Presente
Jake Williams
Juego con mis dedos, juego a hacer ese movimiento repetitivo de un círculo intentando que los pulgares no se toquen. Juego a hacer todo que no sea hablar con Moon. ¿Qué más hay por decir? Mil cosas. Mil y un cosas o mil y dos cosas o un número incluso más grande que mil que no se pronunciar.
—¿Y a qué te dedicas ahora? —pregunta de golpe y dejo de mover los dedos.
Levanto la cabeza para verlo, y Moon, apoyado con la espalda en la mesada, me mira también. Dejo la fotito sobre la mesa, con cuidado, como un tesoro. Claro que recuerdo esa noche. ¿Cómo olvidar una cosa así? ¿Cómo uno se olvida de uno de los días más felices de su vida? Es imposible. Físicamente imposible.
¿Por qué la recuerda él? Eso me hace latir muy rápido el corazón. ¿Qué de especial tuvo para él eso?
Yo la pienso siempre. Yo la pienso siempre. Yo la pienso siempre. Yo la pienso siempre. Yo la pienso siempre. Yo la pienso siempre. Yo la pienso siempre. Yo la pienso siempre.
¿Por qué mierda no le grité que yo también? Quiero llorar porque no existe una máquina del tiempo. ¿Por qué no dejé que me tocara la rodilla? ¿Por qué? Si yo quería eso. Yo lo quería ¿Por qué entonces mi cuerpo se levantó? ¿Por qué no podemos estar de acuerdo? Jake y Williams. Y siempre es el último imbécil el que termina eligiendo qué hacer, porque es más fuerte, más grande.
—Trabajo en un taller mecánico —respondo, encogiéndome de hombros porque no quiero hablar de mi—. En uno que abrió Chris aquí.
—Que bueno.
—¿Y tú?
—Yo cocino en un restaurante.
Lo imaginaba. Y me alegra, porque recuerdo que Moon quería ser eso y saber que lo es me hace sonreír. Sonreír en grande.
—Que bueno —repito su frase, sonriendo de lado.
—Sí, es divertido —dice, mientras cuela los fideos—, estresante, pero divertido. Trabajamos mucho.
Una risa. Él ríe y yo siento otra vez cosquillas. Y entonces me doy cuenta porque estoy aquí y junto aire con la boca.
No voy a huir. No hoy. Quizás mañana sí, y pasado, y el resto de mi vida. Pero hoy es hoy. Y hoy no voy a huir.
—Los fideos quedaron algo pasados.
—No pasa nada.
—Te prometo que en realidad si se cocinar.
—Ya sé que sabes —digo, en voz más baja.
Me remuevo incómodo. Ya se que Moon no quiere que este aqui. Me doy cuenta, no soy estúpido. Ya sé que me odia. Eso me dijo él. ¿Si me odia entonces por qué me quisiera a aca? En la sala de su casa, comiendo de su comida. ¿Si me odia por qué quisiera escuchar lo que tengo para decir? Como, por ejemplo, que en diez años solamente se volvió más lindo. Lindo. Lindo. Lindo
Las personas cambian, tú lo dijiste antes, repito la frase que dije. Repito toda la conversación, pensando que podría haber dicho o hecho distinto. Pensando si me equivoqué. Golpeándome a mí mismo con muchos lo hubieras dicho distinto.
Moon termina de poner los fideos en dos platos y yo pienso que hace cinco minutos estuvimos bien, viendo fotos. Estuvimos bien. Se sintió bien. Lo que, quiero pensar, significa que podemos seguir estando bien ¿No? Está noche. Y si estoy bien entonces puedo decirle lo que quiero decirle. Puedo confesarle lo que quiero confesar y quitarme de la espalda el peso del secreto.
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El Loco se enamoró de la Luna (BORRADOR) / BL
Teen FictionEn un rincón olvidado de la ciudad, oculto entre los gritos y casas de ladrillo, nacieron dos chicos. Jake y Moon. Moon no tenía padres y se refugiaba en la responsabilidad de cuidar a su hermano menor y en las charlas nocturnas con su tío. Jake en...