Capítulo 28 - Extra

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Dante despertó casi sintiendo la inquietud de su esposa, abrió los ojos ligeramente, aún era temprano en la mañana. La abrazó por detrás, Adriana estaba sudada.

—¿Qué sucede, amore mio? — preguntó con preocupación.

— N… nada…— murmuró, aunque aún estaba nerviosa por lo que había estado soñando y también se sentía un poco culpable por ocultarle a Dante lo que estaba sucediendo con esa chica. Ya que no había secretos entre ellos de ningún tipo, bueno al menos hasta ese momento.

Su relación, de alguna manera casi natural, se había vuelto más íntima y aunque solo llevaban compartiendo sus vidas diarias unos pocos años, parecía que había pasado mucho más tiempo desde que estaban juntos. Como toda una vida.

Para Dante, no era diferente que para ella, y en ese tiempo había llegado a conocer muy bien a su esposa, por eso sabía que algo la estaba molestando, ¿tal vez algo sobre la niñera?, pensó él.

Comenzó a besar el hombro de su esposa y ella se volteó. Se quitaron la ropa como dos adolescentes cachondos y comenzaron a tocarse… se besaron como los amantes apasionados que eran y él la penetró mientras chupaba desesperadamente sus pechos, succionando su leche y ella arqueaba la cabeza mientras envolvía sus piernas delgadas alrededor de la cintura de él.

Dante la sentó encima de él e hicieron el amor apasionadamente, y cuando Adriana estaba exhausta del orgasmo, entre sus brazos, la arrastró a la cama, la acostó suavemente allí, sobre él y acarició su cabello sudado que se pegaba a su frente, sus mejillas, y la observó intensamente mientras se encontraba recostaba sobre él.

La morena lucía satisfecha y contenta incluso en la tenue luz de la habitación.

Con un suspiro, ella abrazó su cuello.

— Podría quedarme aquí para siempre, en tus brazos — murmuró él con una sonrisa.

Él retiró suavemente sus brazos de su cuello, la quitó de sí y se volteó, culpable, dándole la espalda.

Poco después, sintió sus pezones presionados contra su espalda y de repente sus brazos delgados lo rodearon.

— ¿Qué sucede, amore? — preguntó Adriana, preocupada.

El hombre musculoso se volteó en sus brazos, la miró tiernamente y acarició su mejilla con su mano.

—Siento culpa por dejarte, al ir a Londres — finalmente le dijo, con un toque de angustia en su voz.

Por un momento, ella sonrió perpleja.

— Pero pensé que eso era lo que querías…— murmuró encogiéndose de hombros con indiferencia, y él casi gimió… de impotencia.

— Lo sé, es bueno para ambos, para nuestra familia… pero no quiero irme, no sin ti…— le dijo y la abrazó.

Ella le correspondió y besó su cuello.

— Están sucediendo muchas cosas, pero es lo mejor para la familia, y cuando todo se resuelva, si es necesario, nos estableceremos allí— dijo la mujer. Aunque la idea de establecerse en Londres y dejar Italia no le agradaba mucho, y como si hubiera leído su mente, él respondió.

— Bueno, hace un rato me dijiste lo contrario… que no querrías vivir allí ni por todo el oro del mundo, excepto para ir de vacaciones de vez en cuando…— contestó, sonriendo él.

— Lo haría por ti, papi… solo por ti… porque no quiero verte triste sin mí y los niños…— afirmó ella.

Él suspiró y le dio un dulce beso en los labios…

LOCA POR MI PADRASTRO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora