Cuando llegué al apartamento lo hice de la manera más silenciosa posible, al entrar a la habitación vi que ya Viviana estaba dormida y entré directamente al baño para poder limpiar la herida que me hizo el hijo de puta de Enrico cuando le fui a cobrar mi dinero.
Dejar que un adicto se pase de la raya y quiera robarte no se debió permitir, pero todo lo de la boda y mis problemas con Davide me hizo bajar la guardia con los problemas en mi ciudad.
Cuando salí de la mansión de mis padres, fui a cobrarle a Enrico y este me recibió con dos de sus chicos que intentaron tocarme, así que les tuve que mostrar quién es que manda aquí, cuando baje la guardia, Enrico aprovecho para herirme, el muy hijo de puta se atrevió a intentar asesinarme, pero su plan fue un plan de mierda, porque terminó perdiendo a tres de sus chicos, la mitad de su dinero y su posición en la política.
Solo debía hacer una llamada para que su puesto en el senado fuera reasignado por malversación de fondos públicos.
No hice ningún ruido en el baño porque no quería que Viviana me viera en la manera en la que estaba —herido y con mis cicatrices a la vista— pero todo se fue al carajo cuando ella abrió la puerta del baño y me vio en mi momento más vulnerable.
Vio todo lo que había querido ver y quise desaparecer en ese momento porque una de mis más grandes pesadillas se hizo realidad, pero no, no fue tan malo. Su mirada no fue de repudio, al contrario, vi admiración en sus ojos.
Con determinación llegó hasta donde yo estaba sentado ignorando mi petición y se inclinó para limpiar mi herida y besar mis cicatrices, dijo que le gustaban y escogió sus favoritas, acto que oprimió mi pecho.
Sacudo mi cabeza y regreso al momento en el que estamos, mi pequeña tiene sus piernas abiertas ante mí, dejándome ver su coño brillante —aunque se negó a seguir mi petición, su cuerpo demuestra que ella quiere esto tanto como yo— respiro profundamente antes de llevar mi boca al lugar que estoy deseando cómo desea un niño un dulce.
—Hoy no puedo detenerme pequeña, voy a tomarte y consumar nuestro matrimonio —confieso.
—No quiero lastimarte —murmura entre dientes.
—Eso debería decirlo yo —me lamo los dientes mientras veo como su coño se humedece cada vez más—. Disfruta esto pequeña.
Paso mi lengua por su coño y sus jadeos no se hacen esperar. Sostengo sus piernas con mis manos para que no se pueda mover mientras juego con su clítoris con mis dientes. Muerdo y lado a mi antojo mientras parte de su humedad se desliza por mi mentón y la otra se desperdicia en la cama.
—Estás empapada pequeña.
—Ale...
—¿Qué quieres?
—Que no te detengas, por favor —sonrió ante su súplica.
—Lo que mi mujer pide, lo tiene.
No separo mi boca de mi coño, sus piernas intentan cerrarse, pero se lo impido. La follo con mi lengua y cuando está a punto de correrse me aparta.
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El Contrato. © [EN PROCESO]
RomanceTercer libro de la serie amores de la mafia [EN PROCESO] Crecer como la hija de uno de los capos de Italia solo tiene una ventaja -tener un matrimonio asegurado-, y para mí no es una ventaja porque tener matrimonios concertados solo te convierte en...