Puedo jurar que en mis diecinueve años de vida nunca había estado en un lugar como este. Tan luminoso, ruidoso y lleno al mismo tiempo.
Llegué aquí con la ayuda de mis dos amigas, Livia y Serena. Se aseguraron que los guardias que me siguen día y noche estuvieran afuera de la casa de Livia y nosotras pudiéramos salir por la parte de atrás para poder llegar hasta este lugar.
—¡Dios, esto es el cielo, estoy segura! —Livia grita haciendo lo imposible, posible. Que su voz se escuche más alta que la música.
—Y si nos descubren —digo. Si mi padre se llega a enterar donde estoy ahora mismo, juro que es capaz de matarme.
Deja el drama, todos creen que estamos en mi habitación y posiblemente ya dormidas quiero el entusiasmo y positivismo de Livia.
—Pienso igual que Viviana, si nos encuentran aquí, mi padre perderá su trabajo y posiblemente me den una golpiza que me deje en coma.
—Dejen de ser exageradas, no va a pasar nada, bueno, sí —escanea el lugar y luego sonríe—. Conseguiremos hombres lindos y perderemos la virginidad.
Como si eso fuera posible. Según mi madre debo ser virgen hasta conseguir un esposo —esposo que mi padre conseguirá— porque ser virgen es sinónimo de respeto hacia tu marido y lealtad a la mafia.
Tradiciones estúpidas.
—Vamos a pedir algunas bebidas —comenta Livia, quien es la que más ánimo tiene en el momento.
—No tenemos dinero —Serena y yo somos las más cuerdas en el momento.
—Tengo demasiado efectivo, eso sirvió para que nos dejaran ingresar.
Subimos al segundo piso donde hay menos gente y el ruido es mínimo —tal parece que Livia sí trajo mucho dinero—, un mesero nos atiende y como yo no sé nada de bebidas acepto lo que Livia pidió para las tres.
—Vodka con limón y chile, lo probé en uno de mis viajes a México y esto es delicioso —dice con total seguridad.
—Tu definición de delicioso no me convence.
—Después de tomar nuestras bebidas debemos bajar a la pista de baile y escoger con quién pasaremos la noche —ay Dios, presiento que algo saldrá mal, pero no puedo mencionarlo porque me llamarán ave de mal agüero.
Las bebidas llegan y me sorprende la eficacia del lugar.
—Muchas gracias —le dedico una sonrisa al hombre que nos está atendiendo.
—¿A qué horas terminas tu turno? —le pregunta Livia al tipo—. Tal vez puedas estar un rato con mi amiga.
El tipo nos mira a ambas y luego niega con su cabeza.
—¡Estás malditamente loca! —grito.
—Le sonreías, creí que te gustaba.
—Le sonrió a todo el mundo —Dios, Livia es una verdadera sinvergüenza.
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El Contrato. © [EN PROCESO]
RomanceTercer libro de la serie amores de la mafia [EN PROCESO] Crecer como la hija de uno de los capos de Italia solo tiene una ventaja -tener un matrimonio asegurado-, y para mí no es una ventaja porque tener matrimonios concertados solo te convierte en...