26. Sentencia del destino

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"Ni aun permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar, puede el hombre escapar a la sentencia de su destino". Esquilo de Eleusis

La semana siguiente, después del regresó de Jun Pyo y Jan Di de su luna de miel, se llevó a cabo la ceremonia que unió a Yun Seo y Ji Hu en matrimonio. El vestido de novia fue comprado en Nueva York, un Pnina Tornai. Yun Seo lo había visto por catálogos y se había enamorado de él. Era un vestido sin tirantes, con finísimos detalles en auténticos cristales de Swarowski y una vaporosa falda de cola mediana. En lugar de velo, por su condición de madre, se decidió por una tiara. El novio también vistió de blanco, después de todo, ese era el color que lo caracterizaba. Lo más adorable fue el pequeño Yong Hyuk, a quien vistieron con ropas tradicionales.

—Yun Ji Hu ¿aceptas a Kim Yun Seo como tu legítima esposa? ¿Prometes serle fiel, en la riqueza y en la pobreza, en las alegrías y en las tristezas, en la salud y en la enfermedad... para amarla y respetarla, hasta que la muerte los separe?

Ji Hu demoró unos segundos en contestar. Muchos recuerdos invadieron su mente. La muerte de sus padres, el abandono de su abuelo... su muerte, sus amores no correspondidos; pero todo eso se desvaneció en cuanto respondió.

—Sí, acepto.

Con esas palabras, su felicidad quedó sellada. El oficiante los declaró marido y mujer. Luego, bajo el aplauso de sus más fieles amigos, unieron sus labios en un tierno beso.

Jun Pyo, Jan Di, Yi Jeong, Ga Eul, Woo Bin, Jin Hee, Jae Kyung, las hermanas de Yun Seo y el pequeño Yong Hyuk, así de breve era la lista de invitados. Solo sus más cercanos amigos y familiares estaban presentes. Ambos lo habían querido así.

—¡Felicidades! —Jan Di fuera la primera en felicitarlos.

Y como muchas novias, Yun Seo derramó algunas lágrimas de alegría mientras eran felicitados por todos. Las últimas semanas habían sido las más felices de su vida y esto solo venía siendo la confirmación de una vida matrimonial que ya había iniciado. Había pasado por momentos difíciles, especialmente durante su embarazo y el nacimiento de su hijo; pero todo eso quedaba atrás. Ji Hu había entrado a su vida para traerle felicidad y darle lo más preciado que poseía, Yong Hyuk. Ella haría lo mismo por él, darle la felicidad y la familia que sabía necesitaba.

Nunca más estaría solo.

Llegado el momento del brindis, Yi Jeong le arrebató la copa de la mano a Ga Eul, llamando la atención de todos.

—¡Recuerda que no puedes beber alcohol! —exclamó, sorprendido de que ella estuviese dispuesta a beber.

—No hables tan alto —susurró ella—, es una bebida sin alcohol.

—¡Ga-Ah! —Jan Di supuso la razón—. ¿No me digas que tú también estás...?

Ga Eul miró a su alrededor, por la expresión de todos, supo que no podían ocultarlo más.

—Ya son dos meses —dijo con una gran sonrisa—. Pero nos enteramos hace poco y no queríamos decir nada hasta después de la boda de Ji Hu sumbae.

Todos se emocionaron e hicieron un alto para felicitar a los futuros padres.

—¡Estoy tan feliz! —Jan Di se abrazaba de Ga Eul—. Nuestros hijos nacerán con pocos meses de diferencia.

—Ahora solo faltan ustedes —Yi Jeong se dirigió a Woo Bin y Jin Hee.

—Nosotros aun no planeamos tener bebés —soltó Woo Bin, besando a su esposa en la mejilla.

—¡No pueden quedarse atrás! —protestó Jun Pyo—. Nuestros hijos deben ir juntos al jardín de niños.

El príncipe de la mafia/Boys Over FlowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora