Felix siempre fue considerado un omega defectuoso, después de sus diecisiete su olor desapareció de un día para otro. Muchos ignorantes en esa época crearon una inseguridad realmente grande en su corazón, diciendo que era un beta, tachandolo de perv...
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Felix barría las hojas de los árboles, imaginando una y otra vez su vida fuera de esas grandes paredes. Una dónde no era concubino de la familia Lee, dónde jugaba con sus hermanos en el lodo. Donde podía lanzar las hojas al aire.
Una sonrisa traviesa atravesó su rostro, se agachó, recogiendo un puñado de hojas lanzando estás al cielo, creando una lluvia rápida. —Whao, diosa luna juega conmigo.—
Gritó feliz al ver a la luna en el cielo, parecía que ese día la diosa blanca no iría a descansar porque aún estuviera el sol ella de igual manera estaba en lo alto en el cielo.
Pronto recibió hojas en su espalda, al voltear miró a Minho. Comenzó a reír lanzando por igual.
El omega entro a la casa con una maleta perteneciente al niño, sus pertenencias las había dejado en su casa. Al mirar el departamento suspiró con cansancio, agradeció infinitamente sentirse mal y no caer de nuevo al olor a celo aún andante en el lugar.
La puerta del cuarto de Minho estaba cerrada ahí la risa de Jeongin salia.
Felix abrió las ventanas, rociando productos y supresores de olores. Librando así a su sistema de esa agonía.
Limpio la mesa que están llena de platos y fideos instantáneos. Tiro los envases de supresores vacíos y los que aún tenían los junto en uno solo. Aspiro los sillones no sin antes sacudirlos con una escoba. Minho era un desastre.
—Listo.— Susurró para prender la lavadora, sintiendo un hueco en su estómago al ver las sábanas que se lavarían. Unas horcajadas lo atacaron, corrió al baño donde liberó su almuerzo. Cerró los ojos cuando sintió que comenzaría a llorar, de manera brusca con su manga del suéter ligero que llevaba, se limpio el resto de este.
—¡Maldita sea!— Gritó, seguido de tomar tres supresores más, golpeando de manera inconsciente su estómago.
—¿Estás bien?— Del otro lado de la puerta pudo escuchar a Minho hablarle.
—No, déjame.― Y otra vez esa sensación.
Minho sin permiso abrió la puerta viendo a Felix abrazando el inodoro. —¡Sal de hua!— y de nuevo.
Una vez más tomó más supresores. Metiéndose bastantes a la boca, su omega necio no entendía.
—¿Que haces? ¡¿Que maldita cosa haces?!— Gritó arrebatando el frasco sorprendiendo al omega y sorprendiéndose él aún más cuando Felix se le fue encima.
—¡Dámelo! ¡Dámelo!— Pido cuando Minho lo alejaba de él, poniendo el frasco hacia arriba evitando que por más que se estirará le fuera imposible volver a agarrarlo. Felix estaba enojado.
—Le vas a hacer daño a tu bebé.— Aquello hizo a Felix detenerse, ya que estaba a nada de trepar a Minho por conseguir los supresores de vuelta. —¿Acaso no sientes tu aroma? Tan dulce y hostigante, es obvio que estás embarazado.—