Otto: Ha Regresado

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Jueves 15 de noviembre de 2018

Fiorella


—Nunca había venido a tu casa.

Le abro paso a Cai para que entre. Mientras ella se queda contemplando la estancia, yo dejo las llaves junto a la puerta, y la guío a través del pasillo para llegar a las escaleras y subir a mi habitación.

—Es como cualquier otra casa.

Me giro hacia ella, encontrándola observando todo a su alrededor con mucho detenimiento, y a la vez una discreta sonrisa en su rostro.

—Sí, pero esta es tu casa —contesta. Yo me pierdo un poco en su explicación. Ella parece darse cuenta y continúa explicando —. A lo largo de mis años en internados casi no iba a las casas de mis compañeras, y a las que iba no parecían un hogar como tal. Eran como la mía. Sin padres esperándote al llegar o algún otro familiar que se alegre de verte. Solo las personas del servicio que ves más que a tu propia familia.

A pesar de la presión en mi pecho que crece cada que descubro algo triste de la vida de Cai, lo que más me duele es tener que contradecirla. Yo tampoco tengo una familia que esté feliz de que llegue a casa. Pero me lo guardo para mí y mi dolor interno. Lo mejor que se me ocurre es regalarle una sonrisa. Una real. Hacerla sentir bien.

—Mi casa es tu casa —le respondo con sinceridad.

Puedo notar como sus ojos brillan en realidad. Como si las estrellas se juntaran en ellos y le dejaran expresar lo bien que le ha sentado escuchar lo que le he dicho. A mí igual me ha hecho bien decírselo.

—De verdad, me sorprende que llevemos meses de conocernos y nunca haya venido. Considerando que tú has estado en mi casa cientos de veces.

—Pues ahora podrás venir las veces que quieras —esta vez me toca mentir. Espero que se le olvide o tendré que inventar un montón de excusas.

Nos habían dejado una tarea para la clase de Biología; un tremendo reporte de investigación que debe estar para dentro de dos días. La primera opción había sido ir a la casa de Cai, pero ella dijo que no sería posible debido a que están reparando algo en la cocina y no podríamos concentrarnos. Al principio se me hizo extraño. Su casa es una bendita mansión que recorre una cuadra entera. Dudo mucho que se llegue a escuchar algo hasta su habitación, pero aun así no insistí.

En otras circunstancias me habría negado rotundamente a que ella viniera a casa, pero hoy es día que mi padre se va al bar, y después de esperar varios días en la cocina por si Pía se aparecía, y darme cuenta de que no sería así, entendí que habíamos vuelto a la misma rutina donde los jueves serían mis "días libres". De todas formas, no pude evitar dejar la puerta de mi habitación entreabierta para poder escuchar si alguien llega.

—No puedo más —tiro mi libro al suelo. El agotamiento no me deja ni mover un músculo, si es que aún los tengo.

Nos pasamos toda la tarde adelantando el proyecto, y aún no sé cuánto es lo que llevamos. No puedo evitar sentirme avergonzada al recordar que cuando Cai quiso conectarse al internet, no pudo porque estaba cortado. Tuve que inventarle que había una falla y que ya habían llamado para arreglarlo, pero que aun así tardarían algunos días. Ella apenas rechistó cuando ya estaba sacando su teléfono y le pasaba internet a su computadora.

—Ya no siento mis dedos de tanto teclear, ¿segura que lo terminamos hoy? ―Se recoge el cabello en una coleta y se recarga contra mi cama. Frunzo el ceño al escucharla.

—Yo no te dije que lo terminaríamos hoy, loca. Ese era tu plan, pero te dije que lo descartáramos.

— ¿Ah sí? Lo siento, mi fase coordinadora y de mujer de negocios me hizo trabajar de más. —Se encoge de hombros. Sus ojos castaños me miran apenados —. Terminamos la primera mitad hace más de media hora. No sé si ya quieras descansar.

Massimo "Secretos Y Oscuridad". (Familia Peligrosa I) // NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora