24. Diamante Rojo

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Yulia

- ¿Mi esposa no se puede esperar?

Su cuerpo totalmente expuesto, me senté en una de sus sillas enfrente de ella. Observándola, sus jadeos se hicieron más fuertes, y sus ojos sujetaron lo míos.

Por un momento cerró los ojos, y observé, su postura, totalmente abierta, cómo la había mandado, esta es mi chica buena.

Sus pechos a penas se movían por el sujetador, y aunque llevaba el tanga, me dejaba ver que se había humedecido.

-¿También...?

Ni siquiera terminó su pregunta, iba a gemir, y la miré lo suficiente duro para recordarle que la castigaría si lo hiciese.

-Júrame que has sido buena.

-Sí.

Le encantaba ser mi chica buena. Seguir mis ordenes, aunque a veces dudo si le gusta o es a lo que está acostumbrada.

-Córrete fuerte para mí Summer.

Cuando le di el permiso se derramó sobre el sofá de su despacho, la segunda vez que la hacía derramarse en ese sitio.

Es tan preciosa cuando se corre, joder, necesito sentir que hay ormigón en mis pies para no llegar allí y arrodillarme ante ella, que me pidiese lo que quiera, se lo daré.

- ¿Ahora eres voyeur? -preguntó sin aliento.

Esa pregunta me arrancó una risa sonora.

Estaba tan sexi, como arqueaba la espalda, como cerraba los ojos cuando se corría, cómo me pidió permiso, en ese momento supe que quería recompensarla.

- ¿Te gustó mi regalo? -pregunté suave.

Hice el amago de levantarme de la silla, pero prefiero que ella venga aquí.

- ¿En qué pensabas?

Tenía curiosidad porque estaba así de necesitada, teniendo en cuenta con lo mucho que la visito, no es por necesidad.

-Yulia, ¿Por qué pareces enfadada?

Se acaba de hacer un ovillo en el sofá.

-No estoy enfadada-me acerqué a ella.

Me senté a su lado y la comencé a acariciar la espalda, una caricia casta, no quería sexo, aunque mi vagina estaba tan ahogada.

-¿Por qué estás aquí?-su voz fue un susurro.

Se sentó en mi regazo, y la seguí abrazando, estaba tan orgullosa de ella que el orgullo me oprimía el pecho. Si esta mujer me pide algo jamás se lo negaré.

-Quería verte, cielo, ¿te ha molestado?

-No-me susurró en el cuello.

Mi mano bajaba y subía por su columna vertebral. Evitaba sus zonas erógenas, quiero que se sienta segura conmigo.

-Me ha gustado tu regalo, ha sido útil, y tu visita también-me besó el cuello- Pero no has contestado a mis preguntas.

Su tono de voz era tan débil que parecía que estaba hablando con una bestia, aunque no estaba lejos de hacerlo.

-Me expresaste que no querías follar hasta la noche nupcial, si me ponía aquí contigo no iba a poder parar-besé su pelo.

Era tan suave, tan castaño.

No tengo autocontrol suficiente.

Mierda, estoy tan enamorada.

-Ponte ropa, cielo.

-Sí, ángel.

Su sonrisa chula me hizo caso, y me sonrío con timidez.

Se puso de espaldas para vestirse. Entonces rápidamente saqué la caja donde tenía nuestro anillo de compromiso.

Cuando se giró se quedó asombrada me miró a los ojos, y después sus ojos se quedaron en el anillo de diamantes de Tiffany.

-Te quiero-Saqué el anillo de la caja y lo coloqué en su dedo anular- ¿Te comprometes conmigo?

Soy sincera, esto lo tenía planeado desde que era adolescente, y la verdad no sé si estoy a gusto con lo que le he soltado.

Aunque siendo sincera es lo que siento, aunque se lo he demostrado, las palabras se la llevan el viento.

-Sí, quiero.

¿No me quiere?

Sus palabras salieron entrecortadas, peros sus ojos brillaban más que nunca.

Se agachó junto a mi, las dos tiradas en el parqué de su despacho de doble altura.

-Yulia.

Mi nombre se deslizó por su boca como si se fuese a escapar.

-Sí, cielo

-¿Y tu anillo?

No había pensado en eso, o sea tengo uno encargado, pero no había pensado en llevar anillo de compromiso.

-Yo...no...había pensado en eso.

Entonces se levantó con una sonrisa en su cara, cuando la miraba sabía que quería esa sonrisa en mi vida para siempre, como decía nuestro acuerdo prenupcial.

Sacó una cajita de terciopelo, azul turqués, que le acompañaba un lazo blanco con el logo de Sky's. Cuando me entregó la caja tenía mi nombre grabado en plateado.

Era un colgante, la cadena era muy fina, casi imperceptible, pero había un diamante negro, en forma de círculo. Era simplemente bello.

-Wow, cielo-me quedé boquiabierta.

Un colgante de compromiso.

-Sácalo, y mira lo que hay dentro.

Saqué el colgante y ella lo ató a mi cuello.

-Es un diamante que levita, ya que no se ve casi la cadena-comienza a explicar- es de los colgantes más elegantes que hay, por no decir el que más- y el diamante negro es uno de los más raros que hay, como tú-sonreía mientras yo ahuecaba su cara en mis manos.

¿Cómo he podido vivir sin esto?

Abrí la boca para hablar, pero repito: las palabras se esfuman con el viento.

Me abrí paso en su boca con apasionado beso. Que ella aceptó, claro.

-¿Me has hecho una comparación con una joya?

Su sonrisa volvió a relucir. Estaba desenfadad, alegre, aliviada.

-No, te he hecho una joya. Quiero que veas que yo me comprometo a ti.

-No es cierto, no te comprometes conmigo-la corregí- te entregas a mí, más de lo que podías.

Mis palabras hicieron que la sonrojase, a la mujer que se estaba tocando en el sofá hace unos quince minutos, con sus piernas bien abiertas para mí, pero se sonrojaba cuando le decía que era mía.

Nos quedamos calladas, hasta que me dijo que tenía que ir al trabajo así que yo saqué mi portatil y le pedí si me podía quedar en la mesa del café.

-¿Te has traido el trabajo?

-En una hora me reuno con tu jefa ¿recuerdas?

Era una tontería irme y volver.

-Sí.

No estaba alegre.

¿tiene miedo de volverse a entregar a mí?

Cada vez queda menos. 

Atada a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora