Hace muchos, muchos años.
Moon Hikari
Hice té negro y lo serví en una botella azul metálica para que guardara el calor, con cuidado de no quemarme. Le puse dos cucharadas de azúcar y mezclé todo, despacito y soplando.
Era fin de semana, por lo que tenía el día libre, pero de todas formas había ido temprano a la cantina.
Tami y mi tío charlaban animadamente cerca de la barra y yo sonreía al ver cómo por momentos se susurraban cosas. Ella se acercaba, inclinándose, con la supuesta excusa de sacarle una suciedad del delantal y mi tío, completamente colorado, desviada la mirada. A veces era al revés, aunque era más inusual. Mi tío le acomodaba el cabello y Tami, en lugar de sonrojarse solo sonreía.
Take, le había comenzado a decir ella, como un apodo. Take, Take, Take, Take.
Mi tío lucía feliz a su lado y eso no podía contentarme más. Poco a poco Tami comenzó a pasar más noches en mi casa, a veces con la excusa de que trabajaban hasta tarde y era peligroso para ella volver caminando y otras simplemente porque tenían una charla que no querían dejar para el día siguiente.
Durante la mañana, las pocas veces que despertaba antes que saliera el sol, espiaba en su cuarto y los veía dormir. Pero Tami descansaba despatarrada en la cama y mi tío sobre una manta en el piso. Suspiraba frustrado, porque nunca lograba atraparlos con algo que pudiera darme suficiente valentía para preguntar si eran novios. Novios.
Guardé el té en mi mochila, acomodándome el cabello en una coleta apretada.
—¿A dónde vas? —preguntó mi tío.
—Ah, con unos amigos.
Mi tío creía (o tal vez solo quería convencerse con mi mentira) que yo tenía amigos. En plural. Más de uno. Amigos.
—¿Vas con el que cumplió años el otro día?
Mi tío giró la cabeza a su amiga (novia, enamorada, amante, no sé), preguntando con la mirada ¿quién? Tami le susurró algo y él asintió con la cabeza. Me sentía extraño.
No saben. No saben. Ellos no saben.
—Si, tal vez esté él —mentí, escondiendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón de tela.
—Me cayó bien. Parecía agradable.
Eso me hizo sonreír un poco. Poca gente hubiera descrito a Jake como agradable. Agradable. Agradable.
—Que tengas un buen rato —dijo mi tío, sonriendo un poco.
—Y mándale un saludo a tu amigo de mi parte —añadió Tami.
Mi amigo. Asentí, aunque dudaba en hacerlo. Tras despedirme caminé hasta el fondo. Al lado de la puerta trasera (la que daba a la basura) estaba Iza sentado en el suelo, tapado con una manta de tela pesada, resfriado como de costumbre y leyendo un libro. Un libro. Un libro.
Entrecerré los ojos, confundido hasta que noté que ese libro era el mío. Sangre de guerra. Me apresuré a agacharme frente a él y me sonrió.
—¿Qué haces con eso?
—Ah, lo dejaste en tu mesita de luz —luego soltó un estornudo y tuve que limpiarle los mocos con mi propia mano.
Mierda. Tenía razón, había comenzado a releerlo y lo había dejado ahí. Que imbécil. Iza me mostró el libro con orgullo, enseñándome que iba en las primeras páginas.
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El Loco se enamoró de la Luna (BORRADOR) / BL
Novela JuvenilEn un rincón olvidado de la ciudad, oculto entre los gritos y casas de ladrillo, nacieron dos chicos. Jake y Moon. Moon no tenía padres y se refugiaba en la responsabilidad de cuidar a su hermano menor y en las charlas nocturnas con su tío. Jake en...