☠|CAPÍTULO QUINCE

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Viviana tiene los labios hinchados y comprendo que es por el beso que nos acabamos de dar, sus ojos tienen un atisbo de excitación y decepción al mismo tiempo y estoy seguro de que esto último es porque he evitado su toque dos veces

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Viviana tiene los labios hinchados y comprendo que es por el beso que nos acabamos de dar, sus ojos tienen un atisbo de excitación y decepción al mismo tiempo y estoy seguro de que esto último es porque he evitado su toque dos veces.

La mujer no conoce mis traumas porque aún no me abro ante ella, pero si soy sincero, su toque es el primero en muchos años que no me repudia, al contrario, me genera una sensación diferente.

—¿Deberíamos irnos? —pregunta, intenta caminar, pero la detengo.

—Quiero estar más tiempo aquí, la paz del lugar me gusta —digo.

La pequeña me trajo a un mirador y la ciudad se ve grandiosa desde aquí, además el silencio te acoge de una buena manera.

El lugar es perfecto para los dos.

Mientras ella observa las luces de la ciudad, mis ojos se fijan en ella y recuerdo lo que me dijo hace un momento, estuvo a punto de morir cuando era una niña y su padre no hizo nada —bueno, esto es algo que desconozco—, el viejo se ve que es codicioso y seguramente ese atentado lo pudo hacer alguien a quien le debía.

Dios, pero meterse con una niña de nueve años.

—¿Qué piensas? —Sus zafiros me miran con una gran intensidad.

—Muchas cosas, ¿Cuál quieres que te diga?

—No sé, dime tú.

Me acerco a ella como si fuéramos dos imanes que se están atrayendo, paso un mecho de su cabello por su oreja y ella se estremece.

—En lo hermosa que eres y me recuerdo que no eres débil.

—Nunca he sido débil.

—Cuando ves a tu padre pareces serlo —digo.

Recuerdo la noche en la que Francesco me la ofreció como esposa, en lo desorientada que se veía y el terror que había en su mirada.

—No es debilidad, es respeto.

—Entonces cambiémoslo por miedo, no deberías temerle a tu padre.

—Cualquier persona le teme, así que sí.

—Yo no le temo a tu padre.

—No, todos te temen a ti.

—¿Y tú tienes miedo de mí, Viviana?

Sus lindos ojos se oscurecen y muy dentro deseo que ella no me tenga miedo, pero el silencio que hay, me confirma que sí.

—No deberías temerme, nunca te haría daño.

—No te tengo miedo, temo lo que dicen de ti.

—Entonces conóceme, solo hay una manera de saber si lo que has escuchado de mí es cierto.

Por un momento todo se torna cómodamente silencioso, miro fijamente a Viviana y todo a mi alrededor desaparece, es como si solo existiéramos nosotros dos.

El Contrato. © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora