Trenta: Inseguridades

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Domingo 30 de diciembre de 2018.

Fiorella


Observo el vestido colgado en el closet y sonrío mientras paso mis dedos por la suave tela de este. La fiesta ya es mañana, y lo único en lo que pienso es que estaré rodeada de mafiosos y más personas peligrosas.

Mientras observo el vestido, no puedo negar que Cailin tiene un buen gusto por la moda. No importó que me negara a ir a la tienda a escoger mi vestido. La mujer tiene tanta persistencia que terminó trayendo la tienda aquí. Hombres y mujeres de las mejores boutiques de Nueva York se presentaron en la casa para mostrarnos sus mejores diseños. Mi boca apenas y podía mantenerse unida a mi mandíbula. No cabe duda que los D'Amico son unos necios incorregibles.

Así fue como Cailin, Laila, Vera y yo nos pasamos las próximas horas escogiendo vestidos. Estoy casi segura que la cuenta de Massimo aparecerá con varios números menos. Por un momento creí que se molestaría por el arrebato de su hermana, pero esta me cerró la boca al mostrarme una tarjeta negra que Massimo le había dado, y, citando, dijo que «no se le regresara si yo no había escogido mi vestido, o algo más, si eso es lo que yo quería.» Como dije, necios.

Pero si algo sé, es que, no importa cuantos vestidos pasasen frente a mí. Yo siempre he sido de un gusto fantasioso, inspirado por los cuentos de princesas; largos y brillantes. Así que encontrar el atuendo indicado no fue un problema para mí. Cuando tuve el vestido frente a mí, no tuve que mirarlo dos veces. Había quedado enamorada de él. Todavía lo estoy. Es sencillo, pero a la vez elegante. Al principio, dudé por lo revelador que es de la parte del frente, pero cuando Laila lo vio, me convenció de que lo llevara. Y ella me demostró que no acepta un no, por respuesta.

Cierro las puertas del clóset, y suelto un suspiro lleno de cansancio y pesadez. Lo único que me queda es esperar lo que el destino quiera que pase en esa fiesta. Solo espero que sea bueno.

La oscura noche me acompaña mientras me escabullo entre los pasillos de la casa. Casi es media noche, y posiblemente todos están dormidos ya, pero eso no detiene a cierto italiano, ensimismado en querer verme en la biblioteca.

Toda la cena se mantuvo ansioso y juguetón, dándome miradas lascivas y sonrisas coquetas. Afortunadamente, su padre no nos acompañó, porque de lo contrario, puede que las cosas se salieran de control.

Cierro la puerta detrás de mí, sintiendo escalofríos en mi nuca al notar que no hay nadie en la habitación. Las luces están encendidas, pero no hay rastro de Massimo. Estoy a punto de darme la vuelta y salir para ir a buscarlo a su habitación, cuando siento unas manos envolviéndose rápida y fuertemente en mi cintura, aprisionándome contra un cuerpo duro. Dejándome contra la puerta. La sonrisa lobuna de Massimo me da la bienvenida a un juego que tengo miedo de jugar.

― ¿Buscabas algo, Amore? ―su voz está enronquecida, causando que sus vibraciones enloquezcan mis sentidos.

Una vez me estabilizo, mi ceño se frunce, y trato de luchar para que me libere, pero fallo estrepitosamente. Sus brazos están adheridos a mi cuerpo, levantándome del suelo para que pueda quedar frente a él. Es jodidamente alto.

Baboso. No te rías de mí. De verdad me asustaste ―gruño con molestia. Él sigue sin soltarme ―, ¿Eres un vampiro acaso? ¿Cómo es que no te vi?

Una risa profunda sale de su pecho, hipnotizándome una vez más. Sus ojos se enfocan en mí, como si trataran de ver más allá. Massimo tiene una manera de intimidarme que pone mis vellos de punta. Es como si esperara encontrar todas las respuestas a las incógnitas de mis pensamientos. Es como si en verdad me conociera.

Massimo "Secretos Y Oscuridad". (Familia Peligrosa I) // NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora