Ventisette: Cartas Sobre La Mesa

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Jueves 27 de diciembre de 2018

Fiorella


Antes creía que la familia lo era todo.

Estaba agradecida por los padres que me habían tocado, y la hermana con la que había convivido toda mi vida. Nunca renegué de ellos. Pude haber sido hija de unos adolescentes drogadictos o de unas personas horribles que no me quisieran para nada. En cambio, la vida me dio a Daniel, Marissa y Pía Brown. Hasta que la misma vida se encargó de llevarse a Marissa, dejando que Daniel y Pía me culparan de ello.

Sé que tengo que ver con la muerte de mi madre. Tal vez no directamente, pero si yo no le hubiera insistido en que pasara a recogerme, ella no habría salido, y por lo consecuente, estaría viva. Tengo su sangre en mis manos, y de eso no podré salvarme jamás.

Además, mi padre y hermana se encargaron de repetirlo cada día. ‹‹Hola, asesina››, ‹‹Eres la causante de que tu madre no esté con nosotros, tú la mataste››, ‹‹Debiste haber sido tú››. Cada una de sus palabras están grabadas en mi mente, como cicatrices marcadas en mi piel. Los golpes vinieron después. Creo que esa fue la única manera que tuvo mi padre para descargarse de todo el dolor y sufrimiento que sentía. Quería yo sintiera lo mismo, y que, por medio de las marcas, jamás se me olvidara. Pía era una cosa muy diferente. Eran contadas las veces que me golpeaba, y ni siquiera eran golpes como tal. Su especialidad eran las palabras. Me hacía sentir inferior, que supiera que no valía nada y que nadie iba a quererme si se enteraban de lo que yo había hecho. Hasta que terminé creyéndole. Me convencí de que jamás iba a encontrar la felicidad, y que no existiría nadie que quisiera estar a mi lado después de que le contara la verdad sobre mi pasado. Me resigné a la vida que estaba destinada a mí: servir a mi padre y hermana. Teniendo como esperanza, que algún día, cuando ellos se cansaran de mí, yo pudiera escapar. El sueño que tenía de ir a la universidad se veía lejano cada vez que mi padre no me daba dinero para la escuela, aunque tampoco es que me diera una gran cantidad, cuando mucho unos diez dólares, pero aprendí a administrarlos y dejarlos en un lugar secreto para que ellos no se dieran cuenta. Desafortunadamente el dinero se quedó en esa casa, y ahora no podré recuperarlo.

Se supone que tu familia debe protegerte, guiarte por el buen camino, y amarte por sobre todas las cosas. No te juzga ni te da la espalda. Pero lo que yo nunca vi es que ellos ya no son mi familia. Su amor murió junto con mi madre en ese auto estrellado en medio de la calle.

Es posible que jamás llegue a estar del todo bien. Un abuso se queda en ti para siempre. No importa cuán feliz seas, o cuantas personas te amen. Ese fragmento de oscuridad siempre estará adherido a ti, y te hará recordar, que por más que quieras ocultarlo, huir. No podrás. Porque no se puede huir de uno mismo, solo aprendes a vivir con lo que tienes, con lo que te queda para dar. Y es por eso que estoy dispuesta a luchar contra ello. Contra mí misma.

Si nunca llegas al suelo, jamás aprenderás a levantarte. Y es mejor dar un paso cuando sabes que no estás sola.

Amelie ha estado conmigo desde el comienzo de todo. Ella vio pasar todas mis etapas, y me apoyó cada vez que yo caí. Cada vez que yo me derrumbé, ella estuvo ahí para recoger cada uno de mis pedazos. Cuando se enteró de lo que mi familia me hacía, no dudó ni un segundo al decirme que los denunciara. Ofreciéndome su casa, comida y protección. A pesar de eso, me negué. No quería arrastrarla a mis problemas. En ese momento, yo me creía la única culpable. No tenía por qué recibir misericordia después de haberle arrebatado la vida a mi propia madre.

Aún sigo sin comprender cómo la vida me envió a Cailin después de todo lo que he hecho. Desde que nos conocimos no me ha dejado sola. Ni siquiera después de haber sido borde, ella siguió ahí, rompiendo la coraza dura, hasta que llegó al punto sensible. La verdadera Fiorella. Me rescató del oscuro lugar en el que me encontraba, y me hizo ver que existen corazones puros y sinceros. Los que perdonan después de tantos tropiezos. Vio lo mejor de mí cuando yo no podía hacerlo. Me aceptó después de que dudé de ella. No me juzgó, ni reprochó cuando me alejé al saber la verdad sobre su familia. Esperó hasta que fui capaz de volver a ella. Porque el amor más que poseer es libertad. Y no puedo dejar de lado, que, gracias a ella, encontré eso que jamás creí merecer.

Massimo "Secretos Y Oscuridad". (Familia Peligrosa I) // NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora