Capítulo veintiocho: La J de la Luna y la M del Loco

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Hace muchos, muchos años.

Moon Hikari

Cumplí quince años y como siempre, llovió.

Fue una lluvia corta, no tormentosa, solo un par de gotas que hicieron ruido contra los techos de chapa. A los pocos minutos el cielo estaba otra vez despejado.

Mis quince años vinieron con muchos cambios. Un año en el que pasaron una serie de cosas que considero importantes en mi vida.

Lo primero es que oficialmente dejé la escuela. Fue una decisión difícil y me hizo llorar. Lloré mucho. Me sentí verdaderamente triste. Pero era un adulto. Y los adultos saben lo que hay que hacer.

Y eso era lo que yo tenía que hacer. Así que le dije adiós a los pasillos con paredes rotas y al patio con pasto seco, a los profesores que gritaban y a las noches de estudio.

Fue como un duelo, porque de vez en cuando recordaba el olor al patio.

No podía dormir al pensar que, si todo hubiera seguido normal, a la mañana siguiente tendría que ir a la escuela. De que solo serían un par de años más para terminarla. Un par.

Pero los adultos saben que un par de años en realidad son mucho tiempo.

Iza si iba a empezar primero de escuela. Ese fue el trato que hicimos con mi tío. No es que él me obligara a dejar de estudiar. Todo lo contrario. Pero los adultos saben cuando alguien dice cosas sin decirlas. Y yo era un adulto, así que lo supe. Los adultos saben cuando no hay suficiente dinero, cuando hay cosas que pagar, cuando una sola persona no es suficiente. De hecho, fui yo quien se sentó y le dijo a mi tío que no iba a seguir estudiando. Y supe que hice lo correcto cuando él no me dio la contraria, cuando aceptó la idea.

Comencé a trabajar oficialmente en la cantina un martes. Me desperté muy temprano, antes de que el sol salga. Dejamos a Iza solo en la casa.

Lo sacudí para que se levantara y le di un ruidoso beso en la cabeza cuando abrió sus simpáticos ojos marrones.

―Te dejé el desayuno en la cocina ―le susurré, mientras Iza se vestía―. Come y en un par de horas va a pasar por ti la madre de Kiki ¿Sí? Te vas con ella y con Kiki a la escuela. Cierra la puerta cuando salgas y cuando vuelvas no le abras a nadie ¿Me entiendes?

Él asintió, terminando de abrigarse con uno de mis buzos verdes. En la mañana estaba muy frío. Usualmente, yo me quedaba con Iza en casa. Mi tío madrugaba e iba a trabajar, pero ya que mi escuela era más tarde, yo estaba cuando Iza despertaba.

Me daba algo de miedo dejar a Iza solo.

―¿No me puedo quedar en la casa con Kiki?

―Si su madre acepta, sí. Pero llámanos a la cantina, te dejé el número en un papelito en tu mochila. Igual la mamá de Kiki lo tiene. Luego te vamos a buscar nosotros.

―Ya lo sé, Moon ―Iza soltó un suspiro.

―Bueno, dame un beso entonces.

Una sonrisa se dibujó en su rostro y yo me agaché para que me besara la mejilla. Mi tío me llamó, así que me apresuré a la salida. Otra cosa qué pasó a mis quince es que volvimos a usar la moto de papá. Agilizó los viajes y nos hacía llegar más temprano a la cantina. Mi tío finalmente pudo superar el miedo de usarla. A veces incluso me dejaba manejarla a mí.

―¡Moon! te olvidas de esto ―gritó Iza, saliendo de la casa.

Giré, ya sentado en la parte trasera de la moto y vi a mi hermano con mi gorro rojo en la mano. Sonreí y él se acercó para entregármelo.

El Loco se enamoró de la Luna (BORRADOR) / BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora