☠|CAPÍTULO DIECISEIS

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Besar al hombre se sintió como en un sueño, sus labios son realmente suaves y el toque áspero de la cicatriz lo hace adictivo y nunca me cansaré de decirlo y recrearlo en mi mente, pero lo de mi mente es totalmente diferente a la realidad

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Besar al hombre se sintió como en un sueño, sus labios son realmente suaves y el toque áspero de la cicatriz lo hace adictivo y nunca me cansaré de decirlo y recrearlo en mi mente, pero lo de mi mente es totalmente diferente a la realidad.

En mi mente puedo tocarlo, meter mis manos por debajo de su camisa y sentir los músculos de su abdomen, trazar cada parte de su torso y llevar una de mis manos a su entrepierna y sentir que tan grande es.

Imagino sus manos recorriendo mi cuerpo y deteniéndose en mi trasero, el cual tocará a su antojo hasta que lleve una de sus manos a mi coño y me acaricie como nunca nadie lo ha hecho, que me ayude con el tan anhelado orgasmo que no me he podido tener nunca.

Pero todo eso muere cuando recuerdo sus palabras en el momento que lo quise tocar.

—Sin tocar.

Juraría que mis bragas y mi coño se secaron al instante por esas dos palabras. Pero cuando él me tocó, quise rendirme y entregarme y, no podía hacerlo porque si yo no puedo tocarlo, no dejaré que él lo haga conmigo.

Todo debería ser un dar y recibir, pero si aquí no recibo, no voy a darle nada.

—Podrías prestarme atención, tus ojos están dilatados y estoy segura de que por tu mente no está pasando nada relacionado con Dios.

—Los hombres los creó Dios, así que sí, es de Dios lo que estoy pensando.

—¿Jesús, estás imaginando a ese prometido tuyo sin ropa?

Mi hermana abre sus ojos de par en par y Livia sonríe como si hubiese acabado de ganar algo.

—¿Estás pensando en Alessandro? —me pregunta Emma con una sonrisa socarrona.

Jesús, las odio.

—Un poco, todo lo que me dijo y lo que no me permitió hacer.

Hablé con mi hermana y Livia días después de tratar de entender por qué Alessandro no me dejaba tocarlo y ninguna pudimos descifrarlo.

—En dos semanas podrán tocar todos esos músculos y descubrir que cubren esos pantalones —dice Livia.

La mujer no tiene ni un atisbo de vergüenza al hablar.

—Además, solo faltan unas horas para que lo veas —pongo los ojos en blanco.

Hace una semana el hombre se marchó a su ciudad y dijo que volvería en dos semanas junto a su familia, pero al parecer su madre y hermanas quieren pasar más tiempo junto a mí antes de la boda.

—Terminemos esto, mi madre nos matará si entra y solo estamos hablando.

Estamos organizando algunas cosas para la boda, hemos estado comprando con la tarjeta que me dejo Alessandro y aunque en un principio no quería gastar ni un poco de su dinero, Emma y Livia insistieron que era lo mejor para ambos.

El Contrato. © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora