Capítulo 14

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El magnetismo es un interesante fenómeno: dos cuerpos con cargas opuestas que se atraen entre sí. De ahi proviene el dicho "los opuestos se atraen".

Se atraen. Ejercen una gran fuerza a su favor para que el otro se acerque; al ser mutua, esa fuerza se multiplica y al final se encuentran en medio. Pero en ocasiones es tan fuerte que terminan colisionando, chocando, el encuentro es violento.

··············

Era cerca de medianoche cuando Yelena llegó a su cuarto. Entró corriendo y se dirigió tan rápido al baño que llamó la atención de Natasha, quien se acercó lentamente y tocó la puerta.

— ¿Qué haces aun despierta? — preguntó con la voz lo más normal posible, desde dentro.

— Nada.

— ¿Te estas mensajeando con Wanda a medianoche?

— Estaba, me dejó de responder hace como 15 minutos.

— ¿Sabes por qué?

— Mmm no. ¿Tú si? — preguntó con cautela.

Esperó pacientemente un minuto entero hasta que Yelena por fin apareció. Se había lavado la cara, pero sus ojos dejaban ver el rastro de llanto que había pasado por ellos. Nat no insistió, tampoco preguntó porque sabía que ella hablaría cuando estuviera lista. La rubia se movió con suma lentitud por la habitación, hasta llegar a su mesita de noche, de donde sacó un par de billetes y se los tendió, aun en silencio, a su hermana.

— ¿Qué es esto? — Yelena no respondió, solo movió su mano en insistencia para que Natasha lo tomara. — No... — dijo sorprendida, al fin tomando el dinero. — ¿En serio?

Otra vez fue ignorada, asi que le dio su espacio para que se cambiara e hiciera toda su rutina de noche en paz. Una vez cómodamente establecida en su cama, la pelirroja se recostó junto a ella, no sin antes volver a dejar el dinero sobre la mesita de noche, Yelena la miró confundida.

— Creí haber dicho que esa apuesta era un ganar-ganar. ¿Por que parece que hubieses perdido?

— Porque perdí el doble.

— Bien, te devuelvo los 15 dólares, ahora solo perdiste una vez.

Yelena siempre fue de esas personas que se ríen de sus desgracias no importa que tan inmediatas fueran, por eso cuando no se inmutó por el comentario sino que mantuvo la vista perdida en el techo, Nat supo que lo que sea que haya pasado, había sido malo.

— Solo dímelo y te dejaré en paz, o dormiré contigo esta noche, o te escucharé, o haremos como si nada de esto hubiera pasado. — ofreció.

— Soy una estúpida. — su voz se quebró mientras se cubría los ojos con la parte baja de la palma de sus manos.

— ¿Por qué exactamente? — se acomodó de lado, su cabeza descansando en su mano, mientras que con la otra quitaba mechones rubios que se habían pegado en su húmeda mejilla.

— Peleamos, nos gritamos, le grité, le dije que la odiaba... — esperaba que su hermana hiciera algún comentario, pero se mantuvo en silencio. — Y nos besamos.

— ¿Directamente? — preguntó sorprendida. Yelena la miró con cara de pocos amigos, ¿de todas las reacciones que podía tener, esa era su pregunta?

— Y despues de eso me dijo que me fuera, que no quería volver a verme. — agregó de nuevo con los ojos en el techo.

— ¿En serio? — volvió a preguntar incrédula.

— No, Natasha, solo me pareció divertido inventar una historia para justificar el por qué llevo llorando una hora. — dijo molesta y se volteó dandole la espalda.

Agridulce || Katelena/BishovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora