Dieci: ¿Y Ahora Qué?

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Lunes 19 de noviembre de 2018

Fiorella


Apenas fui consciente de haber llegado a la escuela.

Vago por los pasillos como si fuera un fantasma, —y probablemente no luzca muy diferente de uno —. Mi piel luce más pálida y con unas ojeras tan marcadas que asustan a cualquiera que me pase por enfrente. Apenas y pude pegar un ojo en lo que restó de la madrugada. Después de levantar a Cai y acompañarla a su habitación, yo me quedé dando vueltas en la cama por horas. Creo que solo dormí dos horas, porque antes de que fuera consciente de que cerré los ojos, los primeros rayos del sol me dieron en el rostro y me llamaron para despertarme. Yo solo quería meter mi cabeza bajo tierra.

Solo voy de aquí para allá, sintiendo a las personas pasar. Choco con algunas sin querer, ganándome algunos gruñidos y maldiciones de su parte. Yo apenas me inmuto.

Al dar vuelta en el pasillo, me golpeo con algo, —o alguien—, tan duro que termino en el suelo, sacándome de mi trance.

— ¡Lo siento! ¿Estás bien? —una voz masculina se dirige a mí.

Sobo mi cabeza, debido a que me he estrellado con el suelo firme. Cuando levanto la vista me topo con la última persona que creí hacerlo. Todas las maldiciones existentes me pasan por la cabeza al mirarlo.

—Estoy bien —le respondo. Aún siento la cabeza vibrar —. Solo fue un golpe inofensivo.

Me han dado peores.

Él me extiende su mano para poder ayudarme. Yo miro hacia los lados para ver si nadie más está presenciando nuestro espectáculo, lo último que quiero son chismes sobre mí y el capitán del equipo de futbol americano de la escuela. Afortunadamente solo hay unos cuantos chicos en el pasillo y todos están en sus propios asuntos. Tomo la mano que me ofrece y me levanta con cuidado. Cuando estoy de pie me mareo un poco, pero logro controlarme para no volver a dar al suelo.

— ¿Segura? Puedo acompañarte a la enfermería si quieres.

—Estoy bien —digo, sonando más brusca de lo que pretendo. Él hace una mueca, y yo termino negando con la cabeza —. Lo siento, no quise ser grosera.

—Todo bien. —Una sonrisa se forma en su rostro. La clase de sonrisa que da en los partidos a las chicas que están en primera fila para contemplarlo. La típica sonrisa de chico malo que atrapa a la chica inofensiva, solo para enredarla y romperle el corazón —. Beck Sanders. —Me saluda.

Frunzo el ceño.

—Lo sé. —Estúpida.

Él suelta una risa burlona. Profunda y vibrante.

—Así que, lo sabes.

—Eres nuestro mariscal de campo estrella. —Aclaro, bajándole los humos de superioridad —. Todo el mundo te conoce.

—Pero yo no te conozco a ti.

—No tienes por qué.

De nuevo, él luce confundido ante mi respuesta cortante. Sus ojos azules me miran. Él es encantador. Con esos ojos brillantes, y un cabello castaño, con el largo suficiente para moverse cuando corre por el campo en los partidos cuando se quita el casco. Él es como el sol; atrayente y brillante, pero si te acercas demasiado te quemará.

—Vamos en la misma escuela, en algún momento tuvimos que habernos topado. —Yo niego y me burlo de él para mis adentros.

—Vamos a la misma clase de matemáticas —le digo. Él se pone serio y la actitud de chico seguro de sí mismo se esfuma por un instante.

Massimo "Secretos Y Oscuridad". (Familia Peligrosa I) // NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora