11. Condenando el futuro

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"Cuando decimos que todo tiempo pasado fue mejor, condenamos el futuro sin conocerlo" Francisco De Quevedo

Era domingo y el sol apenas despuntaba; pero Ji Hu no podía seguir durmiendo. Había pasado la mayor parte de la noche dando vueltas en su cama solitaria, frustrado, casi atormentado. Se había repetido hasta el cansancio que no sentía nada por Yun Seo; pero después de cuatro meses, continuaba recordándola. La clínica no era lo mismo sin ella. Extrañaba hasta las pinturas que tenía colgadas sobre la pared.

Quería llegar a la clínica y encontrarla en la recepción, recibiéndolo con una sonrisa, o algún presente. Abrió una de las gavetas de su mesita de noche y sacó un osito con bata de médico que ella le había regalado.

Suspiró frustrado. La quería de vuelta en su vida.

Aclarados sus sentimientos por Jin Hee, podía ver claramente, lo importante que era Yun Seo en su vida, y lo ciego que había estado.

Se puso de pie abruptamente, y llamó a Woo Bin.

—Necesito un favor.

Pero... la voz al otro lado de la línea no era la de su amigo.

—Un momento —dijo una voz femenina—. Woo Bin, te llaman, creo que es uno de tus amigos.

—¿Por qué contestaste?

Ji Hu podía escuchar la conversación.

—Lo siento mucho —se disculpó la chica—, lo hice sin pensar.

Woo Bin tomó el teléfono.

—¿Si? —su tono era nervioso.

—¿Qué diablos estás haciendo? —Ji Hu fue directo al grano.

Hubo una pausa mientras Woo Bin se alejaba de la chica.

—No es lo que crees.

—Apenas son las seis de la mañana y una mujer que no es tu esposa, contesta tu celular, ¿Qué más puede ser?

—Te lo explicaré después.

—No es a mí a quien debes las explicaciones.

—¿Me llamaste para sermonearme?

—Te llamé para... ¡Ya no importa! 

Ji Hu cerró el teléfono, estaba molesto. Sabía que tarde o temprano, Woo Bin terminaría arrepintiéndose de la estupidez que estaba cometiendo. Si perdía a Jin Hee lo iba a lamentar, lo iba a lamentar por el resto de su vida. Lo sabía por su experiencia con Jan Di. Pero, no volvería a cometer el mismo error. ¡Buscaría a Yun Seo!

Empezó por su antigua dirección. Había pensado que alguien podría darle alguna razón de su paradero; pero ella se había marchado sin decir a donde iba, y a sus vecinos no les había interesado preguntar.

Había llegado a un callejón sin salida.

Afortunadamente, cuando estaba a punto de marcharse, una de las vecinas que había interrogado, le entregó una nota.

Era la dirección de un negocio de mudanzas.

—Pregunte por Shin Dong Gun.

— ¿Shin Dong Gun?

—Sí, él fue quien hizo la mudanza.

¡Otra pista que seguir!

Por desgracia, era domingo y el local estaba cerrado. Pero, no estaba dispuesto a darse por vencido tan fácilmente. Averiguaría la dirección de Shin Dong Gun.

Y lo hizo.

Vivía a unas cuantas cuadras de allí.

Así, un par de horas después, estaba en el nuevo vecindario de Yun Seo. Pero, lo que encontró lo dejó sorprendido, desagradablemente sorprendido. El vecindario era sumamente humilde. Una fila de casuchas, a lo largo de una interminable escalera. ¡No podía creer que Yun Seo viviera en un lugar como ese! Techos oxidados, paredes sucias, tendederos de ropa.

Ese era el panorama.

Era peor que el edificio donde había llegado a vivir Jan Di.

Mucho peor.

Subió escalón por escalón hasta llegar a su casa. No era mejor que las demás. Tenía el mismo aspecto deprimente.

Se sentó en uno de los escalones.

Le dolió saber que Yun Seo y sus hermanas vivían de aquella manera. Tal vez por su culpa.

Pero... rectificaría las cosas.

—Están en el puesto —le informó un anciano, cuando lo vio insistiendo en su puerta—. En el mercado.

¿En el mercado?

Al principio Ji Hu pensó que se trataba de un error. A pesar de sus orígenes humildes, Yun Seo era una chica demasiado delicada para trabajar en un lugar así. Pero, después de recorrer la mitad del mercado, la visualizó a unos pocos metros de distancia, detrás de un kiosco de verduras.

Sus hermanas estaban con ella.

—Debo irme _informó Woo Bin a Hyu Sun, en cuanto Ji Hu cerró el teléfono—. Pero no te preocupes, dejaré algunos hombres custodiando el edificio. En cuanto a tu deuda, veré que el Director Lee la cancele en su totalidad. Después de eso, no tendrás porque preocuparte.

Luego se dirigió hacia la puerta, decidido a marcharse; pero ella lo detuvo. Deseaba alargar ese momento al máximo.

—¡Gracias! —exclamó, aferrándose a él... Quería sentir su olor, su piel—, sabía que podía contar contigo —continuó—. Y aunque sé que es mucho dinero, veré la manera de devolvértelo.

—Ya te dije que no es necesario —respondió Woo Bin, separándose de ella—. Tenerla cerca casi le quemaba la piel.

Los recuerdos seguían siendo dolorosos.

—Al menos —ahora Hye Sun tomó su mano—, permite que haga algo por ti. Lo que sea...

Él no dijo nada, liberó su mano y se marchó.

Cuando salió del edificio, el sol ya estaba en lo alto. Ahora debía ir a casa y mentirle a Jin Hee. No podía decirle que había pasado la noche en el departamento de su ex novia.

¡Jamás creería que no pasó nada!

Y como andaban las cosas, era mejor inventar una buena excusa.

Abrió la puerta del dormitorio con sumo cuidado... temeroso de lo que pudiera esperarle. No le había avisado que dormiría fuera, así que Jin Hee tenía todo el derecho de estar molesta.

Pero, para su sorpresa, ella no le reprochó nada. En cuanto lo vio atravesar la puerta corrió a él y lo abrazó.

Hacía tanto que no tenían ningún tipo de acercamiento, que este fue un momento muy emotivo para ambos.

—Pensé que tal vez te habría ocurrido algo —Jin Hee se separó de él para observarlo—. ¿Por qué no llamaste?

—Lo siento... pero tuve que solucionar un problema en uno de nuestros clubes. Nada de cuidado, pero me tomó más tiempo del que esperaba. Luego... Bueno, luego ya no quise despertarte.

Jin Hee no quería saber si estaba mintiendo. Durante la noche, su mayor temor fue que no regresase jamás, que la hubiese abandonado. Y ahora que estaba de regreso en casa, simplemente, no podía pensar en nada más.

Estaba feliz.

Woo Bin volvió a abrazarla con la esperanza de que le permitiese ir más allá. Hacía tanto que no hacían el amor, y hoy más que nunca, quería tenerla entre sus brazos.

En verdad la necesitaba.

En el fondo no quería vivir un matrimonio de apariencia. Realmente quería ser feliz a su lado. "Si tan solo volviera a ser la misma" Pensaba, mientras la apretaba contra su pecho.

—Jin Hee... —susurró en su oído—. Déjame hacerte el amor.

Ella asintió... Aunque había estado distante, extrañaba estar entre sus brazos, sentir sus caricias y sus besos.

Era lunes y aunque Woo Bin tenía una agenda apretada, canceló todos sus compromisos sin dudarlo. Finalmente, Jin Hee dejaba de lado su hermetismo y debía aprovechar al máximo cada minuto.

Metió las manos debajo de su pequeño camisón, y la despojó de sus interiores. No hubo preámbulo. Un instante después, estaba dentro de ella, amándola con desesperación, susurrando su nombre, besando su boca, mordiendo sus labios... Todo, casi a un mismo tiempo.

Cuando se separaron, Jin Hee podía ver el pecho de Woo Bin subiendo y bajando agitadamente, mientras su respiración recuperaba su ritmo normal con bastante dificultad.

—Te extrañé —susurró él, acercándose para abrazarla—. Realmente te extrañé... No te vuelvas a alejar de mí —la besó en la frente.

Algunas horas después, Jin Hee alargaba su mano para alcanzar su bata, y salió de la cama enfundándose en ella. Literalmente, ella y Woo Bin habían pasado el día haciendo el amor y ahora, él estaba profundamente dormido. Así que era un buen momento para deshacerse de las píldoras anticonceptivas. No quería que Woo Bin supiera que de las veintiocho correspondientes al último mes, apenas había tomado cinco.

Se llevó las manos al vientre y sonrió emocionada ante la idea de un bebé. Tal vez... una nueva vida se estaba iniciando. La sola idea de un bebé de Woo Bin creciendo dentro de ella la llenaba de alegría, de esperanza...

Hasta podía imaginar su corazoncito latiendo por primera vez.

Ese lunes Ji Hu no fue a trabajar. Llamó a Jan Di para que se encargara de la clínica. Era la primera vez en mucho tiempo que hacía algo así. Se tomaba el bienestar de sus pacientes muy en serio; pero, su encuentro con Yun Seo lo había dejado bastante deprimido.

Una vez más, descubría sus sentimientos demasiado tarde.

Cuando se había acercado para saludar a Yun Seo, se percató de algo que a la distancia, no había sido capaz de ver.

Un anillo de matrimonio.

—¿Te casaste?

Estaba demasiado sorprendido para actuar con diplomacia.

—Sí —intervino una de las hermanas de Yun Seo—. Mi unnie se casó.

Yun Seo la miró sorprendida; pero la chiquilla continuó.

—Además, pronto habrá un nuevo miembro en la familia.

Ji Hu bajó la mirada hacia el vientre de Yun Seo... y por lo pronunciado de este, era bastante obvio que su hermana decía la verdad.

—Estás... ¿embarazada?

Yun Seo miró a Ji Hye, y le ordenó encargarse del puesto.

Debía hablar a solas con él.

—Veo que no perdiste el tiempo —soltó Ji Hu, en cuanto se alejaron.

Estaba dolido.

—¿Qué dices? —ella no podía creer lo que escuchaba.

—Sí —continuó él, cegado por los celos—. Veo que me remplazaste rápidamente.

Hubo un breve silencio, antes de que Yun Seo reaccionara.

—¿Crees que tienes el derecho de hablarme así?

Ji Hu cerró los ojos. Ella tenía razón, no tenía derecho de hablarle de aquella manera. No, cuando había sido precisamente él, quien la sacara de su vida. Y lo había hecho, de la manera menos diplomática posible.

Estaba arrepentido; pero ya era tarde.

Yun Seo había hecho su vida con otra persona.

—Lo siento mucho —se disculpó—. No debí venir.

—Sí, no debiste venir.

Hye Sun tenía una fotografía de Song Woo Bin en su mano. La única que conservaba luego de su ruptura. Después de su último encuentro, estaba más decidida que nunca, a continuar con sus planes.

No había un día en que no se reprochara el haber sido tan cobarde. Estaba segura, que de haberle confesado la verdad a Woo Bin, él la hubiese respaldado... Habrían luchado juntos.

Pero, si no luchó en aquel momento, lo haría ahora.

Esa fue la razón para aparecerse en la iglesia el día de la ceremonia. Sin embargo, la expresión de alegría en el rostro de Woo Bin, fue como una bofetada. Que él sentía algo por aquella chica, era evidente.

Ella lo conocía mejor que nadie.

Por esa misma razón, el hecho de que hubiese pasado la noche en su departamento, dispuesto a protegerla, indicaba que aun tenía sentimientos muy fuertes por ella. Pero no fue hasta la muerte de su madre, que encontró una excusa para volver a acercarse a él.

Su fallecimiento no pudo ser más providencial.

Estaba triste; pero como hacía tiempo que estaban distanciadas, el golpe no fue demasiado profundo. No obstante, le serviría para acercarse a Woo Bin. Buscaría su consuelo.

Lo abordó ese mismo día, en el estacionamiento de Construcciones II Shin, justo cuando él estaba por abrir la puerta de su auto.

No dijo nada, simplemente, se lanzó a sus brazos.

—¡Hye Sun! —él estaba sorprendido—. ¿Qué... sucede?

Ella lloraba.

—Se que no tengo derecho a recurrir a ti; pero no pude pensar en nadie más... Woo Bin... es mi madre... ¡Ha muerto...! ¡Mi madre ha muerto!

Hablaba entre lágrimas.

Woo Bin abrió los ojos, sorprendido. No tenía idea de que decir. Acababa de salir de una junta y ella lo había tomado por sorpresa.

—¿Necesitas dinero? —no pensó en otra cosa.

Ella se alejó de él.

—No, no se trata de dinero —dijo Hye Sun, mirándolo a los ojos—. Se trata de nosotros... de ti... Te necesito a ti.

Él desvió la mirada. Sabía que debía alejarse de allí; pero no lo hizo.

No soportaba verla frágil y vulnerable.

Hye Sun notó su debilidad e insistió. Un minuto después, ocupaba el lugar del pasajero, mientras él conducía hacia su departamento, olvidándose por completo, que Jin Hee lo esperaba en la mesa de un restaurante.

Justo aquel día, cumplían seis meses de matrimonio.

El príncipe de la mafia/Boys Over FlowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora