Capítulo III: Antigüedades.

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—Deberías mandarles flores a la familia Anna —John comentó mientras comíamos la cena

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—Deberías mandarles flores a la familia Anna —John comentó mientras comíamos la cena.

—Si mamá, tal vez unos hibiscos, transmiten un mensaje sincero de vida y de acompañamiento en una situación así.

—Eso haré, mañana compraré unos de esos ¿Pongo sus nombres en la tarjeta?

—No me conocen querida, pero puedes poner Anna Brown y familia.

—Pienso lo mismo madre.

—No me conocen como Anna Brown, me siento terrible, ni siquiera los invité a nuestra boda, perdí toda comunicación con ellos.

Esas palabras me hicieron sentir mal, me recordaron a mi promesa. La promesa que había hecho con él antes de irme "Prometo que nos mandaremos cartas todos los viernes" esas palabras volvieron a mi mente. 

Tal vez esa promesa se ahogó en el océano de la vida y nunca la volveremos a encontrar.

—Las flores les gustarán madre, no te preocupes —dije tomando su mano.

A la mañana siguiente mi madre envió las flores, solo escribió el nombre "Anna", ellos sabrán de quien se trataba.

—Madre voy a caminar por los bosques, no me voy a perder y si, regresaré antes de la cena para ayudarte —le informé mientras me ponía mi abrigo color verde.

—Cuídate.

Salí por la puerta y me adentré a una nueva aventura. Mi plan era simple, seguir mi corazón y hacer lo que el universo tenga planeado para mi.

Caminé por los hermosos bosques, volví al centro de la ciudad y entré a la tienda de antigüedades. Estaba mirando un hermoso broche de lo que yo creía que era amatista.

—Creía que a los jóvenes solo les gustaban las cosas modernas —una voz me habló, voltee y me encontré a un señor mayor algo corpulento y con cabello gris, tenía algo en su mirada que exclamaba bondad ¿Era posible saber tanto con sólo mirar a los ojos?

—Encuentro una gran belleza en las cosas antiguas, no son como las nuevas, estas tienen historias detrás. Como cuando compras un libro viejo, las marcas que el dueño anterior dejó en él son parte de una historia única que solo encontrarás en aquel ejemplar. ¿Para qué quieres algo que es igual a la de los demás cuando puedes tener algo único?

—Muy buena reflexión señorita...

—Llámame Amelia Señor...

—Yo soy Arturo, mucho gusto Amelia. No te había visto nunca ¿Eres nueva?

—Si y no —respondí y vi una cara de confusión—. Verá, cuando era una niña vivía aquí pero con mi madre nos mudamos a la ciudad y volvimos hace unos días. Una nueva aventura en este pequeño rincón del mundo.

—Oh, bueno, espero que encuentren una cálida bienvenida a su hogar.

—Muchas gracias Arturo, este pueblo tiene un hermoso lugar en mi corazón.

—Has conmovido mi corazón Amelia, me recuerdas mucho a mi hija, ella tenía un espíritu similar al tuyo.

—Oh, muchas gracias y disculpe la pregunta ¿Quién es su hija?

—Lamento que ya no esté en este mundo, se hubieran llevado muy bien. Su nombre era Camila, una niña muy bondadosa y libre.

—Oh, lo siento tanto, se lo que se siente perder a alguien importante. Solo lo puedo expresar de una manera: de repente un pedazo de tu alma se va para siempre y sabes que no puedes hacer nada para traerla de vuelta. Y pensar en esa persona es profundamente triste, pero al mismo tiempo, sientes que la única manera de mantenerlo con vida es pensando en él. Mi padre murió cuando era niña y me gusta hablarle porque se que me está escuchando. Me gusta pensar que está conmigo a pesar de todo.

—Es un hermoso pensamiento Amelia ¿Quieres sentarte y tomar una taza de té mientras me sigues hablando? Soy un viejo que no tiene mucha compañía en esta vida.

—Por supuesto que sí —acepté la taza de té y la charla, Arturo resultó ser un señor muy sabio y con un corazón enorme que tiene la desgracia de no tener amigos al igual que yo.

Era una situación peculiar, dos extraños tomando té. No me importaba realmente, sentía que estaba haciendo lo correcto.

Estuvimos hablando toda la tarde e incluso lo ayudé a vender algunas antigüedades a clientes. Cuando se me hizo la hora de volver a mi casa prometí volver al día siguiente.

Al llegar a mi casa estaba John y mi madre haciendo la cena.

—¿Cómo te fue?

—Excelente, me hice amiga del señor más sabio de todo el pueblo.

—Oh, vaya —mi madre rio.

—Bueno Amelia, ya que estás aquí puedo contarles que en el pueblo se va a celebrar un baile de despedida del verano. Será en la casa de los Wilson, es una de las más grandes. Fuimos oficialmente invitados. Es el próximo sábado —al escuchar la noticia me emocioné tanto que casi tiro el plato que tenía en la mano.

—¡Por Dios que emocionante! Mi corazón no aguantará hasta el sábado.

—Mantenlo dónde pertenece Amelia, tenemos que ir los tres.

—A veces siento que mi corazón pertenece entre las nubes o tal vez entre los frondosos bosques.

—Por ahora tu corazón debería estar dentro de tu cuerpo, queremos una Amelia completa —dijo John.

Yo sonreí, me parecía hermoso el lugar que estaba tomando esta familia. A veces sentía que estaba escrito en nuestros destinos el habernos encontrado con John y sumarlo a esta gran aventura que muchos llaman vida.

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