☠|CAPÍTULO DOS

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Aún recuerdo la mañana cuando mi padre fue a buscarme a casa de Livia, fue lo más vergonzoso por lo que he tenido que pasar en mis casi veinte años de vida.

Mis amigas no las volví a ver desde ese entonces, mis salidas siempre son junto a mi madre o mi hermano, no tengo teléfono o algún medio para comunicarme con la gente fuera de la mansión.

Mi refugio estos diez meses de encierro ha sido la biblioteca de la mansión, donde día a día encuentro un libro nuevo y estoy segura de que es obra de mi madre.

—Señorita —escucho la voz suave de Giada—. Prepare un poco de estofado y deje la parte que más le gusta.

Mi confidente estos diez meses de encierro, la mujer que me entiende más que mi madre, pero que aún guarda una distancia prudente para no desobedecer las órdenes de mi padre.

«A partir de hoy Viviana no tendrá contacto con ningún personal de la casa, no saldrá si su madre, mi hijo o yo estamos presente». Estas fueron exactamente las palabras que dijo mi padre en cuanto llegamos a casa esa mañana.

Por más que le insistí que esa noche no había pasado nada, que no había estado por mucho tiempo en el bar y que no había tenido contacto con ningún hombre, no me creyó.

—Estaré eternamente agradecida contigo —me dirijo a la cocina, no quiero que mi hermano Eduardo se quede con mi porción de estofado.

Hay tres cosas que disfruto en este encierro. Mis libros, la comida de Giada y la privacidad de mi habitación.

Hay días en los que me desespero y pienso que sería bueno escapar, pero después recuerdo que mi padre tiene ojos en toda la ciudad, que el mínimo movimiento que intente hacer será avisado a él y seguramente me consiga un esposo más rápido de lo pensado.

Bueno, seguramente ya tiene el candidato, ya que en una semana cumplo mis veinte años y esa fue la edad en la que se casó Emma, mi hermana mayor.

Dios. No quiero que ese día llegue, sé que soy una pecadora, pero no dejes que mi padre me case con uno de sus socios. Quiero tener la suerte que tuvo Emma y poder casarme con un jefe de la mafia que este joven, el cual se enamore de mí.

—Estás comiendo a escondidas, no deberías hacer eso —mis pensamientos me tenían distraída, por lo cual no note la llegada de mi hermana.

—Justo estaba pensando en ti —confieso.

—Espero solo sean cosas buenas —pide mientras se lleva un pedazo de mi estofado a la boca.

—Qué deseo con todo mi ser tener un poco de tu suerte —menciono.

—Pequeña, tienes mucha más suerte que yo.

—Ojalá, quiero un esposo que me ame, no uno de los socios de papá —confieso.

El Contrato. © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora