Capítulo 5

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12/03/2020

Me desperté, sabía que era jueves y último día en el que madrugaría antes de empezar aquel puente. Deseaba y necesitaba salir un poco para pasarlo bien con mi amiga haciendo skate. En aquel curso con tantos trabajos apenas podíamos disfrutar de buenos planes como los de antes, pasar una tarde tranquila o incluso unos días de relax, sin pensar en nada ni en nadie.

Unos toques en la puerta de mi habitación me interrumpieron.

Buenos días doña. ¿Dormiste bien?

Fruncí el ceño sin entender el por qué de su repentina amabilidad e interés por mí.

¿Cómo? ¿Qué hora es?

Las 10.

Suspiré y volví a girarme para acostarme nuevamente hasta que procesé realmente aquel mensaje. Llegaba tarde a clase.

Me levanté rápidamente y empecé a prepararme, pero Quackity me paró, negando con la cabeza.

No te apresures. Al parecer suspendieron las clases.

Dirigí mi mirada hacia la suya para buscar el guiño que me confesara que aquello era una broma, mas no cambió de expresión. Hice una mueca de interrogación y él se volvió a acercar a mí, tomando mi mejilla con su cálida mano y haciendo suaves caricias sobre ella.

Anunciaron que a partir de hoy no se puede salir, los casos del virus ese están descontrolados.

No te creo, no puede ser...

Él me miro con una pequeña sonrisa lasciva que me costaría borrar de mi mente. Su mano bajó a mi muslo lentamente, quizás tratando de tranquilizarme o, en mi caso, todo lo contrario.

Pero ¿sabes qué? Está bien, no te preocupes, estaremos bien los dos juntos. Solos.

No sabía bien si aquello fue una confesión. Joder, lo parecía. Su actitud era muy diferente a que de normal, la situación era extraña y para variar estábamos en mi cama.

Tragué pesado cuando baje mi mirada a un bulto que estaba comenzando a crecer, también visible gracias a la fina tela de su pantalón. Noté mis mejillas arder y sentí algo nuevo hacia él.

Tengo que irme.

Me levanté apresurada dispuesta a ir al baño y ducharme, o más bien a escapar de esa extraña situación.
Cerré la puerta apoyándome en el lavabo con ambas manos a los lados, tratando de controlar la respiración.

Que cojones fue eso...

Mi cuerpo seguía sin entender aquel momento entre él y yo, el hecho de que supuestamente no se podía salir de casa y no tendría escapatoria de él estaba provocando en mí un sentimiento de nerviosismo, que podría confundirse dado que en el fondo era excitación. Una excitación lenta que poco a poco se iba apoderando de mí.

Su mirada todavía no se borraba de mi cabeza, seguía viéndolo, observando cómo me sonreía de aquella forma tan peculiar que parecía tener otras intenciones. Aquel bulto que poco a poco veía moverse notando hacerse más grande. Mi muslo aún se sentía cálido con la forma de su mano.

Levanté mi rostro hacia el espejo donde pude reconocer lo que me había provocado. Tenía ambas mejillas sonrojadas, mis pezones se notaban endurecidos a través de mi fina camiseta y notaba mi feminidad mojarse cada vez más.

Puto Alexis.

Sin estar aún muy segura me bajé los pantalones, sentándome en el inodoro. Mis manos comenzaron a acercarse a la marca imaginaria que Quackity había dejado anteriormente, a unos centímetros de mi feminidad, la cual ya se encontraba demasiado excitada. Froté mi clítoris con mis dedos de una forma lenta, sin prisa, quería que aquella ensoñación durase el máximo de tiempo que mi cuerpo me permitiese.

Su voz se hacia presente en aquella escena imaginaria, la cual decía palabras muy sucias que únicamente conseguían aumentar un placer infinito que sentía en ese momento.

Era una realidad que, por mucho que tratase de retenerme, podía conmigo y hacía que me costase el evitar gemir, era tal la sensación que los suspiros y gemidos salían sin miedo en un tono no muy alto, pero que desearía que el contrario no escuchase.

Y como si mi petición hubiese sido escuchada, la puerta del baño se abrió dejando ver a un Quackity lascivo entrar al habitáculo.

¿Me llamabas, cierto? Escuché que decías mi nombre en gemidos.

Aquella imagen en la cual el pelinegro se acercaba a mí parecía alejarse y volverse más borrosa. Perdí consciencia de aquella realidad cuando noté que estaba despertando de aquel sueño. Sin embargo, aquello no era lo peor, sino que aquella escena parecía repetirse de nuevo en el momento en que vi a Quackity sentado a mi lado viéndome algo sorprendido.

¿Qué fue lo que dijiste?

— ¿Cómo? —Me atreví a decir

—Te escuché gimiendo mi nombre.

Muy discretamente hice un carraspeo eliminando cualquier tipo de titubeo que pudiese delatarme ahí mismo.

¿Yo? ¿Tu nombre?

Creo que muchos Quackities en el mundo no hay.

Sentí una presión en el estómago, necesitaba cualquier excusa para salir de ahí. No era tan fácil cuando me miraba apenas a unos palmos de distancia.

Estaba soñando que me quitabas el móvil otra vez.

Él se acomodó en su sitio con una expresión de superioridad e interés dirigida a llevar todo ello a una única conclusión.

Llámalo así si gustas, pero sé que estabas teniendo un sueño húmedo, no es necesario que lo disimules.

Y como si de mil balas se tratasen, mi mente se quedó en blanco. Fruncí el ceño insegura a falta de palabras con las que intervenir, me había pillado.

—¿Viste?, después de encontrar tu punto débil, parece ser que conseguí que me obedezcas. Hace unos días te dije que soñaras conmigo y me obedeciste. —Me acarició la mejilla— Buena chica.

Alzó las cejas satisfecho, no comentó nada acerca de lo que podría haber ocurrido en el sueño y muy en el fondo agradecía el no tener que verme en esa situación. Una vez salió de mi habitación me sentí desfallecer, aquello sí que era la realidad.

Que puta vergüenza.

Con mi niñero en cuarentena [Quackity y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora