Capítulo 10 - Una mujer

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Esa noche, o día, el no sabía ya que no tenía ni una puta ventana para poder saberlo, ella lo había drogado como los días anteriores.

Pero había algo diferente esa vez, él pudo darse cuenta rápidamente.

Ella estuvo un rato largo mamandosela, y cada vez que iba a venirse -como si supiera- se detenía. Era como tortura sexual.

—Por favor Adriana, basta— le suplicó en un momento —No lo soporto más...no sé que quieres...pero por favor detente...— le dijo gimiendo adolorido.

Ella lo miró y sonrió de forma macabra, tenía su pene en la mano y había estado lamiendo sus bolas hasta hacia un momento.

—Hoy es el día...— solo respondió ella.

Con lo poco de cordura que le quedaba, intentó convencerla de vuelta.

—Puedes ser mi hija Adriana, por favor no lo hagas...por favor...

—Cuando me dices que puedo ser tu hija, me pongo más caliente — le respondió ella con voz ronca y se incorporó.

Fue hasta una mesa que había cerca, tomó un pomo de lubricante, lo abrió y se colocó un poco en la vagina y y también se lo puso a él en la verga.

—Por favor, recapacita — repitió él, pero ella solo le frotó más el pene hasta que salieron gotas de líquido seminal y sonrió satisfecha.

Dejó el pomo en su lugar y volvió, se montó sobre él.

Con cuidado colocó su glande en la entrada de su vagina y empezó a bajar pausadamente.

Dante no pudo evitar gemir, pues nunca había estado en una vagina tan apretada como esa.

Adriana requirió de todo su autocontrol para seguir bajando sobre su verga y finalmente se sentó. Sintió como rasgó su himen y cerró los ojos con fuerza. Ya lo tenía dentro, pensó triunfante.

Esperó que su cuerpo se adaptara y comenzó a tocarse sus pechos.

Escuchó gemir a Dante y se sintió satisfecha.

Se inclinó con cuidado y le dijo cerca de los labios.

—El ajuste es perfecto 'papá', tu también lo sientes ¿no? — le dió un beso de lengua y comenzó a moverse.

Sintió que el también movía sus caderas.

— Oh sí, así, dale toda la leche a tu nena — ella comenzó a moverse más, y llevó un seno a los labios de Dante, que succionó su pezón con desesperación.

—Si, así...siiii — gruñó ella.

—Ay Adriana, maldita seas — gimió ronco él antes de venirse dentro de su matriz.

Cuando sintió el líquido caliente, siguió moviéndose hasta alcanzar su propio orgasmo y luego de llegar a su propio clímax, agotada se recostó sobre el pecho de él.

Acarició su barbilla rasposa. Ella le dejó una máquina eléctrica pero la barba le crecía rápidamente.

—Gracias 'papi', ahora me convertiste en toda una mujer...

LOCA POR MI PADRASTRO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora