Capítulo IV: ¡Adiós verano!

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—¿Irás al baile de despedida del verano? —le pregunté a Arturo mientras tomábamos el té con una galletas que había cocinado yo esa mañana

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—¿Irás al baile de despedida del verano? —le pregunté a Arturo mientras tomábamos el té con una galletas que había cocinado yo esa mañana.

—Ya estoy viejo para esas cosas, pero mi... pero Gérard quiere que vayamos.

—¿Quién es Gérard? Es un lindo nombre.

—Si, él es... es mi mejor amigo —dijo y al juzgar por su cara le dejó un sabor amargo en la boca, no quería meter la pata preguntando más cosas sobre el misterioso Gérard.

—Yo opino que deberías ir, no conozco a los Wilson, pero en mi humilde opinión el verano es una estación tan hermosa que merece una despedida. Pero si me pongo a pensar en eso llego a la inevitable conclusión que todas las estaciones merecen una despedida.

—Tal vez vaya. Y los Wilson son una de las familias más ricas del pueblo, junto con los Andrews —escuchar ese apellido me puso nerviosa—. Todos los años hacen esta fiesta e invitan a todo el pueblo, tienen una hija de tu edad, Elizabeth creo que se llama.

—Bueno, personalmente creo que las fiestas son una hermosa oportunidad de conocer gente.

—Entonces tendremos que conocer gente.

—¿Irás? —pregunté completamente emocionada.

—Una jovencita me convenció.
Me levanté de un salto para abrazarlo y él comenzó a reír.

❀✿❀

Me siento en mi cama mientras imagino las infinitas posibilidades que me deparará la vida en esta noche.

Hacer amigos siempre fue difícil para mi. Por alguna razón cuando eres diferente los demás te lo hacen notar y te apartan como si no fueras un ser con sentimientos al igual que ellos.

—No todos tienen tu misma sensibilidad Amelia —solía repetirme esta frase un sin fin de veces.

Pensaba causar una buena primera impresión en la fiesta para poder tener amigos. Aunque alguien alguna vez dijo "¿Para qué quiero amigos si me tengo a mi misma?" Me gusta pasar tiempo conmigo misma pero también deseo poder compartir infinitos momentos con otras almas. Es algo que jamás experimenté del todo pero me emocionaba la simple idea de poder llegar a hacerlo.

Usar flores en el cabello me pareció adecuado para darle un adiós al verano. En el camino a casa recogí unas cuantas de muchos colores, moradas, amarillas y rosadas.

Cabello suelto con unas trenzas y flores en estas. Vestido color durazno con detalles en blanco. Mis botas de siempre.

—Ya estoy lista —anuncié mientras me miraba al espejo.

Salí de mi cuarto y bajé las escaleras para encontrarme a mi madre y a John, parecían sacados de la más hermosa pintura. Con un hermoso traje azul marino y un vestido verde bosque respectivamente.

El alma de John encaja perfectamente con la de mi madre, eso es algo que cualquiera puede llegar a notar.

—¿Ya estás lista?

—Vayamos juntos a esta aventura —dije abriendo la puerta.

Caminamos hasta aquella casa y...

—Oh por todos los Dioses —exclamé al verla, era enorme, merecedora de una celebración y digna de ser llamada castillo.

—¿Entramos? —preguntó John y ambas asentimos.

Al entrar no lo podía creer, todo era bellísimo. Todo tipo de flores por todos lados, mucha gente bailando con hermosos vestidos coloridos. La orquesta tocando una hermosa melodía y un banquete que se veía de lo más delicioso.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó mi madre, nosotros no estábamos acostumbrados a las fiestas. Los tres estábamos parados en la entrada hasta que escuché mi nombre.

—¡Amelia! —al darme vuelta era Arturo.

—Oh, Arturo, te presento a mi madre y a mi padrastro —dije señalándolos—. Mamá, John, él es Arturo Pusset.

—Oh, encantada Arturo, yo soy Anna Brown.

—Encantado, yo soy John Brown.

—Amelia me habló muy bien de ustedes, es un placer conocerlos.

Se quedaron hablando y yo fui a buscar algún bocadillo ya que tenía hambre.

Mientras comía un scon de queso miraba la pista de baile. Siempre me gustó ver a la gente bailar. Me gusta imaginarme que son dos hermosos colibríes concentrados en una perfecta burbuja donde solo existen ellos dos.
Sonreí ante la idea de bailar con mi alma afín. No sabía de quién se trataba pero estaba segura que conectaríamos muy bien, como dos piezas de un rompecabezas perdido.

—¿Eres la nueva en el pueblo verdad? —una voz me sacó de mis pensamientos, al darme vuelta vi a tres chicas muy elegantes hablándome—. Yo soy Elizabeth Wilson, ellas son Scarlett Walker y Olivia Lennox —me dijo señalando a la chica pelirroja primero y luego a la de cabello negro. Y ella, bueno, era hermosa, tenía un increíble cabello rubio con muchos adornos de oro alrededor.

—Mi nombre es Amelia Johnson y es de mi más grato placer poder conocernos Elizabeth Wilson, estoy más que agradecida de haber sido invitada a esta prestigiosa fiesta y haré mi más vehemente esfuerzo por ser digna de estar aquí —dije mientras hacía una reverencia, me parecía lo más correcto, a mis ojos ella era como una princesa.

De pronto aquellas risas con ese particular tono que tanto odio comenzaron a escucharse, levanté la vista y eran de ellas.

—¿Por qué hablas así? —me preguntó la rubia.

—Soy un alma con grandes sentimientos y creo que necesito grandes palabras para poder expresarlos —contesté y otras risas surgieron.

—¿Por qué tienes flores en la cabeza?

—La despedida de esta bella estación me pareció digna de llevar estas pequeñas obras de arte en mi cabello.

Otra risa.

—Creí que al ser de la ciudad ibas a ser más elegante, veo que me equivoqué. Parece que fuiste criada entre los cerdos.

—De hecho nací aquí y la verdad es que nunca tuve cerdos pero siempre quise, me parecen unos animales muy lindos —contesté a su pregunta y estallaron en risas.

No entendía por qué se reían, nada de lo que dije lo hice con intenciones de ser una broma.

—Vamos chicas, se nos pegará sus pulgas —dijo y se fueron.

—No tengo pulgas —dije en un hilo de voz que nadie llegó a escuchar.

Y de repente vuelve ese sentimiento en el estómago, esa humedad que se siente en los ojos y ese dolor de cabeza en el que siento que todo da vueltas.

Enseguida la música que hace unos momentos me pareció armoniosa ahora se había convertido en una tortura para mi cerebro, la gente bailando mágicamente se convirtió en mucha gente cerca mío y la fiesta, sin previo aviso, se volvió mi peor pesadilla.

Salí corriendo hacía afuera para poder calmarme. El aire fresco chocó contra mi rostro y pude respirar. Unas lágrimas salieron de mis ojos, no sé muy bien por qué.

Miré a las estrellas, eran hermosas y me tranquilizaban.

Unos minutos después me encontraba sentada en el pasto escuchando a los grillos y los búhos.

E inesperadamente, una voz que solía conocer me llamó.

—¿Amelia? ¿Eres tú?

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