23-Si me prometes...

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Había perdido la cuenta de cuentas sesiones de terapia llevaba ya, pero podía asegurar que eran muchas. Mientras la psicológa seguía preguntandome cosas que ya le había respondido unas siete veces me dispuse a caminar al rededor de la habitación, mirujeando una que otra cosa por ahí. Sabía que a la Psicológa le ponía los pelos de punta que caminara de arriba para abajo, pero no podía evitarlo, estar sentada en esa silla frente a ella era realmente agoviante. Me hacía sentir ansiosa.

–¿Haz pensado en contarselo? –su voz me trajo de regreso a la realidad, todo este tiempo había estado contestando sin prestar mucha atención. Parpadeé un par de veces y ella pareció notar que no estaba muy atenta–. A Pablo, digo, ¿haz pensando contarselo a Pablo?

–¿Contarle sobre esa noche? –ella asintió–. Aun no se si estoy lista para contarselo a él. Solo se lo he dicho a Samuél y eso fue realmente aterrador.

La psicológa me invito a sentarme de nuevo y lo hice a regañadientes. Se quitó sus gafas y sobo su sien, vaya, ser terapeuta debía ser muy agotador.

–Respondeme algo, ¿piensas si quiera en algún momento contarselo a tu Padre? –su mirada esmeralda era penetrante, me hacía estremecer.

–No lo se, ¿es necesario que se los cuente? –no quería hacerlo, algo dentro de mi no me dejaba ni recordarlo–. Ni si quiera soy capaz de recordar todo ahora.

–Puede ser que tu sub-consciente bloqueé algunos recuerdos. Es normal que eso pase –volvió a colocarse sus gafas y siguió con su mirada fija en mi–. No es necesario que se los cuentes, pero por algo lo escondes. ¿Te da miedo revivir el momento o te da vergüenza?

–Un poco de ambas... –admití un avergonzada. Nunca había sido tan sincera como lo era en las jodidas terapias.

–¿Crees que podrías explicarmelo un poco mejor? –pidió amable–, no lo entiendo del todo.

Claro que ella lo entendía, pero tenía que obligarme a decirlo yo. Me acomode en la silla y pense con cuidado en lo que debería de decirle o mejor dicho, en lo que de verdad sentía.

–Creo que no podría contarselos con exactitud porque revivir esos recuerdos es muy difícil para mi, aun no soy capaz de pensar en eso y no temblar con cada imagen, me da miedo –ella asintió y escribió algo en su libreta. Esa jodida libreta, llevaba ya unas 3 sesiones queriendo robarla y leer lo que esta dentro–. Y también creo que me da un poco de vergüenza, es decir, que lo sepan, que sepan lo que él me hizo, ¿y si luego les doy asco?

–Lara, cariño, no vuelvas a pensar en eso –pareció muy indignada por lo que dije, dejó su libreta de lado y me cogió de las manos–. No debería hacer esto porque es poco profesional, pero estoy segura que ninguno de ellos podría sentir asco de ti. Te aman, jamás podrían pensar de esa forma sobre ti, jamás. En cada terapia escucho las sin fin de historias y recuerdos que tienes con cada uno de tus amigos, de tu padre, de Pablo. Nunca vuelvas a pensar en eso, en especial porque tienes que estar consciente de que lo que te paso no te hace menos, ni te quita algún tipo de valor, ¿de acuerdo?

Asentí conmosionada por sus palabras. Mis ojos ardían y mis lagrimas salieron poco a poco. Gruñí a mis adentros por llorar de nuevo, lloraba en todas las sesiones, era una tonta.

Poco después salí de la habitación, cuando la terapia acabo y me encontre con Pablo, que parecía muy sonriente mientras comía helado de chocolate en la sala de espera.

–¿Te he hecho esperar mucho? –me senté a su lado y le dedique una sonrisa tranquila–. Lo siento, me he emocionado dentro.

–No pasa nada –me devolvió la sonrisa–. ¿Quieres un poco? Lo he comprado hace nada.

Tú y Yo Bajo La Lluvia || Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora