Capítulo cuarenta y dos: Las mentiras, las novias y la respuesta del Loco

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Hace muchos, muchos años.

Moon Hikari

¿La había cagado? Me daba miedo haberla cagado. Honestamente esperaba otra respuesta. De verdad esperaba un ¡sí! emocionado, muerto de felicidad. Al menos no había recibido un no, por lo que me tranquilizaba un poco. Pero un déjame pensarlo era horrible.

Si no iba con Jake el plan no tenía mucho sentido. Todo estaba organizado con un fin, incluso los lugares a donde quería ir. Quería ir con Jake. De verdad quería.

Que sea un , que sea un . Tampoco quería insistir como un pesado, así que solo esperé lo más paciente posible que él se acercará a decirme. Siempre esperé el tiempo del otro. Me adapté al tiempo del otro, incluso cuando no dormía por la noche pensando y pensando. Cuando cada que lo veía quería preguntarle ¿lo pensaste? ¿Lo pensaste?

Trabajar me hacía desconectar. Más trabajar de noche. Cortar cosas, lavar y freír, eran acciones tan repetitivas que me ayudaban a no pensar en absolutamente nada más que en eso.

Las charlas de Tami con los clientes, mi tío que me contaba secretos sobre las recetas, historias fantasiosas de cómo se crearon que alguna vez le había contado su padre e Iza, que paseaba cantando o contando sobre la serie que estaba viendo sobre superhéroes.

Iza leía el libro, acostado en el fondo de la cocina, en el suelo, tapado con una manta de tela. Yo mientras preparaba el pedido del cliente. Mi tío había ido a casa a buscar algo, así que éramos Tami, Iza, el cliente y yo.

—¡Moon! —gritó mi hermano, para llamar mi atención.

—¿Qué? —pregunté, girando para verlo.

Iza se dejó caer al suelo, para acostarse sobre la cama improvisada de almohadas que habíamos armado para él, en su esquina. Abrió en grande sus ojos, curioso.

—¿Alguien muere en el libro?

—No, nadie se muere.

Izari festejó en voz baja, bostezando de manera exagerada y enseñando todos sus dientes chuecos.

—¿Tiene final feliz?

Los finales felices ¿Cuáles son exactamente? No lo sabía, pero me gustaban. Finales felices. Felices. Quería tener un final feliz, aunque yo no era un libro ni una película pero ¿las personas pueden tener finales felices?

—Sí —le sonreí—, ahora a dormir. Es tarde.

—Pero no tengo sueño.

—A dormir —repetí, sonriendo de lado.

—No me puedes mandar a dormir. Tengo ocho, no soy un bebé.

—Ocho, quince o veinte, voy a tener siempre el derecho de mandarte a dormir —lo señalé con la cuchara e hizo un puchero divertido.

—Cuando sea grande vamos a vivir juntos ¿verdad?

—Sí —le respondí casi de forma automática, sin pensarlo.

Iza cerró el libro, usando una servilleta como separador y se acostó sobre las almohadas, tapándose hasta la nariz y deseándome una buena noche. Le devolví las buenas noches. Troceé una de las verduras cuando escuché que Tami entró a la cocina. Me tocó el hombro despacio, cortando la ensoñación que estaba teniendo y me sonrió.

—Te buscan —bajó la voz, al notar que Iza se había acostado.

Me lavé las manos rápido, con la emoción de intuir quién podía ser. Aunque me preocupaba un poco, que hubiera venido a esa hora de la noche, sabiendo que podían estar Tami y mi tío. ¿Y si había pasado algo malo? ¿Y si George le había hecho algo otra vez?

El Loco se enamoró de la Luna (BORRADOR) / BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora