Tre: Massimo

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Jueves 11 de octubre de 2018

Fiorella


—Vamos, Ella, el chofer ya está aquí. —Cailin me toma del brazo mientras atravesamos el estacionamiento.

La mochila casi se me cae del hombro. La miro confundida mientras me detengo.

— ¿Chofer? —pregunto.

—Oh, sí. —Sus mejillas se tiñen de rojo, como si fuera su culpa tener una buena posición económica. Me dedica una mirada apenada —. Es que mi hermano es algo sobreprotector y no quiere que esté sola por ahí.

Después de varias semanas, he logrado congeniar más con Cai. No es que puedo decir que somos amigas inseparables que van al baño juntas, pero hemos tenido avances.

Ahora mismo estoy yendo a su casa por primera vez. Debemos hacer un trabajo de Democracia que cuenta casi la mitad de la calificación final. Al principio no estaba muy segura de aceptar su invitación para realizar el proyecto en su casa, a pesar de que hoy mi padre llega tarde, y no cuento con que Pía llegue para comer, aun así, los nervios en mí son evidentes. Pero Cailin me aseguró que estaría en casa antes de la cena. Lo cual me dará tiempo para preparar algo rápido para mi padre cuando regrese del bar.

Sin poder alegar nada, dejo que me guíe hacia donde sea que su chofer nos espere. Estoy segura que mi reacción al ver el auto en el que han llegado por Cai es digna de una caricatura. Mi boca se abre al mismo tiempo que mis ojos, los cuales quieren salir de sus órbitas. Aun así, trato de disimular.

Una Range Rover blanca, —no sé describir nada más de lo que puedo reconocer en un auto —, está estacionada frente a nosotras. De ella, un chico que parece ser un poco mayor, vestido de uniforme se acerca y sonríe con educación. Tiene ojos oscuros y profundos, adornados con unas cejas espesas y un poco de barba muy bien afeitada. Es alto y fornido.

—Hola, señorita Cailin —saluda amablemente.

— ¿Qué tal, Franco? Ella es mi amiga Fiorella, nos acompañará hoy.

Estoy segura de que tiemblo un poco cuando su mirada se clava en mí. No estoy acostumbrada a estar cerca de chicos guapos. O que ellos me presten atención. Una expresión de desconcierto se forma en su rostro cuando le extiendo la mano, pero aun así la termina aceptando.

¿No se supone que deba hacer eso?

—Un gusto señorita —sonríe y yo se la devuelvo.

El camino a casa de Cai es algo largo. Ella vive en el Upper East Side, pero no en las casas que forman parte de un mismo vecindario. La suya está alejada de las demás ya que abarca varios terrenos. Según ella, su hermano compró toda una cuadra solo para demoler las casas y construir la suya. «Le gusta la privacidad», es todo lo que ella contestó cuando Amelie no paraba de hablar de lo asombroso que es el lugar donde vive la castaña. No sin antes estallar en preguntas sobre cómo había conseguido un permiso de construcción de esa manera, porque según la futura abogada que tengo como amiga, a menos que tengas muchas influencias, no puedes permitirte tal cosa. Eso me llevó a hacerme muchas preguntas. Cai habla muy poco de su hermano. Dice que es un hombre de negocios que se la pasa viajando. Para ser el presidente de una empresa de vinos, parece irle bastante bien como para poder comprar una cuadra entera en uno de los barrios más costosos de Nueva York.

Cuando llegamos, me queda claro que Amelie no estaba exagerando. Una mansión elegante e inmensa se muestra frente a nosotros conforme nos acercamos. Extensas bardas blancas se extienden alrededor de nosotros. El portón negro de la entrada se abre después de que Franco pasa por una caseta de vigilancia. Al mirar por la ventana, me doy cuenta de que el guardia no es de esos señores mayores con uniforme. Un hombre fornido —demasiado, diría yo—, de traje se encuentra en la cabina, atento de cada movimiento. Su hermano sí que debe ser importante.

Massimo "Secretos Y Oscuridad". (Familia Peligrosa I) // NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora