CONVALECENCIA

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Sakura se desperezó estirando los brazos por encima de la cabeza

Llevaba toda la mañana trabajando, era la mejor manera de no pensar en Naruto, quien debía estar viajando a esas alturas a la Capital del País del Fuego, junto a sus tres alumnos. Sakura les tenía bastante afecto, en especial a la pequeña Yuna, le recordaba mucho así misma y era muy adorable que estuviera enamorada de Naruto, aunque Yuna era mucho más poderosa de lo que Sakura lo fue en su momento.

Estaba algo preocupada por Naruto. No le gustaba nada que el Señor del País del Fuego le involucrara en asuntos políticos. Bueno, quizás llamarlo en ese momento Señor del País del Fuego, era no hacer justicia a su cargo. En los últimos años, a raíz del ataque de Shuha, el País del Fuego se había remilitarizado y había impulsado el proyecto llamado la Confedereción de Naciones, que aspiraba a formar una sociedad o república de todas las naciones del continente. Era algo mucho mayor que una mera alianza militar, era una auténtica federación. Actualmente participaban prácticamente todas las naciones menos el País de la Tierra y del Rayo, que aún se mostraban reticentes.

El Señor del País del Fuego y el Nanadaime Hokage habían contribuido a ello. Por razones de interés económico, las naciones pequeñas lo habían aceptado sin a penas inmiscuirse. Habían eliminado fronteras abriendo paso a la movilidad de personas y mercancías. La diplomacia de Naruto había conseguido el pronto apoyo de Suna y del País del Viento y posteriormente la anexión de Kiri y el País del Agua.

Desde hacía cinco años que una Asamblea compuesta por un representante de cada nación era la que gobernaba el continente. Aquella Asamblea era presidida por el Señor del País del Fuego y era en la reconstruida Ciudad Capital donde se había situado la llamada Sede de la Confederación, el lugar al que se encaminaba.

En esos cinco años, a pesar del desagrado de Sakura y de los países opositores, la paz había resultado un éxito. Habían desaparecido las pequeñas controversias y se había producido una reconstrucción de todo el continente. El paupérrimo País del Viento, por ejemplo, había empezado a desarrollarse tras muchos años de pobreza y se le ganaba terreno al desierto.

A Sakura no le desagradaba toda aquella era de paz, todo lo contrario, lo agradecía. Lo que le preocupaba es que entre los dirigentes de la Asamblea empezaba a cundir el presentimiento de que el mundo shinobi ya no era necesario. No obstante, Naruto aún insistía en la necesidad de contar con el sistema de aldeas y era gracias a su fuerte defensa y el apoyo del líder del País del Fuego por lo que no se habían desarrollado

Aunque todo aquello era bastante secundario para ella.

Hacía siete años que Sakura no era feliz. Aquel era el más rápido y sintético diagnóstico. Lo que esperaba que fuera la mejor etapa de su vida el día que se casaba con el hombre al que amaba, había resultado un infierno. Aquel infierno tenía un causante, aunque durante un tiempo había errado en su atribución.

Tras regresar a casa, Sakura había intentado llevar una vida normal. No era fácil superar un aborto tan traumático como aquél. Era muy joven, sí, pero desde el día en que supo en que esperaba un hijo de Naruto había sabido lo que era la felicidad. Eran indescriptibles el conjunto de sensaciones que se sentían al saber que se era madre, al saber que una vida crecía en su interior, al soñar despierta con el momento de tenerlo en brazos, de acunarlo y de darle el mismo amor que con el que le habían traído al mundo, de imaginar años y años con él viéndole crecer y miles de pensamientos y sensaciones.

Lo peor no había sido perderlo, porque para ella era su hijo desde la misma noche en la que Naruto y ella se casaron en secreto ante sus amigos, sino la pesadilla. La misma pesadilla que la perseguía en sueños noche tras noche con un mensaje: estaba muerta por dentro.

Durante el mes que sucedió al ataque creyó que podría retornar a la normalidad. Intentó acercarse a Naruto, pero... no le fue posible. Sentía que le había fallado. Se sentía muy culpable. La tristeza la invadió y se convirtió en un alma en pena.

Pasaba casi todo el día en la cama, casi sin comer y sin dormir, temiendo que la muerte misma viniera a recordarle que su interior estaba asquerosamente podrido, más que la propia muerte. Un tema empezó a obsesionarle: no iba a ser madre. Su primer error fue no contárselo a Naruto y eso, ahora, siete años después le hacía sentir realmente mal, pero en aquel momento, creyó tener la necesidad de resolverlo por sí misma. Sólo una persona estuvo con ella: Ino. Había ciertos temas que sólo una mujer podía entender y por esa razón, la joven del clan Yamanaka estuvo con ella.

Aunque todo aquel calvario personal sólo había hecho más que comenzar.

El problema vino cuando al mes siguiente no tuvo el periodo. Lo que pareció un extraño retraso y al que no el dio mucha importancia se convirtió en un problema cuando las semanas se convirtieron en meses. A partir de ese momento comenzó a investigar por su cuenta, sóla y sin tener el apoyo de nadie. Necesitaba encontrar la respuesta ella sola, debía hacerlo. No podía fallarle a Naruto. No quería fallarse a sí misma, ni a sus sueños, ni al futuro que ella quería con Naruto. Visto con perspectiva, siempre se reprochaba no habérselo contado.

Poco a poco fue separándose más de Naruto. Su cabeza sólo necesitaba saber qué le ocurría ahora. ¿Por qué no sangraba cada mes como la naturaleza lo exigía? No atendía a las llamadas de Naruto. No hacía caso de sus intentos de reconquista. Malograba todos sus gentiles y cariñosos gestos. Obviaba el cariño y la comprensión con la que intentaba tratarla en todo momento. No prestaba atención a la luz con la que intentaba iluminar su camino, sólo caía en una oscuridad profunda y dolorosa.

Fue tal su obscecación y la amargura que le embargaban que cada vez que Naruto intentaba acercarse a ella, llegar a ella, Sakura terminaba peleando con él. La tristeza y la depresión de los meses inmediatos fueron pasando, lenta y desgraciadamente de manera inexorable, a una rabia y desesperante amargura.

Empezó a pensar que la culpa de que estuviera así era del propio Naruto. No veía que tanto él como ella habían sido las víctimas. No, ella sólo tenía una vocecita que le susurraba oscuras palabras: "Naruto tiene la culpa". Esa vocecita introdujo la idea que comenzó a girar con poca fuerza hasta adquirir la velocidad de todo un planeta en movimiento.

Pasó de lánguidamente declinar sus consejos, sus palabras de amor a discutir por él. No le importaba el momento pero tenía que discutir y expresar toda la rabia que había en su interior. Sin embargo, y aquello la perseguiría siempre, por cobarde no se atrevía a decirle qué le pasaba realmente y buscaba cualquier excusa. Estaba dolida y era pronto para ella. Pero las semanas pasaban y ella no daba muestras de querer acercarse. Cuando Naruto había intentado reconquistarla con sus mejores y más tiernas artes, ella se había enfadado y habían acabado discutiendo.

A pesar de querer discutir, Sakura se odiaba y odiaba aquellas discusiones. Naruto siempre comenzaba intentando comprenderla pero cuando le preguntaba qué le daba tanto miedo ella terminaba insultándole y culpándole. Comenzaban a gritarse y Naruto terminaba diciéndole que podrían tener más hijos si lo intentaran, que eran jóvenes.

Ambos terminaban durmiendo en sitios separados, generalmente, Naruto iba al sofá. Sakura le retiraba la palabra durante días y él hacía lo mismo. Mientras que Naruto empezaba a desanimarse y considerar si su matrimonio había valido la pena, Sakura seguía enfrascada en su penitencia autoimpuesta.

Fue en mitad de aquella situación personal en la que empezó a conocer a Hinata un poco más. Siempre había tenido el respeto que se les tenía a los Hyuga en Konoha. Existían situaciones en las que la mejor manera de poder desahogarse con alguien era con un extraño y precisamente Hinata era una extraña para ella. Nunca supo si Naruto fue quién la envió o si la chica se acercó por su cuenta, pero fue con ella con quien empezó a desahogarse. Fue por ella por quien visitó a Shizune y por la que comenzó a tratarse médicamente.

Realizaron muchas pruebas, pero de poco sirvieron. Su organismo se había detenido a nivel hormonal y no había explicación alguna, salvo la desgarradora verdad que tanto temía: había quedado estéril. Aquella noticia se la dieron casi un año después de ello.

- Sakura – empezó Shizune bastante seria – yo... no sé bien cómo comenzar a decirte esto.
- No hay solución, ¿verdad? – se anticipó.
- No Sakura, no es eso. Sólo es que no hemos dado aún con la fuente del problema. De momento seguimos sin saber qué te ocurre.

Sakura se quedó totalmente callada. En su mente sólo resonaba el llanto de un bebé, un bebé muerto del que nacían gusanos y de una calavérica madre que le protetizaba el dolor de la esterelidad. Pero no sólo era el llanto de aquella traumática visión sino de Minato, del hijo que nunca llegó a nacer, el hijo que Nanaitsumi le arrancó de sus entrañas, para... ¿nada?

- ¿Sakura? ¿Me estás escuchando?

Por supuesto que no la estaba escuchando en aquel momento. Le habían confirmado lo que tanto miedo le provocaba. La neurótica idea que habían sembrado en su cabeza y que había ido creciendo y enredándose como una mala hierba en torno a sus pensamientos, a sus emociones, a sus sentimientos, a su amor por Naruto se había hecho realidad. Estaba muerta por dentro.

- Sakura, el tratamiento que has estado tomando ha mantenido en unas condiciones aceptables tu sistema hormonal evitando resultados mucho peores. Sin embargo, los análisis muestran... vienen a confirmar que no podrás tener hijos.
- Shizune... - dijo Sakura mirando al suelo mientras apretaba el puño y sentía las lágrimas volver a ella. Hacía meses que no lloraba, que le era imposible, como si le hubieran drenado la última de sus lágrimas.- No te molestes. Esto es algo que yo sabía. Sólo me aferré a una esperanza porque vosotras, mis amigas, me lo dijisteis.
- Podemos seguir tratándote. Además, no pienso dejar que esto acabe así, ¿me oyes? Tú y Naruto os merecéis ser felices juntos y formar vuestra familia. Daré con la clave, solo necesito tiempo.
- ¡No quiero más engañarme a mí misma! – le gritó enfadada y de un movimiento tiró todos los útiles que tenía Shizune sobre su mesa.
- Sakura... – la llamó ella.
- ¡Todo esto es... es una puta mierda! – Sakura lloraba pero de rabia. Le daba igual que Shizune la viese, le daba igual que Ino y Hinata la esperasen en la puerta como buenas amigas - Primero Sasuke se fue y yo condené a Naruto a una promesa de infelicidad. Le buscamos y no sirvió de nada y yo me seguí alejando de él. Luego la guerra contra Akatsuki y el reencuentro y la muerte de Sasuke. Cuando limpiamos todo lo que nos ataba y empezábamos a ser felices juntos Shuha y Nanaitsumi. ¡Creía que podía haber sido feliz! Soy una shinobi, ¡La felicidad no es para mí y ya debería saber eso!
- Pero...
- ¡Déjame, Shizune! – Le increpó con la voz alzada

Sakura se levantó de la silla tirándola y abrió la puerta de golpe. Sus dos amigas estaban de pie. Habían escuchado toda la conversación. Ino intentó acercarse a ella, igual que Hinata.

- ¡Dejadme sola! – Les gritó aún más enfadada y salió corriendo.

En aquel instante, con apenas dieciocho años recién cumplidos, Sakura, más que nunca necesitaba sentirse como una niña pequeña. Necesitaba llegar a casa y que la esperase allí Naruto y que la abrazara y le dijera que todo iba a salir bien. Pero no se lo podría decir, él no sabía qué ocurría. Estaba sola en eso.

La joven llegó a casa y corrió hacia uno de los cuartos que habían construido para los niños que vinieran. Sakura abrió la puerta y vio una cuna vacía. Naruto había insistido en retirarlo diciendo que sólo le provocaría mayor dolor, pero ella se había negado. Era lo único que tenía de su pequeño hijo Minato que nunca nació.

Desde que supieron que ella se había quedado embarazada compraron la cuna, las mantas, el colchoncito y la almohada donde dormiría el bebé, los peluches y muchas otras cosas que les parecían imprescindibles en aquel estado de euforia al saber que iban a ser padres. Naruto se gastó toda la paga. Sakura lo recordó con añoranza y llorando con mucho más dolor. El dolor de una madre que había perdido a su hijo y el de una mujer en la primavera de su juventud condenada a envejecer y marchitarse sin la posibilidad de continuar su legado.

Sakura se sentó en la mecedora que había encargado hacer para cuando naciera el pequeño y tuviera que amamantarlo, o para cuando por la noche Naruto o ella tuvieran que acunuarlo porque se hubiera despertado.

Se quedó mirando un peluche de un zorro que habían comprado. "Le llamaremos Kurama, en honor al Kyuubi y se lo daremos a Mina-chan para que juege con él. Tengo tantas ganas de verlo en su cunita agarrado a este muñeco y faltan más de ocho meses, Sakura-chan" dijo su marido cuando lo compraron.

La kunoichi lo cogió con la misma delicadeza que si fuera de cristal y lo estudió atentamente, mientras la luz iba cambiando de orientanción a medida que pasaban las horas. La habitación estaba fría y sola. No había más ruido que el de Sakura al respirar. Ya no lloraba. Se le habían vuelto a secar las lágrimas de tanto llorar. Ahora sólo tenía aquel peluche en sus manos.

Empezó a mecerse mientras acunaba a un imaginario bebé y jugaba con el peluche de Kurama como si entre sus brazos tuviera a su hijo. Pero no lo tenía ni lo tendría nunca. Nunca. Nunca jamás.

Empezó a retraerse, como nunca antes lo había hecho. No percibió como pasaba el tiempo. No tenía tiempo. Sólo quería morirse. Pero de la misma manera que por dentro lloraba amargamente y gritaba de rabia, una voz oscura y malvada le repetía: "la culpa es de Naruto. Él debía haberlo impedido, pero no lo hizo a tiempo. Es toda su culpa y él no lo está pasando mal."

La peor de las discusiones tuvo lugar esa misma noche.

Naruto llegó a casa. A pesar de todo lo que habían sufrido, de todo lo que discutían, de las veces que ella sabía que le había desanimado, volvía lucir esa sonrisa, la sonrisa en la que decía: "debo ser fuerte por Sakura-chan". Todos, y el que más el Hokage, habían intentado animarla. No querían que lo olvidase pero no que dejara de vivir y era lo que ella más quería. Hacía tiempo que contemplaba esa posibilidad. Sólo tenía que coger un kunai y de un movimiento en unos minutos no habría más dolor.

- ¡Sakura-chan, ya estoy en casa! – anunció a voces, como siempre.

Ella no le respondió. Prefería seguir sumida en la oscuridad de un cuarto vacío, sin luz y con la única compañía de su delirante y macabra imaginación. Naruto ya sabía dónde encontrarla. En la mayoría de las ocasiones, a pesar de que Sakura estuviera triste, solía estar en la cocina o en el dormitorio leyendo, pero siempre respondía. Cuando ella se deprimía de ésa manera, se iba al cuarto del bebé y se quedaba allí. La rabia de aquella mañana había dejado paso a una honda y absoluta depresión.

Él abrió la puerta. La joven ni se fijó en la sombra de tristeza que dibujó su rostro cuando la vio en aquel estado. No obstante, se arrodilló poniéndose de cuclillas y la cogió de las manos, con ternura y con cariño, como sólo él sabía. Naruto era un torpe, aunque era torpe delicado que gozaba del secreto de saber trasmitir su profundo amor a Sakura con aquellos gestos. En concidiones normales, ella le respondería o recibiría el mensaje. Pero no aquella vez.

- He traído para cenar algo que nos preparado tu madre. Me obligó a pasar por casa, dattebayo, pero huele bien. Vamos, venga, estar más aquí no te va a venir bien. Deja a Kurama en la cama, dattebayo – le rogó.

Ella negó y murmuró:

- No... Si me voy... le perderé para siempre. Sólo el recuerdo me queda.
- ¿Qué? – Preguntó Naruto quien no había alcanzado a oírla.
- No Naruto, déjame aquí, por favor – le suplicó con voz frágil, aunque más audible.

En algunas ocasiones, Naruto accedía. En otras no. Aquélla vez fue de las segundas:

- No. No te voy a dejar más aquí. No te voy a dejar que te consumas ahí. Seguro que ni has comido – luego con su mano la obligó a levantar la barbilla – Tienes los ojos hinchados. Has estado llorando otra vez, Sakura-chan...
- Tú no me entiendes – le replicó.

El suspiró conteniéndose la lengua.

- Cenemos y ahora me cuentas qué te ocurre. Vamos, Sakura-chan.
- No quiero cenar, sólo quiero morirme – le soltó.

Él apretó con fuerza sus manos.

- No lo digas ni en broma, ¿me entiendes? Yo no quiero que me dejes – No era la primera vez que lo decía. Si Naruto tenía una debilidad, ésta se llamaba Sakura-chan. Desde que habían comenzado su noviazgo había desarrollado el vínculo que les unía y era lo único que no podía perder y menos porque ella quisiera cortarlo - ¿Cuál es el problema?
- ¿Es que no lo sabes ya? – Aquella pregunta encerraba una gran maldad. Naruto, en aquellos momentos, todavía desconocía la maldición que sufría ella.
- Sí, claro que lo sé... Pero Sakura, sólo es cuestión de intentarlo. Tenemos dieciocho años. Tenemos toda la vida por delante. He estado esperando un año pero creo que ya es hora de que volvamos a... estar juntos como antes hacíamos. Sólo así, de la misma manera, con el mismo amor, podremos tener hijos. Ambos estamos vivos.
- ¿Crees que diciéndome que nos acostemos se me va a pasar lo que siento? – El enfado se iba dejando vislumbrar.
- ¡No!, ¡Claro que no!, sólo quiero decirte que te entiendo. Que yo también lloro al bebé que no nació, pero que ha llegado el momento de empezar a mirar hacia delante. Sonreír al futuro y esperar que el futuro nos sonría.
- Yo no tengo futuro – se despreció.
- Yo soy tu futuro, al igual que tú eres mi futuro. Esta aldea. Nuestros amigos. Nuestra... familia la que vamos a formar si comienzas a mirar hacia delante. Eso es el futuro.
- ¡No, Naruto! El futuro se marchitó desde el día en que Nanaitsumi nos atacó y destrozó nuestra boda.

Naruto se levantó algo molesto y tiró el muñeco al suelo.

- ¡Diablos! ¡Sakura-chan!, ¿qué demonios te pasa? ¿No te cansas de ir todo el día como un alma en pena? – Quien se había enfadado en esa ocasión era él.
- ¡Quizás no estaría así si tú hubieras hecho lo que tenías que hacer!
- ¿Qué has dicho? – le preguntó
- Me has oído perfectamente, ¡la culpa de que esté así es tuya! Y encima vienes a exigirme que me acueste contigo.
- ¡No! ¡No he venido a eso! ¿Es que no me escuchas? He venido como todos los días a estar junto a ti, pero tú sigues sin decirme qué te ocurre realmente. ¿Te crees que no veo que me ocultas algo de lo que no quieres hablar?
- No viste cómo Nanaitsumi iba a atacarnos el día en el que nos casábamos.
- ¡Estás siendo muy injusta Sakura-chan, yo también perdí a ese niño o a esa niña y no te culpo a ti!

Sakura se levantó también, alzando la voz:

- ¡Sólo faltaría que me dijeras eso, Naruto! ¿Crees que tengo la culpa?
- ¡No! ¡Mierda! ¡No! Estas tergiversando todo lo que digo... ¿Es que quieres pelear conmigo?
- ¡Sí! ¡No sólo pelear, quiero que entiendas cuánto daño me estás haciendo!
- ¿Yo? ¿Pero yo qué he hecho? Eres tú la que me martirizas a mí.
- ¡Debiste acabar con Nanaitsumi cuando tuviste la oportunidad! ¡Por tu culpa, porque no le dieste muerte antes, él se vengó de ti en mí!
- Sakura-chan, ¿se te ha olvidado cómo ocurrieron las cosas?
- No, las tengo grabadas a fuego – "a un intenso fuego verde" – en mi memoria.

Naruto se acercó a ella y la cogió por los brazos.

- Entonces, ¿por qué me dices que tengo la culpa?
- Porque no pudiste protegernos como era debido
- ¡Ni siquiera sabes lo que ocurrió durante esa batalla!
- ¡Pero sí sé sus consecuencias!
- ¡Dímelas, dímelas! Dime qué te ocurre. Dime por qué lloras cuando te pregunto sobre ello y ¡el por qué nunca respondes a mis preguntas!

Ella agachó la cabeza. Luego enfadada la levantó. Nunca se enfadaba. Siempre quería saber el por qué. ¿Por qué Naruto nunca lloraba, por qué nunca demostraba su dolor? Porque lo estaba pasando bien, pensaba. Porque no sentía ni la mitad de la mitad del dolor que ella vivía por dentro. Ya estaba harta de ser la única que sufriera. Por eso le gritó:

- ¡Si Sasuke-kun estuviera aquí él me hubiera protegido! ¡Debiste morir tú y no él! ¡Preferiría que fueras tú al que llorara y que él estuviera muerto!

En ese instante, la cara de Naruto se descompuso. Sakura se quedó muda, comprendiendo al momento la gravedad de lo que había dicho. Permanecieron en silencio un par de minutos, antes de quee el Hokage se levantara, abriera la puerta y dejara la casa. Sakura quiso levantarse detrás de él y correr a pedirle disculpas, pero no pudo. No fue capaz. Para justificarse se decía que la culpa había siso exclusivamente de él por no entenderla.

Sin embargo, la conciencia era una mala y sabia compañera a la hora de dormir y más cuando no estaba tranquila. No durmió nada aquella noche. A cada respuesta que se daba para justificarse su conciencia le planteaba dos preguntas, cada vez más difíciles de contestar. Terminó comprendiendo que simplemente lo había hecho para herirle para que sufriera lo que ella estaba sufriendo. Pero no se sentía mejor. Todo lo contrario, estaba mucho peor.

Además de seguir martirizada por el pensamiento de que nunca podría ser madre, de que nunca podría formar la familia que tento había deseado formar con Naruto, ahora se daba cuenta de que era una persona horrible, capaz de decir cualquier cosa para hacer sentir a los demás mal y una cobarde por no contarles la verdad. ¿Cómo iba a decirle al hombre al que tanto amaba que nunca podrían tener hijos? ¿Cómo iba a mirarle a la cara si cuando le veía sólo podía ver a un Hokage al que culpar – injustamente - y no al joven del que se había enamorado?

"Lo he estropeado, yo sola he destruido nuestro amor. No me ha hecho falta ayuda de nadie" Ella pensaba que Naruto no la perdonaría nunca. Aquello era lo peor que había hecho. Naruto pasó separado de ella los días siguientes, viviendo en la residencia oficial de los Hokage. Ninguno hizo nada por volver a saber del otro.

Al día siguiente, fue con su madre con quién se desahogó realmente. Le contó todo lo que le pasaba. Su madre no hizo preguntas, sólo la abrazaba de la misma forma que cuando era una niña. Le pasaba con el infinito amor de una madre la mano por el pelo acariciándolo. Sakura lloraba amargamente, no sólo por ella sino porque pensaba en Naruto y en todo el daño que le había hecho.

Cuando hubo terminado de llorar, su madre la miró con afecto. Sakura esperaba alguna reprimenda, pero no. La miraba por primera vez de mujer a mujer.

- Hay cosas en la vida que no tienen arreglo, Sakura, hija mía. No sé hasta qué punto es fiable el resultado de esos exámenes, pero si de verdad están en lo correcto, no pierdas también a Naruto. Él es lo mejor que te ha pasado... ¿No recuerdas ya cuánto lloraste por Sasuke? Sin embargo, él, Naruto, nuestro Hokage, siempre te ha sabido hacer sonreír y siempre ha querido que seas feliz. No le pierdas, ve y habla con él. Podrás arreglarlo.

Sakura, cuando lo recordaba, incluso siete años después, no podía evitar seguir estando agradecida a su madre, a Hinata, a Ino y a Kakashi-sensei, quienes la ayudaron a decidirse a contárselo a Naruto, aunque sólo compartió ese secreto con su madre y con sus dos compañeras.

Tardó más de lo que creía en reunir valor, pero al final volvió a estar junto a Naruto. Regresó junto a él porque le quería y porque no podía pasar aquel trance sola. Ya no quería estar sola y deseaba que la mano que él le había tendido siguiera ahí, espernado a quella se decidiera a cogerla. Tras una larga conversación en la que se arrepintió y le contó toda la verdad, Naruto la volvió a perdonar, pero a cambio le hizo jurarle una promesa. A Sakura le daba igual lo que fuera, quería arreglarlo con él a toda costa.

Él sólo le preguntó:

- ¿Me prometes que no volverás a ocultarme nada y que resolveremos todos nuestros problemas juntos, como hemos hecho siempre? Será una promesa para toda la vida.

Con un largo beso sellaron aquella promesa.

Aquello no significó volver a la normalidad de la noche a la mañana, pero tras aquello las aguas comenzaron a volver a su cauce, con lentitud. Sakura volvía a sonreír más a menudo. Aprendieron de nuevo a mantenerse ocupados, aunque el trabajo de Naruto como Hokage no cesaba. Ya no tenían ningún caso Fennisuku, ni ningún mundo que salvar. Ahora querían salvarse a ellos.

Cuando Sakura se deprimía, Naruto le recordaba que él iba a acabar con su sufrimiento, que sólo necesitaba más tiempo. Le decía que había encontrado la clave para arreglar su estado. Ella dudaba de él, pero le gustaba ver cómo tenía que haber confiado desde el primer momento. Se obsesiónó con las palabras de un fantasma. Aunque cuando se decía tonta, Naruto estaba allí para recordarle que no lo era. No obstante, él empezó a invertir mucho tiempo en el estudio de las técnicas de los Uzumaki.

Los meses pasaron y el estar el uno con el otro se volvió a convertir en una necesidad. Sakura retomó su labor como jefa del hospital y como jounnin en cargo de los equipos médicos. Las cosas parecían marchar bien, por fin.

Naruto y Sakura se volvieron a acercar poco a poco. Seguía hjabiendo momentos en los que él estaba realmente triste de la misma forma que Sakura se despertaba gritando en mitad de la noche por culpa de las pesadillas con muertos y fantasmas. Sin embargo, los brazos de Naruto siempre estaban ahí, y después de un tiempo sus labios.

La kunoichi, con el paso del tiempo, asumió su destino y sabía que Naruto estaría con ella, y eso la hacía feliz. Él le había prometido que encontraría una solución. Ella no lo creía posible, pero por amor a él fingía que sí, que ahora tenía una esperanza. Sólo por verle animado y por estar mejor consigo misma se obligaba a pensar que la habría, aunque en el fondo, algo le decía que no.

Sakura echaba de menos a Naruto ahora que se había ido con sus tres alumnos a la Ciudad Capital. Lo había hecho mal con él, pero se habían perdonado, que era lo importante. Le amaba tanto que no podía estar mucho sin él, pero sabía que ambos tenían responsabilidades y ella era la esposa del Hokage por lo que debía ser fuerte y debía asumir el mando cuando él cumplía con sus misiones.

Aquélla era la tarea que la tendría ocupada durante los próximos días. A veces, pensaba que Naruto le dejaba con toda la intención muchos documentos para evitar tener que sellarlos él.

Llamaron a la puerta y Shizune entró corriendo.

- ¿Qué ocurre Shizune? – No le fue necesario esperar a que le advirtieran de una mala noticia. Shizune sólo reaccionaba así cuando algo malo pasaba.
- Sakura... Ha llegado un mensaje... - le costaba respirar. Debía haber venido corriendo – Iwagakure ha solicitado tu presencia. Se han comprometido a firmar el tratado de anexión a la Confederación de Naciones.
- ¿Qué quieren de mí?
- Quieren a la Princesa de las Babosas, quiern tus jutsus médicos. El Sandaime Tsuchikage se debate entre la vida y la muerte.

Naruto Hakitori 2 (Las Crónicas del Fénix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora