Capítulo XX: Limonada.

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—¿Y qué vas a hacer hoy? —me preguntó Thomas mientras estábamos en su patio, Daisy leía, Thomas dibujaba en su cuaderno y yo miraba las nubes

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—¿Y qué vas a hacer hoy? —me preguntó Thomas mientras estábamos en su patio, Daisy leía, Thomas dibujaba en su cuaderno y yo miraba las nubes.

Descubrí que juntarnos en un espacio para que cada uno haga lo que más le gusta era hermoso, es un punto al que jamás creí llegar.

—No estoy muy segura, las vacaciones de primavera dejan un gran lugar a la imaginación, podríamos hacer cualquier cosa.

—Deberíamos hacer un pie de primavera, con frutas y flores —sugirió Daisy haciendo que yo me levantara.

—¡Es perfecto! Hagámoslo en mi casa —y con eso nos fuimos a mi casa a hacer un pie de frutas.

Después de unas cuantas horas lo teníamos frente a nosotros.

—Hoy descubrí algo nuevo, Daisy es terrible para la cocina —mencioné y empezamos a reír.

—Creo que empezaré a cocinar yo en casa —dijo Thomas riendo.

Comimos el pie con una taza de té.

Después de unos minutos alguien tocó la puerta.

—Voy a abrir y ver quién es —les avisé mientras me levantaba de la mesa.

Al abrir la puerta vi a un chico que no reconocí. Era un poco más bajo que Thomas, era corpulento, su cabello era negro y su piel era bronceada, pero tenía unos ojos verdes muy llamativos.

—Hola... —se lo escuchaba algo asustado.

—¡Hola! Soy Amelia ¿Tú eres?

—Me llamo Joshua, estoy buscando a Thomas —sonreí al escuchar esas palabras.

—Oh, es mi más grato placer finalmente conocerte, por favor pasa, Thomas está dentro —le dije y él tímidamente entró a mi casa.

—¡Joshua! —exclamó Thomas cuando nos vió entrar al comedor.

—Lo siento por venir, es que realmente quería verte, fui a tu casa y tu madre me dijo que estabas aquí —le explicó en casi un susurro.

—No te preocupes ¿Qué quieres hacer? —preguntó con una sonrisa, ambos estaban sonrojados.

Esto es amor verdadero, pensé mientras los veía.

—No lo sé... —y tomó su mano.

—No los quiero interrumpir, pero si quieres te puedes quedar aquí, con nosotras, eres bienvenido —le dije, él solo asintió, le señalé una silla y se sentó.

—¿Quieres pie? Está muy rico si puedo presumir —le preguntó Daisy él solo asintió y comenzó a comer.

Pasamos el resto de la tarde con Joshua, que después de unos minutos se le fue su timidez y nos dimos cuenta que su alma encajaba a la perfección con la de Thomas.

❀✿❀

—¿Te gustaría hacer un picnic hoy a la tarde? —le pregunté a Stephen mientras caminábamos por la mañana, se había hecho una extraña costumbre, pero me gustaba demasiado.

—¡Por supuesto! ¿Junto al arroyo?

—Es nuestro lugar, eso no se pregunta —dije casi sin pensarlo, después de procesarlo me quedé callada. "Nuestro lugar", me hizo sentir algo inexplicable en el estómago, tenemos un lugar propio.

Me fui a mi casa unos minutos después, prometimos vernos a las cuatro de la tarde en el arroyo.

Más tarde ese día me puse un vestido blanco con volados y lazos. Me hice una trenza y coloqué algunas margaritas en mi cabello.

Bajé y recogí mi canasta que tenía galletas de limón, flores y té helado.

Al llegar al arroyo lo ví ahí, con una camisa blanca y unos pantalones color crema.

—Me gustan las margaritas en tu cabello —comentó mientras tocaba una, sonreí inevitablemente.

—Toma —me saqué unas cuantas margaritas del cabello y las coloqué en sus rizos—, te ves adorable.

Sonrió con sus hoyuelos, sus ojos brillaron como estrellas y su cara se enrojeció.

—Comencemos —me dijo.

Extendimos un mantel de cuadros rojos pusimos las galletas, flores, el té helado, unos pastelitos de canela y una botella de limonada que él trajo.

—¿Limonada madame? —preguntó extendiendo una copa con limonada.

—Por supuesto que sí —al beberla sabía un poco agridulce pero tenía un delicioso sabor a limón y era algo adictiva—. Deliciosa.

Comenzamos a hablar y comer. Bebimos toda la limonada y me sentía algo extraña.

—¿No sientes que el mundo se mueve? —me preguntó y por alguna razón comencé a reír mucho.

—Por supuesto que el mundo se mueve, se llama rotación de la tierra.

—Ya lo sé, es solo, me siento algo mareado.

—Yo también, pero estoy feliz, podría saltar por horas —dije parándome y comenzando a saltar.

Él comenzó a reír y saltar conmigo, incluso nos tomamos de las manos y comenzamos a girar. Era extraña la manera en la que me sentía, tenía ganas de confesarle como me sentía aunque ni siquiera sabía cómo me sentía.

—Te reto a que me beses —me expresé de repente.

Ambos nos quedamos callados y mirándonos. No sabía porque había dicho eso ¿Qué me pasaba?

Lo vi acercarse a mi rostro lentamente así que salí corriendo. Comencé a correr por la orilla del río hasta que me alcanzó y ambos nos tumbamos en el suelo.

Comenzamos a reír mientras estábamos en el pasto, en algún momento caímos al río y nadamos.

Era extraño pero divertido ¿Qué sucedía? Yo nunca actuaba de esta manera.

Estábamos tirados en el suelo, con la ropa mojada mientras mirábamos las nubes.

—Esa nube parece un camarón.

—Camarón —repetí y comenzamos a reír.

—Camaleón.

—Cangrejo.

—Calamar.

—Ca... ya no sé qué más decir.

Reímos de nuevo.

—¿Stephen? ¿Amelia? —una voz detrás nuestro nos llamó, al voltear ambos nos quedamos completamente blancos.

Era el tutor de Stephen.

—Oh, hola señooooor Rizzon —reímos los dos.

—¿Se encuentran bien? —se acercó a nosotros y al olernos se asustó—. ¡Oh por Dios! ¿Cómo se les ocurre embriagarse? —exclamó, ambos nos reímos.

—No estamos borrachos señoooor.

—Lo siento Stephen, esto ya es demasiado, vamos con su padre.

—¡Por favor no! —él se paró en un segundo y se arrodilló en frente a su tutor.

—Lo siento Stephen.

Nos tomó a ambos de los brazos y nos llevó a su casa. Esto no podría terminar bien.

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