Capitulo treinta: Chinos, japoneses y el Loco bonito

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Hace muchos, muchos años.

Moon Hikari

Hacía demasiado frío. Tanto que durante algunas semanas dormí en la misma cama que mi hermano. Ambos tapados por una pesada manta de tela.

Iza se resfrió, como era usual en ese clima. Terminó con la nariz roja y usando dos de mis camperas. Algunos días no tuvo clases, especialmente porque las instalaciones no tenían nada de calefacción y de vez en cuando decidíamos que era mejor que viniera con nosotros a la cantina. Se acostaba en la parte de atrás, sobre unas almohadas que traíamos de casa, con muchas mantas y dormía durante un rato largo. Cuando despertaba hacía su tarea y luego hablaba con Tami, a quien le tenía mucho cariño.

Iza empezó a llamarla tía Tami sin darse cuenta, y tanto le gustó a ella el apodo que no lo corrigió en ningún momento. Mi tío tampoco. Es más, lucía igual de contento que ella.

Me gustaba ver que mi tío tuviera una amiga, que charlaran y que rieran. Me gustaba verlo con alguien, no solo. Solo. Solo.

Empecé a sentir, que de alguna forma u otra éramos como una familia. Esa sensación me daba calor en el pecho. Era lindo. Sonreí la primera vez que nos vi y pensé guau, podríamos ser como una familia.

Y en mi familia, de algún otro modo, estaba Jake. Aunque era extraño intentar encontrarle un lugar. Un hermano no, porque uno no se besa ni hace cosas con su hermano. Un primo tampoco, aunque conocía a algunos que lo hacían, no quería pensar que Jake fuera hijo de mi tío o algo así.

En fin, no sabia donde ponerlo, pero tenía la fuerte sensación de que era parte de mi familia. Aunque no sabía bien que era una familia. Tenía claro que todas eran complicadas, como los padres. Que tienen secretos, que pelean y que no son perfectas.

No sabía si la familia si o si compartía sangre, porque con Tami no lo hacíamos y aun así siempre se sintió familia. Familia. Familia.

Pensé entonces que una familia es algo que se siente. Como el amor. Que no tiene explicación pero que uno sabe que existe cuando lo experimenta. Y quizás yo sentía las cosas demasiado rápido, pero para mi Jake, era un poquito ambas cosas.

Pero no lo descubrí en ese momento, lo descubrí muchos años después, cuando ella me preguntó que era el amor. Quizás me estoy adelantando y no quiero desordenar las cosas.

―Bésame ―dijo Jake, acostado a mi lado.

El cielo esa tarde estaba gris. Lleno de nubes tormentosas. Quizás iba a llover y si eso pasaba tendríamos que escondernos debajo de algunos árboles. No entendía porque a Jake le gustaba tanto ese lago, si teníamos su casa, que dentro de todo era más caliente y cómoda.

―Estoy cansado ―respondí, abriendo los ojos.

Jake estaba a unos centímetros de mi rostro, observandome con atención. Estiró la mano y se detuvo antes de tocar mi cara.

―No tienes pestañas casi.

Jake bajó la mano, avergonzado de lo que estaba por hacer.

―Y tus párpados son raros. Como que están arriba de tus ojos.

―Eso es porque mis abuelos eran de Japón.

―¿Tu tío también tiene los ojos así?

―Aja, más que yo incluso ―asentí, sonrojándome porque Jake no dejaba de verme―. Pero mi hermano no, él los tiene como acá.

―¿Y eso por qué?

―Mi mamá era de aquí, y mi papá era hijo de japoneses, así que cuando me tuvieron a mi supongo que heredé los rasgos de papá, y después Iza los de mamá. Supongo.

El Loco se enamoró de la Luna (BORRADOR) / BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora