Capitulo dieciocho: La Luna le tiene miedo a la muerte.

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Hace muchos, muchos años.

Moon Hikari.

Iza estuvo a punto de morirse más de una vez. Su parto fue complicado y tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Por suerte lo hizo, pero esto solamente se convirtió en un karma que iba a sufrir por el resto de su vida.

Cuando era un bebé, de tan solo unos meses se le cayó una tetera de agua hirviendo al lado. No se quemó vivo porque el destino así no lo quiso. A los cuatro caminó fuera de casa y mi tío lo salvó de que lo atropellara un auto solamente porque estaba en el momento justo.

Mi hermano era y sigue siendo un debilucho. Y no intento sonar despectivo con esto. Solo es lo que es. Iza no tiene tolerancia al dolor, se enferma por tomar frío y sufre constantes dolores de cabeza.

Con Iza tuve que aprender a estar siempre preparado para dos cosas:

1) Actuar bajo presión y tomar decisiones rápidas.

2) Entender que quizás él iba a morir en cualquier momento.

Esto suena espantoso pero es la verdad. Tener que criar a alguien así significa estar mentalmente listo porque no siempre se puede actuar en el momento justo.

Yo amo a mi hermano más que a nadie en este mundo. Lo amo como si fuera una extensión de mi. Fue el bebé más dulce, el niño más divertido, el preadolescente más sensible, es el adolescente más carismático y seguro será un adulto genial. Lo amo tanto que sería capaz de matar o morir porque él esté bien.

Lo único que siempre quise es que él estuviera bien. Por eso me entristecía tanto saber que estaba destinado a toser todo el tiempo, agarrar resfriados y llorar por el dolor.

La gente que cree en Dios diría que las mejores personas están destinadas a sufrir lo peor. Iza fue feliz, y lo sigue siendo, claro que sí. Fue un niño divertido que siempre tuvo tiempo para jugar. Creo que él nunca se dio cuenta de todas estas cosas. Aunque es mejor.

Prefiero cargar yo con ese peso a que lo cargue el. Sus hombros son muy débiles para eso.

Era de noche. Una noche fría, nublada. Mi tío estaba trabajando, así que tras volver de la escuela tuve que hacerme cargo de Iza. Él estaba demasiado cansado así que se acostó a dormir, tapado con varias mantas. Le di un beso en la frente y me fui, apagando la luz.

Se escuchaban los grillos, y los autos lejos hacían giros agresivos. La sala solo estaba iluminada por una luz en el techo, que se movía por el viento y atraía muchos insectos voladores.

Yo me dediqué a terminar alguna tarea que tenía que hacer para la escuela, en la mesita de la cocina.

Mi casa era pequeña, ya lo dije antes. Tenía una sala y en el centro una mesita baja, que casi siempre estaba libre. La puerta de entrada y una ventana que de noche cerrábamos con una cortina azul. No tenía casi muebles.

El pasillito daba a los tres cuartos. El mío, el de mi tío y a lo ultimo el baño. El baño era el único que tenía puerta, una blanca y de madera.

La cocina era un rectángulo, como un pasillo que se unía a la sala por una puerta abierta. Osea, había una pared y un espacio para la puerta. Pero no había puerta.

Nunca entendí porque no tumbamos esa pared. Siempre molestaba y hacía todo más pequeño. Pero nunca dije nada.

La cocina era pequeña y siempre estaba ordenada. Arriba, en la esquina había un televisor. Cuadrado y negro, donde a veces mi tio miraba series.

En la pared vacía, donde no estaba ni el horno ni la heladera, había una mesita. Solo dos sillas y un mantel rojo. A veces ahí tomábamos la merienda con Iza, o nos sentábamos a ver la televisión. El espacio era pequeño, así que podíamos apoyarnos en la pared, levantar la cabeza y ver en lo alto alguna película. Había una bandera colgada en lo alto, sobre la mesa.

El Loco se enamoró de la Luna (BORRADOR) / BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora