31 Marcado

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Woo Bin bajó del jet privado con pasos decididos, ajustándose la chaqueta negra sobre su camisa de lino. El calor sofocante de Tailandia lo envolvió de inmediato, pero su mente estaba muy lejos de preocuparse por el clima. Sus ojos, ocultos tras unas gafas de sol oscuras, se enfocaron en la figura de tres hombres que lo esperaban junto a un sedán negro. El líder de su equipo en Tailandia, Phan, se adelantó a saludarlo con una leve inclinación de cabeza.

—Jefe, todo está listo. Tenemos la información que pidió —dijo Phan, con la seriedad que siempre lo caracterizaba.

Woo Bin asintió brevemente y caminó hacia el auto. No había tiempo que perder. Mientras subía al asiento trasero, Phan y los otros dos hombres lo siguieron rápidamente, cerrando las puertas tras ellos. El motor rugió suavemente cuando el conductor arrancó, llevándolos a través de las abarrotadas calles de Bangkok.

—¿Qué tenemos hasta ahora? —preguntó Woo Bin, sacándose las gafas de sol y mirando directamente a Phan.

Phan abrió un pequeño maletín y sacó un dossier con varias fotos. Las imágenes mostraban un complejo en las afueras de la ciudad.

—La última ubicación confirmada de su esposa, es este club exclusivo, pertenece  a la triada y lo maneja Kampol Kamolvisit. El lugar está bien protegido, pero hemos identificado posibles puntos de entrada. Sin embargo, hay un problema—añadió, pasando las fotos a Woo Bin.

—¿Qué problema? —dijo Woo Bin, frunciendo el ceño. 

Phan vaciló por un momento antes de responder.

—TaeSung. Tenemos informes de que ha estado vigilando de cerca las transacciones y movimientos de este hombre. Podría estar esperando el momento para tomar acción o simplemente para asegurarse de que su plan salga como quiere. 

El nombre de TaeSung hizo que la mandíbula de Woo Bin se tensara. Ese malnacido había cruzado demasiadas líneas, y ahora todo era personal. Y aunque TaeSung era peligroso, Kampol y sus hombres de la triada lo eran mucho más. Sabía que enfrentarse a ellos no sería sencillo. La triada no perdonaba las interferencias en sus negocios, y si algo salía mal, ni siquiera el poder y la influencia de la familia Song serían suficientes para salvarlo a él o a Jin Hee.

—Que lo intente —respondió Woo Bin en un tono frío, observando las fotos. Su mirada se detuvo en una en particular: la entrada trasera del complejo.—Nos infiltraremos por aquí —dijo, señalando la foto—. No quiero un ataque frontal que pueda poner en peligro a mi esposa. Necesito que esta operación sea rápida y limpia.

Phan asintió. 

—Tenemos a nuestros hombres listos en el perímetro. Ya sabemos quiénes están trabajando en seguridad dentro del club, algunos pueden ser sobornados. No sabemos exactamente en qué condiciones está su esposa. Pero, Niran Wongsawat ganó un poco de tiempo reservando el fin de semana. Sin embargo, una vez dentro, perdimos todo contacto externo. 

Woo Bin apartó la vista, controlando el torbellino de emociones que lo recorría. La posibilidad de encontrar a Jin Hee herida o peor lo perturbaba, pero no podía permitirse perder el control.

—La encontraremos —afirmó, más para sí mismo que para los demás—. Y si TaeSung aparece, lo eliminaremos. No habrá segundas oportunidades para él. 

 Phan asintió de nuevo, su rostro imperturbable. Sabía lo que significaba ese tono: 

TaeSung estaba marcado, y nadie marcado por la organización sale con vida. El coche se deslizó entre las sombras de los altos edificios, mientras la tensión en el aire aumentaba. Todo estaba a punto de comenzar.

Jin Hee finalmente logró dormir, como no lo hacía desde su secuestro. Su cuerpo descansaba sobre la cama, mientras Niran la vigilaba desde un sillón cercano, su mirada fija en la puerta, custodiando su sueño con la misma atención que dedicaba a cada misión. 

El príncipe de la mafia/Boys Over FlowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora