Capitulo veinte: El Loco cumple años

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Hace muchos, muchos años.

Moon Hikari.

Jake iba a cumplir años un sábado. Un buen día para festejar un cumpleaños. Me lo había contado en una charla aburrida, como un comentario cualquiera, unas semanas antes. Yo grabé la fecha en mi mente, muy fuerte. Era un cuatro.

Jake cumple años un cuatro.

En japonés la palabra cuatro se pronuncia igual a la palabra muerte, por lo que se le asocia con la mala suerte. Quizás significaba algo, aunque no soy demasiado supersticioso.

Tal vez Jake estaba destinado a tener mala suerte, o dar mala suerte a otros. Solo Jake Williams puede hablar de la muerte como si no fuera algo importante, recuerdo que pensaba frecuentemente. Una cosa podía estar conectada a la otra.

—Hay muchas leyendas, Moon. Existen miles. Hay incluso personas que deciden creer en un conjunto de leyendas y rezar todas las noches por eso. Que se yo, no creo que esté mal. Cada quien intenta que la vida sea menos mierda cómo puede —me dijo un día mi tío, cuando yo era aún un niño pequeño.

—¿Tú no crees en ninguna?

—Tu abuela siempre mencionaba una. ¿Conoces la del hilo rojo?

—No ¿Cuál es?

—Según la leyenda estamos predestinados a encontrarnos con alguien. Un hilo rojo, atado en el meñique de cada persona nos une. Pueden separarse, vivir en polos opuestos del mundo pero nada, absolutamente nada puede romper el hilo, ni siquiera ellos.

—¿Y están destinados a enamorarse?

—No siempre. A veces es amor, a veces es amistad...

—¿Y qué pasa si nunca encuentras a la persona con la que compartes el hilo?

—Son leyendas Moon, no son reales.

—Ya, entiendo... ¿Cómo se llama?

Unmei no akai ito...—la pronunció despacio, supongo que para que yo la entendiera.

Intenté copiarlo y él me corrigió, ya que mi pronunciación no era demasiado buena. Suspire frustrado y él se rió, diciendo que ya iba a aprender.

運命の赤い糸

(El hilo rojo del destino)

Mi tío me lo contó cuando yo tenía ocho o nueve, una noche de tormenta en la que me costaba dormirme. Recuerdo que quedé muy pensativo al respecto. Me imaginaba a mi mismo al cerrar los ojos, parado. En mi meñique había un hilo atado, yo intentaba cortarlo, pero ese hilo no cedía. Al contrario, me tiraba. Me tiraba tan fuerte que tenía que correr.

Y corría muy rápido, rápido hasta que mis piernas se cansaban. Cuando veía una figura frente a mi me detenía. Siempre despertaba en ese momento, antes de ver quien era.

Ese sueño fue recurrente en mi mente hasta mis once. Luego dejé de soñarlo. Dejé también de creer en el hilo rojo. Aprendí a pronunciar la frase y tuve que enseñare a Iza a hacerlo, aunque a él no le interesó la leyenda.

—¡Es una tontería! Los hilos no unen personas. Los hilos son para la ropa... ah, hablando de eso ayer se me descosió el pantalón.

Y yo tenía que coserlo, en la mesa de la cocina. Mi tío me hacía té y se iba a dormir. Yo estaba gran parte de la noche porque nunca supe coser. Era difícil y aburrido pero al final lograba hacerle el parche al pantalón de Iza. Al día siguiente volvía a romperse.

Izari tenía razón. Los hilos sirven para coser pantalones.

El hecho de que él estuviera cerca de su cumpleaños solo me hizo pensar en la cantidad de tiempo que había pasado desde la primera vez que hablamos. Tiempo que pasó, al menos a mi parecer, demasiado rápido.

El Loco se enamoró de la Luna (BORRADOR) / BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora