Venticinque: En Tus Brazos Estoy A Salvo

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Miércoles 26 de diciembre de 2018

Massimo


— ¿Cómo van los preparativos para la fiesta? —Mi padre bebe de su vino mientras tiene tomada la mano de mi madre, quien presta atención a nuestra conversación.

Coloco el vaso con whisky en la mesa de centro, y me recargo en el respaldo del sillón, asintiendo hacia él.

—Con el poco tiempo que me diste, no podía hacer mucho —expreso con amargura, esperando que mi padre se ofenda, pero sé que mi comentario no causa nada en él —. Tuve que llamar a Laila para que se encargue, así que no tienes de qué preocuparte.

Solo recibo una señal de aprobación de su parte.

—¿Seguro que no debemos mantener un ojo en lo que esta niña vaya a planear? —Le da un trago a su bebida.

Laila LeBlanc es como otra hija para mi padre. Ella y Cai son su dolor de cabeza personal. Desde que Cai conoció a Vera, —la novia de Laila —, en la escuela, y esta nos presentó a la rubia, se han vuelto parte de la familia. Con una belleza espectacular y un cerebro infame, tiene una personalidad bastante extrovertida y descontrolada. Es el alma de toda fiesta, y un dolor de culo si se lo propone. Aunque es buena en lo que hace. Cuando comenzamos a conocernos mejor, me di cuenta de que es igual que yo. Con un pasado tormentoso y ganas de salir adelante en la vida, así no sea por el lado correcto. Ella y yo hemos hecho buenos negocios, unificando varias Organizaciones francesas con la Cosa Nostra.

—Laila podrá ser todo un terremoto, pero cuando se trata de trabajo es una profesional.

—Pero en crear caos —refuta —. No niego su buena mano en los eventos, pero tiende a salirse de lo convencional. Aún no podemos quitar la espada de la pared de mi despacho, después de que se le haya ocurrido jugar a los dardos —Se afloja un poco la corbata. Mi madre le da un ligero golpe en el hombro.

—Como si tú no hubieras hecho locuras en tu juventud, Carlo ¿Te recuerdo que el día que te dije que estaba embarazada de Massimo te pusiste como loco y le disparaste al techo?

— ¡Eh! Pero fue de felicidad. —Mi madre rueda los ojos.

—Pues tu felicidad acabó con mi candelabro favorito.

No digo ni una palabra ante la acalorada conversación que tienen estos dos. A pesar de mis diferencias con mi padre, no puedo negar que ama verdaderamente a mi madre. Cuando era pequeño, y me sentaba a leer en la sala, acompañado de mi madre quien se quedaba tejiendo a mi lado, era testigo de las veces que mi padre llegaba a casa, y apenas veía a mi madre, la tomaba de la mano y bailaban sin siquiera haber música. Cuando crecí, comprendí que la forma en la que él la miraba, era amor puro.

Cuando él tenía que irse por asuntos del "trabajo", regresaba a casa con grandes regalos para nosotros; joyas para mi madre, vestidos y muñecas para Cai, y libros para mí. Pero no importaba cuántos lujos le diera a mi madre, ella solo le pedía una sola cosa. Que, al día siguiente de su llegada, en su jardín estuviera plantado un nuevo terreno con flores distintas a las que ya tenía. Mi madre es amante de las flores, de todas ellas. Su casa está repleta de ellas y su jardín luce como un prado inmenso, lleno de flores de todos los colores.

Mi padre siempre ha procurado a mi madre y le demuestra su amor de todas las maneras posibles. Aprendí lo que era el amor gracias a ellos. —No el amor familiar, porque en eso tengo mucho que decir—, pero a pesar de ello, nunca me sentí merecedor de ello.

Hasta que ella me demostró que es real. Fiorella me enseñó que, en algún momento, en algún lugar, está esa persona que se robará tu corazón y te darás cuenta de que nunca te ha pertenecido, que siempre ha sido suyo. Y yo no puedo esperar a decirle que el mío ya no me pertenece.

Massimo "Secretos Y Oscuridad". (Familia Peligrosa I) // NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora