Capítulo 14 Acercándose

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Capítulo 14 Acercándose

Pasaron varias horas donde solo el galope de los caballos, el frío viento y la molesta conversación de Anna y Kristoff se escuchaba en el ambiente. Hans no podía sentirse más desplazado y con el orgullo herido como en ese momento. No podía entender como la princesa lo estaba haciendo a un lado por un simple campesino que apestaba a un animal salvaje y lo que era peor hablaba con su reno, como si este le contestara.

¿Quien en su sano juicio botaría a un príncipe para quedarse con un recoge hielo?

Y entonces pensó: Anna no es muy lógica que digamos, digo, aceptó ser mi esposa sin titubear el mismo día que nos conocimos. Y eso solo indicaba lo necesitada que estaba de que alguien se interesara en ella y le mostrara un poco de amor. 

Fue sacado de su monólogo mental cuando el capitán indicó que debían parar a descansar dado que la noche ya les había encontrado y era riesgoso continuar en la oscuridad. 

Encontraron un lugar para acampar, encendieron la fogata y Hans con ayuda de Kristoff bajó con la reina en brazos negándose a dejar que alguien más se hiciera cargo de ella.
Todos comieron un poco y se dispusieron a encontrar un lugar donde dormir. 

Hans mandó hacer un té con las hierbas que llevaba en su alforja y cuando este estuvo listo uno de los guardias se lo llevó. Esperó unos minutos hasta que nadie les estuviera observando para dárselo de tomar a la reina, pero el hecho de que Elsa comenzaba a moverse no se lo estaba haciendo fácil. 

Lo mejor era que siguiera dormida.

Alzó un poco la cabeza de la joven y le ayudó a beber el té aunque en un principio estaba desorientada, aceptó beberlo.

—Te ayudará a dormir… bébelo.

Los ojos azules de la reina se clavaron en el rostro de Hans, parecía concentrado en sostener el vaso mientras ella tomaba de él, evitaba que sus ojos se cruzaran y hablaba lo menos posible como si estuviera llevando una guerra interior. Elsa quiso apartar el vaso de su boca, no obstante, el joven le susurró que debía fingir estar dormida o los guardias se pondrían nerviosos y los hombres del duque no perderán oportunidad en atacarla.

—¿Por qué haces esto? —le cuestionó con extrañeza, sin levantar la voz.

—¿Hacer que? —dijo haciéndose el desentendido.

—Sabes a lo que me refiero —respondió y esperó una respuesta, sin embargo, él apartó el vaso de su rostro.

—Debe descansar, alteza. Nos espera un largo viaje —respondió y ella estuvo a punto de levantarse sino fuera porque él intuyó sus intenciones y la detuvo.

—¿Qué cree que hace?

—Entonces, respóndeme —exigió en un susurro.

Hans se aseguro de que nadie a su alrededor los espiara, y solo se encontró siendo observado por Anna, aunque el tronco que les servía de almohada a él y a Elsa le impedía a la princesa una visión completa, aún podía verlo. Era obvio que ya no se fiaba de él y no la culpaba, él no confiaria en alguien como él.

Suspiró y miró su propio aliento helado. Se recostó a un lado de la reina y aunque a ella ese movimiento le incomodó, sabía que era para que nadie los observara hablar.

Hans se mantuvo en silencio algunos segundos, cubriéndose con una manta, hasta que ella rompió el silencio.

—¿Y bien? ¿Por qué me ayudas? —preguntó mirando el cielo estrellado.

—Solo tú me puedes salvar —hizo una pausa y siguió—, lo que sea que me hayas hecho solo tú puedes curarme.

—No, no puedo —respondió con un sollozo entrecortado—. No pude ayudarte antes mucho menos podré hacerlo ahora… tú no lo entiendes, no lo puedo controlar… nunca he podido controlarme, por eso mis padres me mantuvieron encerrada.

El Frío de tu corazón (Helsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora