13. Decisiones

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"Medita lo que vayas a hacer, y no te arrepentirás de lo que hayas hecho." Anónimo.

Decisiones equivocadas

Nueva Caledonia/Siete meses antes

Verdad o desafío...

Ji Hu suspiró frustrado. El desarrollo del juego le resultó desagradable. En especial, por la pregunta que le hiciera Yi Jeong a Jun Pyo.

¿Cuándo perdiste la virginidad? Odió ese momento. Desafío, dijo Jun Pyo.

Él sabía la razón y le dolía en su corazón imaginarlo con Jan Di. Eso era difícil. Y para colmo, no podía sacarse de la cabeza a la prometida de Woo Bin. Su único momento de felicidad fue cuando ésta cayó sobre sus piernas. Sonrió al recordar la escena.

Jin Hee. En lo poco que había observado, ella poseía lo mejor de las dos mujeres que había amado. Hermosa y femenina como Min Seo Hyun; pero con la misma energía que Jan Di. Desgraciadamente, el destino la había puesto en el camino de Woo Bin y no en el suyo. Tenía que meterse eso en la cabeza. Ella misma había confesado que se casaba por amor. Buscó su foto en el celular con intención de eliminarla, pero no fue capaz. Lo haría después.

Salió de la cabaña y se dirigió al bar. Quería beber algo fuerte, algo que le hiciera olvidar a Jan Di. Había visto el deseo en los ojos de Jun Pyo, y ansiaba borrar eso de su mente.

Una hora después, estaba lo suficientemente ebrio como para acordarse hasta de su propio nombre. Regresó a la cabaña y se lanzó de lleno sobre la cama... Yun Seo descansaba en el saloncito de al lado. Había acomodado unas colchas en el piso. Como lo notó distante durante el día, creyó conveniente no incomodarlo con su presencia. Pero, cuando lo escuchó chocar contra los muebles, se asomó a la puerta para comprobar que se hallaba bien. Lo descubrió tendido sobre la cama, boca abajo, respirando con dificultad.

—¿Ji Hu-sshi? —murmuró, acercándose con sigilo.

La falta de respuesta la impulsó a tocarle el hombro.

—¿Ji Hu-sshi... estás bien?

Ji Hu hizo un sonido lastimero y se dio la vuelta. No estaba en el mejor de los estados; pero en términos generales... estaba bien.

—Solo estás ebrio —acertó a decir Yun Seo, antes de que éste la tomara por un brazo.

—¿Quieres quedarte? —dijo Ji Hu con voz ronca...

La joven se libró rápidamente y regresó al saloncito. No iba a entregársele a mitad de una borrachera. Tomó su colcha y se arropó. Hablarían mañana.

Minutos después, sintió un cuerpo masculino sobre el suyo.

—Te necesito —era la voz de Ji Hu.

—Ji Hu-sshi...! —él acalló su voz con un beso, que ella respondió con ternura.

Yun Seo abrió los ojos, sorprendida por la húmeda intromisión de su lengua y la fuerte opresión que ejercía sobre su cuerpo.

—¿Qué haces? —se quejó, apartándolo con determinación. Luego encendió una lámpara. Creyó que un poco de luz lo ahuyentaría. Pero el alcohol no solo lo había desinhibido, sino que había despertado deseos, por mucho tiempo reprimidos.

No era el Ji Hu que conocía, siempre en control, siempre en calma.

La tomó por la cintura y la apretó contra su cuerpo, al tiempo que se apoderaba de su boca en un beso largo y profundo. Ella permaneció inmóvil ante su avance, no era el momento pero tampoco podía decirle que no. Ji Hu la despojó de su bata con facilidad y la guio hasta las colchas donde ella se dejó tumbar... Él continuó besándola, tentándola con sus caricias, con sus manos intrusivas. Lo siguiente sucedió casi sin que se diera cuenta, su mente no lo procesó hasta que un dolor agudo se apoderó de todo su ser. Fue hasta entonces, que estuvo enteramente consciente de lo que estaba sucediendo. Estaban haciendo el amor, JiHu le había quitado su virginidad, ahora era suya.

Él estaba sumido en un estado de total inconsciencia. El alcohol lo había llevado a su condición más primitiva y actuaba por puro instinto. Buscando su propio placer, ignoraba el repentino dolor femenino por esa primera vez. La sentía quejarse de dolor debajo de su cuerpo... pero el éxtasis crecía. Era una sensación que no podía resistir ni negar. De pronto, su mente se liberó de todo escrúpulo e intensificó sus movimientos, ella del dolor fue pasando al placer... No era como lo había soñado, pero lo precisaba tanto como respirar. Buscó su boca y su cuerpo, se sintió perdida entre sus brazos hasta que se quedó quieta. Finalmente, él dejó escapar un último suspiro, y se separó de ella. No hubo besos, caricias, ni abrazos. Simplemente recogió su ropa y salió de la habitación.

Una honda aflicción se adueñó de Yun Seo... Había sido utilizada como un objeto. Aunque, en el estado en el que se encontraba Ji Hu, no podía culparlo. Sin embargo... aquello terminó de un modo tan frío que el vacío se le hizo inmenso.

Al día siguiente, Ji Hu despertó en el piso del baño... Al parecer, se había duchado y quedado dormido en el piso junto al inodoro. Logró ponerse de pie, la cabeza le daba vueltas. De lo sucedido con Yun Seo, no recordaba nada. Tenía una severa laguna mental, inducida probablemente, por su falta de tolerancia al alcohol. Bebí demasiado, se dijo a sí mismo, llevándose una mano a la sien. También le dolía la cabeza. Tomó un analgésico y se fur a la cama.

"Querido Woo Bin...

Cuando mi padre me comunicó lo de nuestro compromiso, idee mil maneras de deshacerlo. Y es que a los dieciocho, tienes otras cosas en mente. Sin embargo, cuando estuvimos frente a frente y nuestros ojos se encontraron por primera vez, fue en ese preciso instante que empecé a quererte. Y hoy, sin ninguna duda, puedo decirte que te amo.

Tuya, Choi Jin Hee".

—¡No... no puedo darle esto! —exclamó, arrugando la nota.

Era la sexta que escribía... y decía exactamente lo mismo que las cinco anteriores. Por más que lo intentaba, no conseguía escribir otra cosa. Así que a la final, la reescribió por séptima vez, la metió en un sobre y bajó las escaleras corriendo. Lo había escuchado estacionarse frente a la casa y quería recibirlo en el portal. Pero, en cuanto lo vio, supo que algo malo sucedía. Se había acercado para abrazarlo y él colocó las maletas entre ambos con disimulo.

Jin Hee sonrió nerviosamente.

—¿Cómo... te fue en Japón?

—Bien —respondió Woo Bin, esquivando su mirada. Y aunque uno de los criados tomó las maletas, él no hizo ningún intento por acercársele.

Estaba completamente distante. Ni siquiera había notado lo mucho que se había arreglado.

—¿Quieres cenar? —preguntó ella, en cuanto entraron a la casa.

Él se aflojó la corbata y se sentó en un sillón cercano.

—No, gracias... comí en el camino.

Jin Hee se dirigió a las criadas discretamente, y les hizo indicó que recogiesen la mesa. No quería que Woo Bin se enterase que había mandado a preparar una cena especial. Ya no tenía sentido.

—Woo Bin —ahora se dirigió a él—, ¿qué sucede?

Él suspiró profundamente.

—Jin Hee —dijo en tono grave—, será mejor que hablemos.

Jin Hee no supo si fueron las palabras o algo en su tono, pero de inmediato supo que no le iba a gustar lo que tenía que decirle. Tomó asiento atenta a sus palabra, pero con el miedo latente en sus ojos de niña.

—Te escucho —dijo con una mano sobre su regazo.

Él no sabía cómo empezar, mucho menos qué decir... porque dijese lo que dijese, iba a romperle el corazón... Le dolía hacerlo, pero era mejor ahora que en un futuro. La verdad es que jamás debió haberse casado con ella, cuando sus sentimientos por HyeSun estaban tan arraigados en su corazón.

—Me duele tener que hacer esto.

Un frío agudo atravesó el corazón de Jin Hee.

—Woo Bin... no lo hagas —dijo ella clavando la mirada en el suelo.

Sus ojos empezaron a nublarse.

—Jin Hee... no llores —suplicó él, arrodillándose a sus pies—, no valgo la pena...

—¿Es el final? —su voz se quebraba—. ¿Eso intentas decirme?

—Sí —él bajó la cabeza—. Perdóname, pero... quiero el divorcio, este matrimonio fue un error.

Pasaron algunos minutos antes de que Jin Hee asimilase lo que estaba escuchando. Jamás habría imaginado que él podría decirle algo así con tanta frialdad.

—De verdad que lo siento —agregó él, al notar la desolación de su rostro—. Realmente lo siento. Lo último que quería en este mundo era hacerte daño... Pero si continuamos, al final las cosas resultaran peor. Lo mejor es terminar ahora, que no hay niños de por medio. Sé que no tengo disculpa; pero la verdad es que jamás debí aceptar este matrimonio sabiendo que... sabiendo que...

Jin Hee luchaba por mantenerse serena.

—¿Sabiendo que amas a otra mujer?

—Sí —aceptó Woo Bin—. Lo siento mucho, pero esa es la realidad.

Jin Hee cerró los ojos para contener las lágrimas.

—Y... ¿esa otra mujer estuvo contigo en Japón?

Necesitaba escucharlo, aunque ya sabía la respuesta.

—No hubo ningún viaje a Japón —confesó Woo Bin, poniéndose de pie—. Estaba con ella... aquí en Corea. Japón fue un excusa.

No quería mirarla a los ojos. Era la primera vez en toda su vida, que se avergonzaba de haber sido infiel.

—No digas más —declaró Jin Hee con toda dignidad—. Si es así, no tiene sentido seguir con esta conversación. Que tus abogados se contacten con los de mi padre, te daré el divorcio. Ahora soy yo quien no quiere seguir casada contigo. Me iré ahora mismo de esta casa.

Woo Bin la detuvo.

—No es necesario que te vayas. Yo iré a un hotel, mientras consigo departamento.

—Si quieres irte —dijo ella, señalando la puerta—, vete ya. Pero, yo tampoco me quedaré en esta casa.

—Jin Hee... —Woo Bin se le acercó.

—¡Quédate donde estás! —ordenó ella, alejándose de él...

Pero, cuando lo miró a los ojos, los recuerdos se agolparon en su cabeza. La noche del compromiso, el viaje a Macao, su primer beso, su boda, la luna de miel. Eso fue demasiado, huyó hacia su habitación. No quería que la viera derrumbarse. Woo Bin estuvo a punto de correr tras ella, de decirle que olvidara todo... Pero no había vuelta atrás, el destino le había mostrado el camino que debía seguir. Lo que no podía comprender, es que le doliese tanto perderla.

Aún así, tomó sus maletas y se marchó.


Woo Bin... no te vayas, rogaba Jin Hee silenciosamente, mientras observaba su auto perderse en la vuelta de la esquina. Después de eso, se dejó caer de rodillas, mientras se aferraba a las cortinas de la ventana. Había hecho un esfuerzo sobrehumano para tragarse sus lágrimas; y no fue hasta ese momento, que se entregó de lleno a todo lo que estaba sintiendo. Su nueva vida se había derrumbado. Se llevó una mano al pecho, en un vano intento de mitigar el dolor; pero aquello no era físico. Su dolor iba más allá... le dolía el alma.

Permaneció en el suelo, no supo cuánto tiempo... pero fue el timbre de su celular lo que la sacó de ese estado.

Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, aun quedaba una esperanza, una razón para ser feliz.

Era el doctor. Se aclaró la garganta y contestó.

—Es positivo, ¿verdad? —fue directo al grano.

Ji Hu tardó en responder.

—Jin Hee...

El tono de su voz fue la estocada final.

—¡Doctor...! —exclamó antes que él terminara—. ¡Dígame que estoy embarazada!

—Lo siento, el resultado es negativo. Pero, ya te lo dije. Eres joven, sana... ya verás que dentro de poco estarás esperando. Solo es cuestión de tiempo. La próxima vez, las noticias serán diferentes.

Jin Hee cerró el teléfono sin decir nada, buscó el peluche que le había comprado a Woo Bin y con el cual le daría la noticia y se sentó en el borde de la cama. Rompió en un llanto desconsolado. Ese bebé que había imaginado en su mente, jamás existiría... Esa era una verdad tan dolorosa cómo el hecho de que Woo Bin se iba para estar con otra mujer. Entonces recordó el video donde él le pedía matrimonio a Hye Sun. Él quería tener bebés con ella cuanto antes. Todo lo que ella esperaba vivir con Woo Bin, él lo viviría con Hye Sun. Volvía a estar sola. Así había transcurrido su vida desde que naciera. Como el Presidente Choi le echaba la culpa de la muerte de su madre, su amor se volcaba por entero hacia su hija mayor.

—Señorita... ¿se encuentra bien? —Preguntó una de las criadas.

Sabía lo sucedido, y estaba preocupada.

Jin Hee se levantó de la cama y la despidió. A ella y al resto de la servidumbre. Los obligó a partir en medio de la noche. Lo importante era estar sola. No quería que nadie fuera testigo de su dolor. Su dolor era suyo. Se dirigió al bar con una idea fija: Ahogarse en el alcohol. Quería beber algo fuerte, algo que le hiciera olvidar a Woo Bin. Deseaba borrarlo de su mente... dejar de sentir el horrible vacío que ahora tenía en su corazón... El dolor, los celos... No podía apartar de su cabeza el hecho de que Woo Bin estuviese con otra mujer, que la amase, que la prefiriese a ella...

Hye Sun era la mujer que él amaba y eso le dolía. Llenó un vaso con vodka y se lo bebió en un instante. Ya no quería llorar, solo beber. Media botella de vodka después, sonó el timbre de la puerta.

Era Ji Hu.

El príncipe de la mafia/Boys Over FlowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora