Capítulo 47 Custodia

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Capítulo 47 Custodia

Luna se encargó del papeleo correspondiente para que por fin dejaran libre a Draco. Rick por su parte se encargó de avisarle a Narcissa que el plan de Hermione había dado resultado y, aunque ella no está nada contenta con deberle un favor a esa mujer, tendría que agradecerle de algún modo.

Hermione quería estar ahí para el momento en que saliera de prisión, pero Ginny le dijo que lo mejor era que se fuera a casa con Hugo.

Date a desear amiga —le dijo.

A veces su amiga tenía ideas muy locas, pero eran las once de la noche y aún no sabía nada de él, aunque estaba segura que ya había salido de prisión.

Hermione acariciaba el cabello de su hijo que ya se había dormido a su lado, pero pronto esa tranquilidad fue interrumpida por una piedra que golpeó la ventana entreabierta. Y en lugar de que se sintiera amenazada o temerosa, una sonrisa se dibujó en su rostro pues sabía quién era el culpable de que esa piedra terminara en el piso de su habitación.

Sin borrar la sonrisa, salió de la habitación y bajó las escaleras rumbo al patio donde encontró a Draco agarrando una piedra aún más grande, que estaba segura iba a romper la ventana en pedacitos. Pero antes de que él pudiera aventarla, ella le gritó y él soltó la piedra y caminó hacia ella con un gesto no muy contento.

—Draco, gracias a Merlin que… —comenzó la joven y él le interrumpió.

—Nada de Draco. Dime por qué fuiste a reunirte con Weasley cuando claramente te dije que no lo hicieras —dijo reclamando, pero ella no borraba la sonrisa en su rostro—. Te dije que no quería que me protegieras. —Ella hacía caso omiso e intentó abrazarlo a lo que él se alejó enojado—. ¡No, no me toques!, estoy muy enojado contigo. —Hermione intentó no reír y ladeó la cabeza, inocente—. Y no me pongas esa cara, y tampoco te rías que esto no es gracioso. —La mujer seguía mirándolo fijamente ocultando su sonrisa—. No trates de ablandarme con esa carita de ángel, Hermione. Te lo advierto.

—Está bien —aceptó ella con simpleza.

Draco dejó salir un suspiro sintiendo como poco a poco lo estaba desarmando.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? —le dijo más calmado, miró a Hermione y negó con la cabeza—. ¡Hermione, ya basta! Deja de hacer eso.

Ella se alzó de hombros, inocente.

—No estoy haciendo nada.

—Estás aceptando todo sin decir nada y mira —la señaló— que me veas con esos ojos no me va a ablandar, ¿entendiste?

—Es verdad lo que dices, no tengo por qué negarlo. El hecho aquí es que te pude sacar de prisión —dijo orgullosa.

Él suspiró cansado y derrotado ante esa mirada inocente y llena de alegría que ella le dedicaba.

—Hermione, basta, no puedo molestarme contigo si me miras de esa manera. —Ella le sonrió y esperó unos segundos para hablar.

—¿Ya estás calmado?

—No, no lo estoy. Y después de esto no puedo vivir tranquilo ¿Cómo se supone que voy a estar en paz si tú vas y te metes en la boca del lobo?

Hermione avanzó un paso.

—¿Así que solo tú puedes poner tu vida en peligro por mí? Es mi vida a fin de cuentas, qué te importa —le contestó y él sonrió ligeramente.

—¡Ah!, así que estás dándome un poco de mi propia medicina. No trates de ser como yo, no lo hagas —le advirtió con firmeza y se acercó un poco más a ella y el coraje se había esfumado de su rostro.

Fugitiva : Evitando el Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora