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Elina:

El carruaje con el que llego la reina de Arcaría nos traslada a mi y a ella al palacio, los nervios atacan mi estomago y siento nauseas, llevando la mano a mi estomago.

—¿Estas bien?—Pregunta ella al notarlo.

Aparto mi mano.—Si, solo estoy nerviosa.

—Trata de que no se te note.—Me pide.—Debes mantenerte fuerte cuando estés frente al príncipe.

—¿Cómo lo hizo usted?—Pregunto confundida.—Aguantar ver como lastimaban al hombre que amaba.

—Que amo.—Me corrige y sonríe.—Supongo que fue su mirada la que me hizo soportar.—Respira profundo.—No se puede negociar con Caelan esperando que no pondrá condiciones, hice todo lo que estuvo  en mis manos para librarlo de la muerte, deseaba que Emmet saliera de Lavinia sin un rasguño, pero al ser de ese reino, el príncipe lo utilizo para mandar sobre una vida que no era ni suya, pero que según el le pertenece como todo hombre que vive en su reino.

El corazón me duele.

—Princesa, el duque no es de Lavinia y tenemos una oportunidad en cuanto el siga aqui.—Asegura.—Sin embargo seamos cautelosas, el no se dejara manipular dos veces y menos si te ve llegar conmigo.

Trago saliva.

—¿Funcionara?—Le repito.—¿De verdad cree que funcionara?

—Lo hara, Elina.





Egan:

—Tarde para reaccionar ¿No lo crees?—Le digo a Sonia de Damaria, mientras las criadas se ocupan de mis heridas.

Estoy sentado sobre la cama pestilente de la celda, mientras dos mujeres hacen sus intentos de curarme, una delante mío y la otra se ocupa de mi espalda.

Una de las criadas se ve preocupada porque ya no quedan hiervas en el recipiente que trajo, solo alcanzaron a limpiar las heridas y a ponerme un tónico fabricado por Charity de Alejandría, cubrieron mi torso y espalda con las plantas que alcanzaron, pero sigue quedando espacio por cubrir.

—¿Qué sucede? ¿Ya terminaron?

—No, mi reina.

La segunda contesta.—Son las ultimas hiervas que llegaron de Althea, si queremos que las heridas sanen se necesitan más y a un doctor, solo hicimos que dejara de sangrar, pero necesitan examinarlo.

—No hay tiempo para eso, retírense.

Se marchan al igual que la criada que atiende a mi siervo, nos quedamos con ella y cuando pienso que va a cerrarla, dice:

—Largo.

Arqueo una ceja, siento la mirada de mi siervo sobre mi.

—¿Ver sangre apiado tu alma o como?—Suelto.

Ella no responde.

—¿O ya me aceptaste como parte de tu familia?—Bromeo.

Ella suspira.—Aun con esas heridas tienes tiempo de bromear, no estoy jugando.

—Ni yo, quiero una explicación.—Exijo.

—Aun no la quiero contigo.—Contesta y la observo tragar.—Pero despues de lo que vi, no quiero a Damaria bajo la sombra de otro dictador como Linnet.

—Lavinia siempre ha querido el poder, si no pudiste verlo...

—Ya vete.—Me interrumpe.—Antes de que lleguen...

Disputa por el Trono (#5 Amores en la Realeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora