Capítulo XXVI: Un hilo invisible.

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Los libros son historias infinitas al alcance de nuestra mano

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Los libros son historias infinitas al alcance de nuestra mano. Me gusta pensar que son
un pequeño trozo del alma del autor, y que en esas letras se pueden ver sus pensamientos, reflexiones y aventuras. Sueños y ambiciones reflejadas en personajes ficticios, que a lo mejor no existen, pero viven dentro de todos nosotros, los lectores.

"Nunca hubiéramos amado tanto la tierra si no hubiéramos tenido infancia en ella, si no fuera la tierra en la cual las mismas flores, que solíamos juntar con nuestros pequeños dedos, florecían cada primavera mientras nos sentábamos en el pasto murmurando sobre nosotros, las mismas caderas y espinos en las cercas de otoño, los mismos petirrojos que solíamos llamar "pájaros de Dios" porque no dañaban los preciosos cultivos.¿Qué novedad vale esa dulce monotonía donde todo es conocido y amado porque es conocido?" —recito la frase del libro que estoy leyendo—. "¿Qué novedad vale esa dulce monotonía donde todo es conocido y amado porque es conocido?" ¿Acaso no es hermoso lo que dice? Creo que es lo más bonito y real que he leído —comento a mamá y John que se encontraba frente a mí, hacían caseres de la casa mientras yo leía en el sofá ¿No eran increíbles las mañanas de domingo?

—Creo que es hermosa ¿De quién es? —pregunta John.

—George Elliot, lo compré en la ciudad pero creo que vi otro libro de él en la tienda de antigüedades, antes de las vacaciones de Arturo.

—Préstamelo cuando lo termines —dice mamá y yo asiento con la cabeza para sumergirme de vuelta en esas bellas letras.

Las horas pasan volando cuando uno realiza lo que más ama en el mundo. Comenté que iría a dar un paseo ya que el día estaba magnífico.

El cielo estaba celeste, las nubes eran pequeñas, los pajaritos cantaban sus dulces canciones y el viento me abrazaba ¿Acaso no es hermoso vivir en un mundo con días así?

A veces siento que mis pies actúan solos, me guían a donde quieren y yo soy feliz en donde sea que estos me lleven. Hoy me llevaron al arroyo. A nuestra parte del arroyo.

Me senté para contemplar todo. El ruido del agua fluyendo era como la base de una hermosa canción.

—¡Los sonidos de la naturaleza son mi música favorita! —exclamo y me acuesto en el pasto.

Contemplo el cielo y a las nubes moviéndose y eso hace que mi mente descanse.

Siento a alguien acercarse y tumbarse junto a mi. Al girar mi cabeza veo esos ojos verdes, tan brillantes como siempre. Sonriente con esos hoyuelos que lo acompañan desde siempre y con pecas. ¿Acaso él siquiera se imagina lo precioso es?

—Hola —me saluda y su voz suena algo gruesa pero la encuentro agradable al oído.

—Hola —le respondo con una sonrisa y ambos centramos nuestra mirada en el cielo.

—Siento que nuestros caminos están destinados a cruzarse constantemente, yo solo vine a dar un paseo —acaba con el silencio que nos rodeaba.

—¿Cómo si un hilo invisible nos uniese? —cuestiono.

—Como si un hilo invisible nos uniese —afirma y me alegra saber que pensamos igual.

Vuelvo a contemplar el cielo y siento como nuestras manos están a milímetros de tocarse ¿Quién daría el paso para unirlas de una vez por todas?

Existe esta idea en la que la mujer debe esperar a que el hombre tenga todos estos detalles con ella, que él tome la iniciativa: nunca la entendí. ¿Por qué la gente creería que no pueden ser valientes y arriesgar? ¿Quién inventó estas reglas, invisibles bajo mis ojos, que nunca llegaré a comprender? Llego a la conclusión de que cualquiera que crea eso debe comenzar a ampliar su mente y abrirse a nuevas posibilidades.

Tomo su mano, y como si fueran dos piezas que encajan a la perfección, nuestras manos se unen.

Nadie dice nada. Las palabras no son necesarias en momentos así. Finalmente comprendo porque dicen que hay ocasiones en las que una acción vale más que mil palabras.

Una mariposa monarca, naranja como ninguna, pasa por arriba nuestro y sonrío. Lo miro y puedo contemplar la pequeña cavidad cerca de su boca. Sonríe ante la presencia de esta pequeña criatura.

No puedo expresar cuánto tiempo estuvimos así, en el pasto, agarrados de las manos, en silencio y admirando la naturaleza.

El tiempo con él parece más lento y eso me gusta.

Pero no todo es como en los libros. Debía saber que nuestra burbuja de fantasía explotaría en algún momento. Saber que los otros pondrían barreras entre nuestras almas.

Una sombra nos quitó el sol y las esperanzas.

Levanto la vista y el señor Andrews aparece, presiento que nada acabará bien en este "cuento de hadas".

Nuestra melodíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora