Capítulo 13 Ataque

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Capítulo 13

El tiempo se ralentiza mientras observa cómo Hans cae al suelo, su pecho brillando durante varios largos y horripilantes segundos. No puede apartar los ojos de él cuando se tambalea con los ojos cerrados mientras se agarra el pecho, que se ilumina justo encima de su corazón durante unos segundos. Aparece un recuerdo vívido y acusador de un Hans mucho más joven que yace inmóvil en el suelo con el brazo congelado. Siente que la historia se repite, demostrando una vez más que su "magia" era una maldición, que ella era un monstruo tal y como había dicho su padre. En ese instante, comprendió que nunca sería libre pues siempre sería perseguida por la maldición de sus poderes.

No, por favor.

Hans siente un frío que recorre el cuerpo pero no sabe lo que le está pasando. Elsa quiere acudir a él para arreglar la situación, pero no puede, sus pies no le responden, el terror la está paralizando. Su respiración se acelera,sus manos tiemblan y se siente el peor ser humano en la tierra. Juro aprender a controlar sus poderes en la soledad de su palacio de hielo y dios sabe que lo intento pero no pudo, siempre que lo intentaba el recuerdo de aquel día volvía a su mente al igual que las palabras duras de su padre.

Sabía que su padre hizo todo para el bien de ella, no obstante, sus frías advertencias, sus regaños, incluso los gritos que pocas veces ocurrían, sonaban en su cabeza y lograban desequilibrarla al punto de perder el poco control que llegaba a tener de sus poderes.

Sacudió la cabeza alejando la voz de su padre que una vez más le recordaba el fenómeno que era.

—¿Hans? —Elsa jadea—. Otra vez no —susurra con una mano en la boca.

Todavía no puede moverse, aunque su cerebro le grita que vaya hacia él y trate de consolarle, sus piernas no se mueven. Solo puede sentir cómo su corazón late con tanta fuerza que podría salirse de su propio pecho.

—Hans, por favor… levántate…

El mundo de Elsa se oscurece en el borde de su visión y el palacio parece inclinarse extrañamente, sus piernas tiemblan y sus labios se secan.

Ve con él —le grita su conciencia, pero no puede.

Y luego alguien más aparece en su campo de visión, Anna y un muchacho rubio, probablemente algún campesino, Anna se acerca a Hans y le pregunta si está bien.

Por Dios, ese muchacho desconocido corre en su ayuda en lugar de que yo lo haga. ¿Qué clase de monstruo soy? ¿Qué clase de ser patético y cobarde soy?

Hans se levanta, ayudado por el campesino que huele bastante raro, a algo que jamás ha olido en su vida pero que no es muy agradable a su nariz. Pero Elsa solo se preocupa por Hans, cuyos ojos están llenos de una determinación tenaz. Controla su respiración y se endereza, pero su mano enguantada todavía sostiene su corazón, aunque insiste en que todo está bien.

—¡No! —exclamó Elsa—. Yo —su voz casi en un susurro—... te lastimé.

¿Por qué todo gira a mi alrededor? No debería girar tan rápido.

—Te lastimé —repitió con voz temblorosa y pierde la fuerza que podría haber tenido hace unos minutos.

Los ojos de Anna y Hans se agrandan cuando Elsa cae de rodillas y pone su cabeza entre sus manos ahogando un sollozo.

—Otra vez no… — murmuró Elsa—. No puedo controlarme ¡No puedo!

—¿Elsa? —la llamó Anna dando un paso cauteloso hacia ella y para luego arrodillarse—. Elsa, ¿estás bien? Por favor, dime qué está pasando. Tal vez podamos ayudar.

El Frío de tu corazón (Helsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora