no podía permitirse aquellas distracciones. Yuna era arrastrada hacia un abismo y cuanto más se alejaba de él más tenía la sensación de que iba perdiendo a su alumna. Recordaba el mismo día en que la había llevado a Konoha. Había sido por culpa de Shuha por la que había perdido su hogar y él había intentado que ella aprendiera a defenderse y sin embargo, no lo había conseguido. No sólo era su deber como Hokage para con la extinta aldea de Izumo, sino para con ella como su profesor.

Miró hacia arriba y pudo ver la superficie, lejana. No parecía haber encima de ellos una impresionante cueva que era la Casa de la Eternidad. Reunió todas sus fuerzas y dio otra brazada intentando alcanzar a su alumna que no dejaba de alejarse.

"Naruto. Ten cuidado. ¿Es que acaso no sientes cómo funciona este lugar?" Le preguntó Kurama

Claro que lo sabía. Lo sabía desde que se había tirado. Aquel lugar se llamaba el pozo de ánimas. Era una puerta al mundo de los muertos y allí moraban las almas (o ánimas) de quienes no se atrevían o no podían o no querían hacer el viaje definitivo. No conocía todas las leyendas, pero Nhis, el señor Feudal, le había hablado de aquel lugar en concreto. Era un gran experto en leyendas antiguas y su conversación siempre amena y aquel lugar daba para muchas leyendas.

El pozo de ánimas fue creado con las almas de todos aquellos que murieron enfrentándose al Juubi antes de que Rikudou Sennin lo sellara en la luna. Morir asesinados por la bestia de la destrucción era lo mismo que ser condenado a vagar por el mundo cual alma en pena. Rikuduo Sennn bendijo aquel lugar permitiendo que todo aquel que estuviera dispuesto a pagar un precio conociera la verdad de la pregunta que formulara. Los Cinco Hermanos, años más tardes encerraron allí las cinco estrellas que se requerían para invocar a Fennisuku y crearon todas aquellas trampas para proteger el acceso porque cualquiera que llegara a la sala del Pozo de Ánimas e hiciera la pregunta de cómo resucitar al Fénix

La mente de Naruto rápidamente se hizo la pregunta de por qué Nanaitsumi no la había hecho. Sólo podía suponerse que sabía cómo convocar al Fénix y que ahora que tenía el mapa que le conduciría a las estrellas, su plan estaba cada vez más cerca. "Sólo las cinco aldeas—pensó el Hokage—se interponen entre su victoria final." Sin embargo, la acuciante necesidad de salvar a Yuna era superior. Ya podrían salvar el mundo después.

El pozo de ánimas funcionaba con almas. Las almas era aquella especie de líquido. Aquel lugar atemporal y espiritual que era la Casa de la Eternidad, que sólo los Hermanos sabían cómo habían creado algo así en el mundo físico, plasmaba algo inmaterial como las almas en algo físico como era el líquido en el que nadaba, que nada tenía que ver con el agua.

"Nada más rápido, Naruto, idiota" Se ordenaba.

Cuanto más tiempo estuviera allí peor sería para él. A eso se refería Kurama. Aquellas almas entre las que nadaba iban absorbiendo su juventud. Él era un Uzumaki, viviría más que cualquier otro y podría aguantar más que una persona normal, pero no podía permanecer allí indefinidamente. Sentía cómo iba perdiendo su chackra. No temía tanto por él cómo por Yuna. A él le protegía el chackra de Kurama que había forjado una armadura dorada que ralentizaba el efecto del pozo. Yuna no contaba con esa protección.

Se dio impulso y nadó con más fuerza. Cada brazada era una agonía. Se sentía extenuado. El veneno que había ingerido, la lucha contra Nanaitsumi y defenderse de aquella mortal trampa inevitable eran tres hándicaps insuperables.

De repente una presencia pasó ante sus ojos. Delante de él apareció una de figura cubierta con su fantasmagórica capa que traslucía la luz fantasmagórica que escasamente traspasaba el agua. Su rostro estaba parcialmente oculto por la capucha, pero tenía y se dejaba intuir bajo aquella capucha, feo y retorcido. De la capa surgió una mano gris, viscosa y con apestosas pústulas, como las de un cadáver en descomposición bajo el agua.

—¡Menma...—susurró con su voz desgarrada y chillona como el metal.
—Te estábamos esperando—se le unió otra enseñando su lengua viscosa y bífida, como si fuera una serpiente.

Naruto se vio rodeado por aquellas cosas que iban siendo cada vez más y más. El miedo se apoderó de él. No tenía por qué temerles. Él había vencido a numerosos y más temibles enemigos. Sin embargo, había un rival contra el que no se podía ganar: la muerte.

—Ven con nosotros, no-muerto.
—Sí...

Escondieron la mano entre los pliegues de la negra tela. Entonces aspiró larga, lenta, ruidosamente como si quisiera succionar más que aire. Un frío aún mayor que él que la niebla había traído consigo se extendió por su cuerpo. Naruto empezó a retener el aire en el pecho. No había aire. No había frío. No había nada. Estaban en un lugar donde las leyes físicas no regían y él se sentía debilitar por aquella cosa. El frío penetraba más allá de su piel, en todos sus músculos, hasta agarrotar su propio corazón.

No se iba a dejar vencer. Yuna, Hikaru y Sora le necesitaban. Sakura y... le necesitaban también. "Aunque sea lo último que haga, lo veré en este mundo" Se prometió.

Naruto cerró los ojos. Juntó las manos y empezó a liberar su chackra. En su mente se formaban las palabras del anciano Hiraishin que había conocido tanto tiempo atrás. Todo en su mente estaba. Si no estaba en el mundo físico, significaba que podía llega a Nirvana, la realidad que le había mostrado Hiraishin tanto tiempo atrás. No supo por qué su mente le trajo todos aquellos recuerdos, pero se aprovechó de ellos.

Al volver a abrir los ojos, estos brillaban como el sol y Naruto se convirtió en una auténtica estatua ígnea que brillaba con la fuerza de dos soles, dos soles que le esperaban en la superficie. Separó las manos y comenzó a girar hasta que alcanzó tal velocidad que pareció ser una auténtica esfera, como el astro rey.

Aquellos seres venidos del mundo de los muertos, tal y como aventuraba Naruto, salieron huyendo despavoridos, presos del pánico que les provocaba la luz, la luz del Hokage de los Dos Soles. Naruto se miró las manos y vio como su piel empezaba a oscurecerse y a arrugarse. Demasiada energía.

El Hokage de los Dos Soles aprovechó aquella energía para llegar hasta Yuna. Cerró los ojos y volvió a acudir hasta aquella realidad llamada Nirvana, realidad a la que solo él podía acceder. "Si este lugar no se rige por leyes físicas, sólo puede significar que yo soy quien lo controla" Desechó todo el miedo de su interior y no se imaginó en un lugar tétrico y fantasmal, puerta al mundo de los espíritus, sino en el mundo de luz y cristal que era el Nirvana.


* * *

Sakura miraba preocupada, mientras Sora y Hikaru compartían su estado de nervios.

—Llevan demasiado tiempo. ¿Y si se han ahogado?
—No... ¡No se pueden haber ahogado!—Negó la Princesa de las Babosas.
—¿Cómo lo sabes, hime?—preguntó Sora, buscando el consuelo de la seguridad que debía trasmitir un adulto.

La joven se llevó la mano al vientre y se apretó con fuerza la camisa que llevaba...

Antes de que pudiera responder la cueva entera tembló. La oscuridad desapareció y la luz, proveniente del agua acabó con aquel tenue y mortecino resplandor verde. Era el poder del sol, era el poder de Naruto. La piedra empezó a cambiar y en su lugar apareció un lugar de cristal. Una sensación de paz les invadió a los tres por igual. Sintieron la calidez de los rayos de sol y la pureza de un aire virgen y no contaminado. No podía ser... Hacía años que Naruto no empleaba aquello.

—¿Qué demonios ocurre?—Protestó Hikaru armándose con su kunai.
—Nada malo, Nirvana...
—¿Qué es Nirvana?

Sakura dudó si explicárselo.

—Sólo significa que no piensa dejar escapar a Yuna-chan.—"Y que está realmente en problemas" pensó angustiada.

* * *


El agua desapareció y en su lugar Naruto se encontró en una superficie totalmente seca, sobre la que se podía correr. Y así lo hizo.

Persiguió a aquellos brazos que tiraban de Yuna con todas sus fuerzas. La canción y los lamentos se incrementaban a medida que más se alejaba de la superficie. Los gritos de aquellos espíritus que habían intentado atacarle estaban detrás de él, esperando la más mínima oportunidad para completar su misión: salvar a Yuna, a cualquier precio. Gritaban un nombre: Menma; él no era Menma, él era Naruto.

A medida que lo hacía más notaba cómo su vida se escapaba entre sus dedos. Cuanta más energía empleaba y más se acercaba a Yuna más le faltaban las fuerzas para volver. No podía permitirse tener miedo. El miedo hacía fuertes a aquellas criaturas, la determinación las combatía y la esperanza de volver las derrotaba. Esperanza. Verde. Verde como los ojos de Sakura. Sólo pensaba en esos ojos... y en los ojos que podría tener.

"¡Naruto!" Le llamó la atención Kurama. "Apenas me queda chackra que prestarte, me encargo de sobrevivir por los dos, retrocede y vuelve con Sakura, no hay nada que puedas hacer"

"No voy a rendirme" Él era Naruto Uzumaki y nunca se rendía. Nunca. Daba igual la adversidad. Cuanto mayor era el resto mayor era su resolución. Gracias a Kurama había conseguido no caer muerto tras la prueba a la que le habían sometido y últimamente sus fuerzas se veían reducidas tras los desmayos y los extraños sueños. "Verde, verde, como los ojos de Sakura, así es la esperanza, no la pierdas" se decía. "Vamos, Naruto".

Y con todas sus fuerzas realizó los sellos que tanto empleara el Yondaime Hokage y apareció tan cerca de Yuna como le fue posible. De su cuerpo salieron seis brazos de chackra que impactaron en las manos pútridas e infectas que se aferraban a Yuna.

Naruto perdió las energías que le quedaban y aquella armadura que era el modo bijuu desapareció. Al mirar sus manos se sorprendió al ver las manos de un anciano, huesudas, totalmente arrugadas y llenas de manchas. Todo el Nirvana desapareció. El agua volvió a inundarlo todo. La cueva cristalina desapareció y Naruto sentía cómo la luz desaparecía poco a poco. El verde del agua era como la muerte, no como la esperanza de los ojos de Sakura.

Cogió a Yuna y empezó a ascender.

Su corazón había envejecido y le costaba nadar. Las leyes físicas empezaban a regir en aquel mundo y sentía cómo sus pulmones se cansaban de aguantar sin respirar, aunque en ningún momento le pedían más oxígeno. La agonía se vio incrementada. El miedo le perseguía y empezaba a aferrarse a su pierna. Su contacto era como tocar gélidas e hirientes cuchillas.

Escuchaba cómo muy cerca de él aquellos demonios del mundo de los muertos se aproximaban sigilosa y letalmente. Lanzó a Yuna, realizó los sellos y una corriente de aire con toda la fuerza que le quedaba la empujó hacia la superficie.

Los ojos de Naruto quedaron completamente en blanco, un blanco como el color de la niebla. No podía ver nada. Eso era la muerte. Pero aún estaba vivo. Sentía su corazón latir, cada vez más lentamente. Se quedó sin oído. Notó cómo una cadena se enroscó en torno a su mano derecha. Luego otra a la izquierda. Dos más a los pies. La última y más violentamente en torno al cuello.

Tiraban de él con demasiada fuerza. Se notaba anciano y desprotegido.

Y entonces, a lo lejos escuchó los gritos de cientos de personas que aterrorizados suplicaban la salvación de la condena a la que habían sido sometidas de la misma manera que él. Quería ayudarles, pero las cadenas le pesaban demasiado. Intentó mover los brazos. Patalear. Luchar. Intentó pedir auxilio pero ya no le quedaba casi aire. Sólo le quedan sus recuerdos y aquella criatura, con sus huesudas y mortecinas manos estaba esculcando todos sus recuerdos. Se llevaba los alegres y sólo dejaba los que le podían inducir a la tristeza o a la desesperación.

El miedo blanco y mortecino que lo rodeaba y que había traído a aquellas criaturas, entró dentro de él. La muerte le llamaba

"¡NO!"


* * *


Yuna salió disparada hacia arriba. Sora no tardó ni un segundo en saltar, cogerla en el aire y volver al suelo. Estaba empapada y le echó su camiseta y su chaleco seco, al igual que Hikaru. El mayor de los dos gennin abrazó a Yuna mientras se decía que todo pasaría.

Sin embargo, Naruto no salía. Pasó un largo minuto. ¿Por qué no salía?

—¡Voy a entrar!—Decidió finalmente. "No te dejaré que te vayas, no, ahora no".

No tuvo que hacerlo. Una mano huesuda se agarró al borde de la plataforma. Sakura se preparó para lo peor, pero pronto comprendió de quién era aquella mano. Corrió para ayudarle a subir. Lo cogió con fuerza y lo notó ligero, como si fuera el peso de un niño. Aunque no se encontró con un niño, sino con un anciano, decrépito y moribundo. Su piel estaba oscurecida por el paso de una eternidad, llena de manchas y muy arrugada. El azul de sus ojos se había apagado por completo. Su pelo había pasado a ser blanco como la nieve. Fue su sonrisa al verla bien, lo que hizo que Sakura se diese cuenta de que era Naruto.

Naruto se dejó caer sobre ella y cuando lo hizo exhaló su último aliento.

Sakura abrió los ojos como platos, pero no tardó en recomponerse. Él se había enfrentado a la muerte en aquel lugar y ella no se consentiría no apoyarle para que terminara de derrotarle. No podía volver a pasarle. Lo dejó sobre el suelo, ante la atónita mirada de Sora y de Hikaru. Puso sus manos sobre su corazón y liberando todo su chackra se lo trasmitió hasta que el pecho de Naruto se inflamó y volvió a respirar. La piel empezó a rejuvenecerse y sus canas desaparecieron.

Respiró aliviada.

Sakura lo miró preocupado al ver que no despertaba a pesar de todo el chackra que le había suministrado.

Se llevó una mano a la boca en gesto de preocupación. Nanaitsumi sabía dónde estaban las estrellas y si el Hokage no despertaba, tenía vía libre.

Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora