Quattro: Engaño

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Martes 16 de octubre de 2018

Fiorella


Abro los ojos, pero apenas lo hago quiero volver a cerrarlos. Es martes. Maldito martes. Es el día más pesado de la semana, al menos para mí.

Después del día en el que mi vida cambió para mal, mi padre se ha encargado de empeorarlo todo. No le basta solamente con culparme de lo que había ocurrido, sino que también se encargaría de volver mi vida un infierno. Destrozarla, así como según él, yo destrocé la suya.

Yo no debo estar en la escuela. Me la gané a pulso. Mi padre me había prohibido seguir en el primer año de preparatoria después de un arranque de ira. El segundo que tuvo, casi dos semanas después del funeral. Una semana después de que me diera la primera paliza.

—No vas a volver. Te vas a quedar aquí y te encargarás de mantener la casa impecable. —Su pie se estrella contra mi espalda y cuando me quiero alejar, me toma del cabello, impidiéndome moverme un solo centímetro —. Le quitaste la vida, y ahora yo voy a quitarte la tuya.

Perdí un año escolar gracias a eso. Un año en el que me esforcé en todo. Limpiando, lavando, organizando o haciendo las compras. Me convirtieron en la sirvienta. Si algo se ensuciaba, yo debía limpiarlo. Y más me valía hacerlo bien, porque si no, más golpes vendrían. Me costó mucho convencer a mi padre que me dejara inscribirme de nuevo. Fueron semanas de mucho rogar y soportar algunos golpes por insistir tanto. Hasta que no me quedó más remedio que utilizar mi última carta. Le inventé que habían llamado de la escuela. Se preguntaban por qué había dejado de ir, y que si todo estaba bien en mi casa. Yo sabía el qué no iba a dudar de lo que le estaba diciendo, porque había sido lo suficiente descuidado como para solo sacarme de la escuela sin aviso previo. No podría decir que la razón fue una mudanza, ni mucho menos porque me había cambiado de escuela, porque entonces pedirían papeles de comprobación, los cuales él no tenía. Sabía que, con una sola llamada, harían que Servicios Sociales viniera y con solo verme el rostro con marcas, empezarían a hacer preguntas que él no sabría responder.

Pero tampoco quería meterme en un problema mayor. Si Servicios Sociales venía y daban con lo que me estaba pasando, me sacarían de la casa por seguir siendo menor de edad y me enviarían a un orfanato. Pía era apenas legal en aquel tiempo, y no lo suficiente como para hacerse cargo de mí. Por lo que me quedaría sola, y por más mal que me trataran en casa, por lo menos tengo un techo y comida, que son más que suficiente.

Así que mientras mi padre meditaba qué hacer, yo rogaba porque accediera. Le pedí por lo menos terminar la preparatoria. Que no importara cuanta tarea tuviera o proyectos que entregar. La casa siempre estaría limpia. Es por eso que cada martes me encargaba de dar una limpieza exhaustiva. De arriba a abajo. Para así acortar el trabajo durante la semana. Solo eso, y después me quedaría en casa a servirles. —Sin saber que yo tenía planes de irme a la universidad con una beca. Instalándome en un dormitorio, estaría a salvo —. Cuando él me dijo que sí, solo pude ver una luz en el oscuro camino que recorría. Cada vez más cerca del final.

Fue un total alivio conocer a Amelie después de eso. Ha sido mi soporte estos últimos años, y no sé qué hubiera sido de mí sin ella.

Me remuevo en la cama, levantando las sábanas y haciendo el mayor esfuerzo por ponerme de pie.

¿Cuándo terminará esto?




(***)



Massimo "Secretos Y Oscuridad". (Familia Peligrosa I) // NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora